Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma.
En los últimos días estamos volviendo a vivir una situación insólita en relación con las mascarillas.
Todos recordamos cuando entre los meses de marzo y abril de 2020 el Gobierno no solo no obligaba a la utilización de mascarillas, o las recomendaba, sino que, incluso, desaconsejaba su uso a las personas sanas, en contra de cualquier evidencia, de la práctica en los países que mejor estaban afrontando las primeras etapas del covid-19, e incluso del sentido común. Finalmente nos enteramos de que el problema para no obligar al uso de las mascarillas era que no había para todos. Y, como no había para todos, mejor que nadie las llevara. Todos iguales. ¿Qué consecuencias tuvo todo ello? Alguna vez nos enteraremos.
Ahora, una vez que la evidencia de la transmisión por aerosoles del SARS-CoV2, está más que demostrada, volvemos a caer en el mismo error. La utilización de mascarillas higiénicas, o incluso las quirúrgicas, podía estar justificada en un entorno de transmisión por fómites o por gotas de flugge, pero en un entorno con transmisión por aerosoles, el elemento clave a asegurar es la perfecta colocación y ajuste de las mascarillas. Y eso no se puede conseguir con las mascarillas quirúrgicas, y menos con la mayoría de las higiénicas o las caseras.
En breve nos vamos a enfrentar a una fase de la pandemia en la que, pese a los avances en materia de vacunación e inmunización de las personas más vulnerables, la llegada a nuestro país de cepas más transmisibles y/o más agresivas, amenazan con una cuarta ola de dimensiones no conocidas con antelación.
No entiendo por qué desde la Administración Central no se pone el foco en la correcta utilización de las mascarillas, y la importancia de que ajuste bien a la cara. Igualmente, por qué no se desaconsejan de una vez las mascarillas higiénicas y caseras y se apuesta por las mascarillas FFP2, especialmente cuando son las que utilizan la mayor parte de los ministros y muchos miembros de los grupos parlamentarios de los partidos del gobierno. En las últimas semanas es habitual el uso de los miembros del gobierno de las mascarillas FFP2 desarrolladas por el CSIC. ¿Por qué ellos sí las utilizan mientras indican que la población general debe utilizar higiénicas?
La recomendación que esta última semana ha realizado el Ministerio de Consumo (higiénicas para personas sanas, quirúrgicas para enfermos y FFP2 para personas en contacto con el virus) es claramente insuficiente para afrontar esta fase de la pandemia, con virus mucho más transmisibles y conociendo su transmisión por aerosoles. Al igual que al principio de la pandemia no se recomendaba las mascarillas a las personas sanas, ¿cómo se puede saber que alguien lo es o no con la gran cantidad de asintomáticos que hay? ¿Cómo no se hace recomendación especial para los sitios cerrados? ¿Es que no hemos aprendido nada en un año?
Usar #mascarilla es un método de prevención de contagio de la #COVID19 complementario al distanciamiento social y otras medidas de seguridad 😷
¿Sabes cuál deberías usar según tu situación?
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— Ministerio de Consumo (@consumogob) February 5, 2021
Creo que es inmoral que se pretenda igualar la protección de unas y otras mascarillas solo porque recomendar una mascarilla mejor supone un mayor desembolso económico para las familias. Por eso, una medida que es increíble que no se haya tomado ya es la bajada del IVA también para estas mascarillas.
Ya lo he dicho previamente en varias ocasiones. Se está errando en la lucha contra la covid-19 por no explicar claramente el uso de las mascarillas. Sin entrar en que los materiales puedan ser o no los adecuados, la mayoría de las mascarillas higiénicas y las hechas en casa no ajustan a la cara de forma que la entrada y salida de aire se produzca a través de la tela de las mismas. Lo más probable es que el aire entre y salga por las aberturas existentes entre la cara y la tela. Y eso es una autopista para el virus, pese a que se utilice mascarilla. Eso sí que produce una falsa sensación de seguridad.
A lo largo de este último año nos hemos acostumbrado a actuar como si cualquiera de nosotros tuviéramos el virus. Ponemos el foco en evitar aglomeraciones, lavado de manos (que con el uso generalizado de mascarillas debería pasar a ser menos relevante), distancia social, uso de mascarillas, cierre de actividades económicas con riesgo…. Son medidas que, en gran parte de las ocasiones no serían necesarias porque no hay virus presente, pero es imposible saberlo y, por eso es mejor actuar siempre como si lo hubiera. ¿Por qué en la protección individual no se sigue el mismo criterio? ¿Por qué se supone, en materia de recomendación de mascarillas, para la mayor parte de la gente que ni él, ni los de enfrente tienen el virus? Haciendo esto se facilita con ello la transmisión.
Si cerrar actividades económicas, condenando a gran parte de la sociedad a un futuro mucho peor no es matar el SARS-CoV2 a cañonazos, menos lo sería procurar que la gente utilice la mascarilla de mayor protección que tenga a su alcance, especialmente en lugares cerrados y concurridos. Desde mi punto de vista, eso no es otra cosa que sentido común. Un sentido que ha faltado, y mucho, a lo largo de toda la pandemia.
José María López Alemany es director de Diariofarma.