En primer lugar, debemos evitar las quemaduras solares. ¿Y cómo podemos hacer esto? Pues lo primero utilizando una buena prevención a través de los fotoprotectores.
Las quemaduras solares pueden provocar envejecimiento prematuro de nuestra piel, así como ser el origen de desarrollar un cáncer de piel.
Podemos distinguir dos tipos de quemaduras solares: quemaduras de primer grado y quemaduras de segundo grado.
Las quemaduras de primer grado se caracterizan por una descamación en la parte superficial de la piel, que es la epidermis y se identifican por enrojecimiento, hinchazón y dolor.
Las quemaduras de segundo grado, que son más graves que las anteriores, afectan tanto a la epidermis como a la dermis, que es la capa más profunda.
Estas quemaduras suelen producir ampollas en la piel.
Lo importante es la prevención, pero en caso de que os hayáis quemado os voy a dar unos consejos.
Podemos sumergir la zona quemada en agua fría durante diez minutos.
Podemos utilizar apósitos, un paño o una compresa empapada en agua fría y aplicarla sobre la quemadura.
Debemos limpiar la quemadura con agua jabonosa, teniendo en cuenta que hay que evitar apretar para no irritar esa piel.
Si no hay herida abierta, podemos aplicar algún producto que favorezca la cicatrización y la regeneración.
En el caso de que aparezca ampolla, no conviene romperla, porque esa herida se podría infectar.
Si se rompe la ampolla, conviene retirar la piel con ayuda de unas pinzas esterilizadas.
Y por último, podemos aplicar una gasa que proteja la quemadura y evite que se pegue a la ropa.
Debemos tener presente que los síntomas de las quemaduras solares normalmente son temporales, pero el daño que hemos ocasionado a las células de la piel es permanente.
Por lo que ante todo, prevención y fotoprotección.
Y recuerda, pregunta siempre a tu farmacéutico de confianza, él te informará sobre esta cuestión o cualquier otra duda que tengas.