El empleo de benzodiacepinas en pacientes adultos es muy común, a pesar de las evidencias de sus riesgos potenciales a largo plazo. Las guías recomiendan su empleo a corto plazo, pero el farmacéutico está en una posición única para detectar pacientes (uno de cada tres, según un nuevo estudio) que los toman más allá del tiempo recomendado.
Los autores de un trabajo publicado en la última edición de JAMA Internal Medicine indican que es necesario reducir el empleo de benzodiacepinas en la población mayor, y que una de las posibles estrategias es detectar la transición del empleo a corto plazo al uso prolongado. Ellos se propusieron hacerlo identificando los factores de riesgo que podrían emplearse para predecir esa transición.
Analizaron los datos de 576 sujetos a quienes acababan de prescribírseles estos medicamentos en consultas diferentes a las de psiquiatría entre 2008 y 2016. Se definió el empleo prolongado de benzodiacepinas como la situación en la cual el paciente tenía estos medicamentos en su botiquín un 30% del año o más a partir de la prescripción inicial.
Problemas para dormir
La edad media de los individuos a quienes se recetaron este tipo de medicamentos fue de 78,4 años. Transcurrido un año desde la primera receta, 152 de ellos cumplían los criterios de empleo a largo plazo. La prescripción media fue para 232,7 días en dicho periodo.
Los pacientes que tenían problemas de calidad del sueño fueron más proclives a estar incluidos en ese grupo. La ansiedad y la depresión, por el contrario, no sirvieron para predecir el empleo de benzodiacepinas a largo plazo.
Los autores, un equipo de varias universidades estadounidenses, incluidas las de Michigan y Pennsylvania, recomiendan que ante una primera prescripción, se hable con los pacientes sobre la necesidad de considerar estas terapias como tratamientos a corto plazo, particularmente cuando se trata de personas con insomnio.