Terapéutica

Vinculan populares antiácidos con un mayor riesgo de ataque cardiaco

MIÉRCOLES, 10 de junio de 2015 (HealthDay News) -- Las personas que usan ciertos antiácidos durante mucho tiempo podrían experimentar un ligero aumento en el riesgo de sufrir un ataque cardiaco, sugiere un estudio reciente.
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MIÉRCOLES, 10 de junio de 2015 (HealthDay News) -- Las personas que usan ciertos antiácidos durante mucho tiempo podrían experimentar un ligero aumento en el riesgo de sufrir un ataque cardiaco, sugiere un estudio reciente.

Usando los expedientes médicos de casi 300,000 adultos de EE. UU. con enfermedad por reflujo ácido (generalmente conocida como acidez), los investigadores encontraron que el riesgo de ataque cardiaco se hallaba ligeramente elevado entre los que usaban inhibidores de la bomba de protones.

Los inhibidores de la bomba de protones son un grupo de antiácidos que incluyen marcas como Prevacid, Prilosec y Nexium. En 2009, eran el tercer tipo más común de medicamentos usados en Estados Unidos, dijeron los investigadores.

El estudio, financiado por los Institutos Nacionales de la Salud de EE. UU., no prueba que los fármacos provocaran los ataques cardiacos. Y los expertos se mostraron divididos sobre la interpretación de la conexión.

Otra clase de antiácidos llamados bloqueadores H2 no se vincularon con un aumento en el riesgo de ataque cardiaco, anotaron los autores del estudio.

Esos medicamentos incluyen marcas como Zantac, Pepcid y Tagamet.

Algunos dijeron que los hallazgos amplían la lista de riesgos vinculados con el uso prolongado de inhibidores de la bomba de protones.

"Son fármacos potentes, y ya sabemos que tienen efectos negativos", dijo el Dr. F. Paul Buckley III, director quirúrgico del Centro de Acidez y Reflujo Ácido Scott & White en Round Rock, Texas.

La mayoría de esos riesgos a largo plazo se relacionan con la supresión de los ácidos estomacales que logran los medicamentos, dijo Buckley, que no participó en el nuevo estudio.

Cuando los ácidos estomacales son bloqueados, el cuerpo es menos capaz de absorber ciertos nutrientes, como el magnesio, el calcio y la vitamina B12. Y los inhibidores de la bomba de protones se han vinculado con problemas como la pérdida de la densidad ósea y fracturas.

Ciertas investigaciones también han sugerido que los medicamentos pueden interactuar con el anticoagulante Plavix, reduciendo su efectividad.

Pero, en este último estudio, el vínculo entre los inhibidores de la bomba de protones y los ataques cardiacos fue independiente del uso de Plavix, señaló el investigador, el Dr. John Cooke, presidente de ciencias cardiovasculares del Instituto Metodista de Investigación de Houston.

Su equipo calcula que, en general, los usuarios de inhibidores de la bomba de protones eran entre un 16 y un 21 por ciento más propensos a sufrir un ataque cardiaco que las personas con reflujo ácido crónico que no tomaban los fármacos.

Cooke reconoció que ese vínculo no prueba causalidad. "Hay que tener cuidado con datos observacionales como estos", dijo. "Podría haber otras explicaciones".

Por un lado, las personas que toman inhibidores de la bomba de protones quizá tengan una peor salud que los que no los usan. Cooke dijo que su equipo no pudo tomar en cuenta la obesidad, ni la posibilidad de que algunas personas con un dolor de pecho relacionado con el corazón fueran tratadas erróneamente por reflujo ácido.

Cooke apuntó que investigaciones recientes en el laboratorio sugieren que los inhibidores de la bomba de protones pueden interferir con la función normal de los vasos sanguíneos, un mecanismo potencial mediante el cual los fármacos podrían afectar al riesgo de ataque cardiaco.

Pero un cardiólogo dijo que aunque el estudio es "interesante", no le convenció de que apunte a un riesgo por los inhibidores de la bomba de protones.

"Es una asociación, no causalidad", dijo el Dr. Venu Menon, de la Clínica Cleveland. "Y creo que es más probable que la asociación provenga de factores de confusión".

"Confusión" se refiere a esas otras explicaciones potenciales, como por ejemplo que los usuarios de los inhibidores de la bomba de protones tengan una peor salud que los no usuarios.

Menon dijo que un problema es que los hallazgos se basan en los expedientes de los pacientes, incluyendo las notas de los médicos. Ese tipo de información no es la mejor fuente para vincular un medicamento a un efecto negativo, apuntó.

Un estudio que siguiera a los usuarios de los inhibidores de la bomba de protones a lo largo del tiempo, y que rastreara de forma específica el riesgo de ataque cardiaco, ofrecería unas mejores evidencias, añadió Menon.

"No sería juicioso que los pacientes dejaran de tomar estos fármacos basándose en este estudio", dijo Menon.

Los tres expertos se mostraron de acuerdo en que algunas personas necesitan inhibidores de la bomba de protones, entre ellos los que tienen en realidad una enfermedad del reflujo gastroesofágico (ERGE) que provoque inflamación en la garganta.

En la ERGE, los ácidos estomacales se devuelven al esófago de forma crónica, provocando acidez frecuente y dificultades para tragar.

Pero muchas personas toman inhibidores de la bomba de protones por problemas menos graves, como una acidez ocasional que surge tras comer ciertos alimentos. Les podría ir bien con cambios en la dieta, perder peso o tomar antiácidos simples como Rolaids o Tums, planteó Buckley.

Cooke se mostró de acuerdo, y dijo que le preocupa el hecho de que los inhibidores de la bomba de protones estén disponibles sin receta. "Me preocupa que las personas los tomen por los motivos equivocados y durante demasiado tiempo", señaló Cooke.

Pero incluso cuando las personas necesiten inicialmente un inhibidor de la bomba de protones, dijo Buckley, pueden intentar ir dejando los fármacos de manera paulatina una vez sus síntomas mejoren. "Podemos pasarlos a un bloqueador H2", afirmó.

Buckley añadió que los usuarios a largo plazo deben preguntarle al médico si de verdad necesitan tomar ese medicamento.

El estudio aparece en la edición en línea del 10 de junio de la revista PLOS One.

Artículo por HealthDay, traducido por Hola Doctor

FUENTES: John Cooke, M.D., Ph.D., chair, cardiovascular sciences, Houston Methodist Research Institute, Houston; F. Paul Buckley III, M.D., director, general surgery, Heartburn and Acid Reflux Center, Scott & White Clinic, Round Rock, Texas; Venu Menon, M.D., staff cardiologist, Cleveland Clinic, Cleveland, Ohio; June 10, 2015, PLOS One, online

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