Desde 2015, los servicios de Farmacia Hospitalaria y del Área de Enfermedad Inflamatoria Intestinal del Hospital Universitario de Salamanca, vienen trabajando en colaboración con el objetivo de mejorar la reacción a los fármacos biológicos que se administran a los pacientes.
En 2020, a raíz de los trabajos previos en desarrollos de esta medicina personalizada, se observó que diversos pacientes tenían un perfil farmacocinético diferente y metabolizaban, y por tanto, eliminaban, el medicamento antes que el resto.
Ello motivó el inicio de un estudio, basado en los resultados previos de la caracterización de los pacientes que se venía haciendo, y dirigido implementar un programa de cribado y optimización del tratamiento con este tipo de fármacos. El trabajo recientemente ha recibido un galardón en el Congreso de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH).
El farmacéutico José Germán Sánchez, investigador principal del estudio explica que su objetivo está dirigido a mejorar la aplicación de unos fármacos que “tienen un impacto bastante importante el sistema sanitario, tanto económico como de recursos de otro tipo”.
Según indica “la monitorización terapéutica de las concentraciones de fármacos biológicos es una estrategia efectiva para personalizar el tratamiento de las enfermedades inflamatorias intestinales”, si bien uno de los retos para su integración en la práctica clínica “es la necesidad de identificar los pacientes en que se precisa intervenir de forma inmediata para optimizar la dosis, la disponibilidad de técnicas analíticas rápidas y la existencia de un equipo multidisciplinar que individualice la dosis considerando la situación clínica del paciente y la información farmacocinética”.
Sánchez, que desarrolló el trabajo junto a José Fernando Muñoz Núñez, Vanessa Prieto Vicente, Alejandra Fernández Pordomingo, Noemí Rebollo Díaz, Nerea Martín Gutiérrez y María José Otero López, indica que el programa contiene “un sistema cribado para discernir los pacientes con riesgo alto de fracaso terapéutico al inicio del tratamiento y establece diferentes tiempos para la toma de muestra e intervención terapéutica, así como la técnica analítica a emplear con cada fármaco, según la estratificación del paciente”.
Los resultados hasta el momento resultan positivos. Según explica, desde febrero de 2020 a junio de 2021 se han atendido 409 pacientes y realizado 1620 intervenciones. 122 veintidós iniciaron tratamiento; 67 de alto riesgo que fueron objeto de 76 intervenciones, de las que el 80,3% implicaron un ajuste del tratamiento, y 55 de bajo riesgo en que se realizaron 57 intervenciones, pero sólo el 19,3% supuso un ajuste del tratamiento.
Sólo 25 (6,1%) pacientes en tratamiento crónico necesitaron intervención inmediata por pérdida de respuesta. Por último, en 262 pacientes en tratamiento crónico se realizaron 1458 intervenciones, que en un 37% supusieron optimización posológica.
Estos resultados han sido muy bien recibidos en el hospital, hasta el punto de haber quedado protocolizados dentro del centro, y han provocado que “tanto farmacéuticos como médicos de Aparato Digestivo de otros hospitales se interesen por cómo lo estamos haciendo aquí”, explica Sánchez.
De hecho, asegura, después de una ingente labor de charlas y presentaciones, “ya hay varios hospitales que están empezando a actuar como nosotros”.
Con el programa implantado y una monitorización plenamente activa, Sánchez se plantea junto a su equipo el nuevo gran reto, que es el conocer la evolución en el tiempo. Las EII son enfermedades crónicas y “nos gustaría conocer los datos de la evolución a cinco o diez años”, concluye.