El coste económico vinculado a las enfermedades mentales se incrementará hasta en un 30% en los dos próximos años, según el informe ‘La salud mental: el reto invisible’ realizado por la consultora IQVIA. Según los datos del informe el impacto de la ansiedad y depresión se redujo entre 2019 y 2020 de 1.307 millones de euros a 1.189, si bien en 2021 sufrió un aumento del 27% alcanzando los 1.514 millones de euros.
El trabajo aborda la salud mental desde un enfoque plenamente económico, como una causa importante de incapacidad que tiene consecuencias, tanto en la disminución de la calidad de vida de la población, como en su situación socioeconómica.
La pandemia por Covid-19 fue un detonante del incremento de las enfermedades en salud mental, detectándose un aumento de hasta el 67% en el número de contactos con servicios de urgencias relacionados con la ansiedad.
Según los datos del informe, en España hay actualmente 5,7 millones de personas mayores de 14 años diagnosticados con algún tipo de trastorno y aporta una estimación de que entre 2017 y 2021 los trastornos por ansiedad y depresión han afectado prácticamente a un 2% de población adicional.
El impacto económico no es solo consecuencia de los gastos directos como pueden ser el gasto de medicación o el de hospitalizaciones, pero también una serie de gastos indirectos derivados de las consecuencias de la ansiedad y depresión. Uno de los gastos que los trastornos de la salud mental implican es el derivado de las bajas laborales.
Teniendo en cuenta el creciente consumo de productos de Consumer Health (OTC) relacionados con el bienestar emocional y que se adquieren sin receta médica, la cifra de personas que requieren estar en contacto con clínicos para el tratamiento de ansiedad y depresión puede ser notablemente mayor, este dato además puede indicar un infradiagnóstico de ansiedad y depresión en algunos grupos de población.
El consumo actual de productos de Consumer Health para el bienestar emocional equivalen a 1,2 millones de personas tomando este tipo de productos asumiendo una adherencia del 100% y uso durante todo el año, aunque evidentemente no todas ellas requieren atención clínica y algunas de ellas ya la pueden estar recibiendo.
Ante estas cifras, señala el informe, es un imperativo dedicar los recursos que se merece la salud mental y las enfermedades mentales y alinear y coordinar no solo todos los agentes del ámbito sanitario, sino también con la comunidad educativa, como respuesta al aumento de casos diagnosticados en población adolescente y joven.
De no ser así, y si sigue aumentado al mismo ritmo que los últimos años, en 5 años el número de jóvenes diagnosticados entre 15 y 25 años se habrá multiplicado por 5 superando el millón de pacientes jóvenes que acuden al médico por estrés o ansiedad y el número de jóvenes entre 26 y 35 años se habrá multiplicado por dos. En términos puramente económicos, en 2025 los costes directos asociado a estas patologías llegarían a ser un 30% aproximadamente mayores que en la actualidad.
Con estos datos y esta previsión a futuro basada en evidencia y teniendo en cuenta que el impacto más duro de estas patologías recae sobre un segmento de la población especialmente vulnerable (por encontrarse en un momento de incorporación al ámbito universitario o profesional), tenemos un deber como sociedad: establecer, cuanto antes, políticas efectivas e inmediatas que apoyen y mitiguen las consecuencias de estas patologías.