Artículo de opinión de Francisco Javier Galindo Aragoncillo, director de Cuentas en Greater Than One Europe (www.gtoeurope.es), agencia perteneciente a AEAPS (www.aeapsalud.es)
Como casi todos sabemos, hasta la década de los setenta del siglo pasado podría decirse que las dos únicas "fuentes de información del paciente para fijar sus criterios de salud" eran el médico y el farmacéutico, que actuaban, a la vez, como “diagnosticadores” y prescriptores técnico-sociales del enfermo y, por consiguiente, eran los únicos eslabones legitimados en la cadena de formación de la opinión del paciente y, al mismo tiempo, también resultaban ser los facilitadores de datos más deseados por agencias, farmacéuticas y proveedores del sector.
Con la definitiva implantación en las sociedades más desarrolladas del Estado del bienestar (mediados de los setenta), se produjo un fenómeno singular y paradójico hasta entonces: los gobiernos precisaban disponer de un sistema de indicadores eficientes que les permitiera elaborar índices fiables sobre los factores constitutivos del bienestar social (educación, vivienda, empleo, igualdad y, sobre todo, salud poblacional). Así, el paciente unidimensional del pasado reciente pasaba a ser contemplado como un sujeto político-consumidor y un elemento decisivo en el proceso de evaluación del nuevo ecosistema social (formación de la opinión pública).
Nada de ello, sin embargo, habría sido posible sin la irrupción masiva de las llamadas entonces "nuevas tecnologías de la información" (IT) a principios de los ochenta. Ellas hicieron posible que la interlocución directa con el paciente dejase de ser un canal exclusivo de los profesionales tradicionales del sector y pasara a convertirse en una actividad cotidiana de agencias y organizaciones especializadas en la captación telemática de información.
Consecuencia de todo lo anterior ha sido la precipitación de un aluvión permanente de datos que, día a día, ha ido desbordando las bases de datos de los administradores del conocimiento del sector farmacéutico. Como suele ser habitual, los mismos que generaron el problema te venden ahora las posibles soluciones (eso sí más caras y articulada sobre plataformas tecnológicas totalmente desconocidas).
Las aplicaciones desarrolladas para el tratamiento y configuración de acumulaciones intensivas de datos (Big Data Processing Techniques), estrategias de Business Intelligence, flujos informativos a través de Blockchain, todas ellas configuraciones singulares de IA (Inteligencia Artificial) que sin duda están ayudando a dar sentido al desorden presente.
Los grandes acumuladores de información (y las agencias están entre ellos) han recibido con alegría la buena nueva digital, sin embargo, por mi experiencia sé que si nos limitamos a aplicar las soluciones tecnológicas de moda sin más cometeremos, otra vez, los errores del pasado; encontrar las soluciones adecuadas requiere entender el problema en sus justas dimensiones, tanto cuantitativas como cualitativas.
Francisco Javier Galindo Aragoncillo es director de Cuentas en Greater Than One Europe (www.gtoeurope.es)