El reciente informe sobre el pago de la innovación en medicamentos, encargado por la Comisión Europea, propone recurrir a precios dinámicos y plantearse el pago por servicios –en lugar de productos-.
Pagar por servicios en lugar de pagar “comprimidos” obligará a incorporar a la ecuación la adherencia terapéutica, según los autores, miembros del panel de expertos sobre formas efectivas de invertir en salud (EXPH, por sus siglas en inglés).
El precio de los nuevos medicamentos es en sí un proceso dinámico, que comienza con las primeras fases de desarrollo (incluyendo el coste de I+D) y debe ajustarse en otros puntos hasta el final de la vida del producto, siempre con criterios claros, indica el documento. Este proceso debe aprovechar los instrumentos disponibles y la cooperación continua de los agentes económicos relevantes.
Los modelos para la definición de precios que exigen los nuevos tiempos son más flexibles, y entre ellos los autores mencionan el pago por resultados, pero también consideran las multas por resultados negativos.
Por otro lado, el uso de precios no lineales es una opción que se encuentra operativa en otros sectores industriales, recuerdan. Según plantean, el modelo tradicional de precio por unidad de medicamento –o precio lineal- utiliza un único instrumento –el precio- para lograr diferentes objetivos. Ante intereses en conflicto, se busca un término medio que será el precio.
Por el contrario, los precios diferenciados en función del volumen, las características de los pacientes que recibirán la terapia o los acuerdos de entrada en el mercado permiten adaptarse a diferentes factores (como promoción de la innovación relevante, acceso y sostenibilidad), añaden.
Sinergia en las combinaciones
Las combinaciones de fármacos, con precios más elevados que el de los productos individuales, es otro aspecto al que el informe dedica una reflexión. La cuestión recuerda –indican- a la teoría de los precios en lote. “Lo más relevante es que la combinación de productos existentes se presenta como innovación, como un medio para obtener un precio mayor”, apuntan.
Admitiendo que la combinación de productos ya existentes puede tener un valor añadido para los pacientes, los costes de producción no son significativamente distintos de los de los medicamentos que componen la combinación por separado, de modo que los efectos de precio como incentivo a la innovación en este contexto son prácticamente nulos, mientras que los incentivos podrían concentrarse en las combinaciones cuyos efectos sean sinérgicos.
Otra idea que subrayan es que la naturaleza “extremadamente costosa” de los nuevos productos farmacéuticos no es algo inevitable. Proponen otras estrategias para recompensar la innovación, tales como incentivos fiscales e iniciativas público-privadas.
Mirando a otros sectores, como el de las telecomunicaciones, se ha visto que la innovación tiene el potencial de aumentar la calidad y reducir los precios a lo largo del tiempo.
Los autores insisten en la distinción entre la evaluación de tecnologías sanitarias (HTA) orientada al valor clínico y la HTA como estimación para la decisión sobre precio, ya que esta última tiene componentes sociales y políticos.