Política

¿Cuál es el diagnóstico y tratamiento para el impulso industrial farmacéutico de España?

España tiene potencial para liderar la industria farmacéutica europea, pero necesita activar su productividad latente. Esta fue una de las claves destacadas en el coloquio organizado por Diariofarma, donde expertos e instituciones analizaron cómo reforzar la inversión y la competitividad del sector ante los desafíos regulatorios y geoestratégicos.
Participantes en el coloquio ‘Investigación e innovación como factores clave de la economía europea’ . Fotos: Irene Medina.

La investigación y la innovación se han consolidado como vectores estratégicos para la economía europea, especialmente en el ámbito sanitario y farmacéutico. Así se puso de manifiesto en el coloquio ‘Investigación e innovación como factores clave de la economía europea’ organizado por Diariofarma dentro del ciclo “El impacto de la Agenda Legislativa Europea sobre el sector sanitario y farmacéutico en España”. Esta nueva edición da continuidad a los anteriores celebrados en torno a la Estrategia Farmacéutica Europea y al paquete legislativo europeo. El coloquio se centró en analizar el papel de la innovación como motor económico para el continente y en abordar los desafíos normativos, estratégicos y estructurales que condicionan su desarrollo.

El encuentro contó con la asistencia de Víctor Ausín, director general de Política Económica del Ministerio de Economía; Daniel Ruiz Iruela, subdirector general de Programas Internacionales de Investigación y Relaciones Institucionales del Instituto Salud Carlos III; Juan Yermo, director general de Farmaindustria; Alvaro Hidalgo, director del Grupo de Investigación en Economía de la Salud y Gestión Sanitaria de la Universidad de Castilla-La Mancha y Presidente de Weber; Jesús García Foncillas, presidente de la Fundación ECO y por videoconferencia participó Thomás Allvin, director de Estrategia de la Federación Europea de la Industria Farmacéutica (Efpia).

El encuentro moderado por José María López Alemany, director de Diariofarma, contó con el apoyo de las compañías Lilly, MSD, Novartis y Pfizer, que reafirmaron así su compromiso con el debate político-sanitario desde una perspectiva europea. La jornada estuvo marcada por un enfoque económico, industrial y estructural, con especial atención al papel  de la industria farmacéutica en España. 

La industria debe transformar la inversión en productividad

Víctor Ausín realizó una exposición inicial en la que ofreció un análisis pocas veces visto. En la misma profundizó en una visión estructurada del sector farmacéutico desde una perspectiva económica. Ausín planteó un diagnóstico claro: la industria farmacéutica española tiene potencial, pero sufre un estancamiento en productividad, a pesar de los niveles relevantes de inversión.

Víctor Ausín

La intervención, realizada con un enfoque analítico, comenzó con un diagnóstico sobre la posición de la industria farmacéutica española en el contexto europeo, destacando sus fortalezas y debilidades frente a otros países. Después, examinó el impacto económico de la apuesta por los medicamentos genéricos y las implicaciones que esta estrategia tiene para el sector en su conjunto. Más adelante, puso el foco en la productividad como factor determinante de competitividad y cerró su exposición con una radiografía económico-financiera de lo que era una empresa media del sector en España, subrayando su evolución en los últimos años.

Inició su intervención con una comparación macroeconómica del sector farmacéutico en diferentes países. El análisis incluyó el valor añadido bruto (VAB), la productividad; el empleo, la facturación, costes y márgenes, así como el número y tamaño de las empresas. Tras el análisis expuesto, Ausín concluyó que, desde el punto de vista de la industria manufacturera, la industria sueca es la más estratégica. Y, apuntó que hay similitudes entre los perfiles de la industria española y francesa, así como entre la italiana y alemana. Bajando en la comparación, explicó que Francia destaca por tener poco peso en el número de compañías, pero “sus empresas son grandes y cada vez más”, siendo un aspecto relevante a tener en cuenta. Y por otro lado, en términos de empleo, recordó que “la idea es ser muy productivos, estar muy arriba en VAB y muy bajos en empleo”.

Según Ausín, el mayor problema de la industria española es que “no somos capaces de transformar bien el trabajo en productividad”. En cambio, los franceses, cuentan con mucho menos peso en el VAB respecto al total, pero cuentan con mucha más capacidad para generar productividad. España “no lo hace del todo mal”, pero lo hace a base a comprimir mucho los salarios, diagnosticó el director general. Al contrario de los suecos que son “más capaces de diferenciarse en términos verticales, de calidad de producto y en términos de marca”. Para el responsable de Economía, lo ideal “es intentar ser competitivos gracias a la productividad” y no por una reducción de carga salarial, subrayó. 

Daniel Ruiz Iruela

El director general señaló que entre 2008 y 2022 en el sector farmacéutico de la mayoría de países analizados, ha habido un crecimiento de la productividad, menos en España y Portugal. Los franceses, por ejemplo, han ganado mucha productividad porque han generado “un proceso de concentración empresarial” muy relevante. Han ganado muchísima sinergia y mucha economía de escala. Por su parte, destacó que los italianos, con una visión muy parecida a los alemanes, son muy buenos “transformando sus inversiones en intangibles y en salarios en términos de productividad”. Pero, en España a pesar de contar con muy buena inversión en tangible e intangible, en I+D+i , no son capaces de generar ese rédito. España “tiene un problema de productividad”, recalcó. 

De este modo, Ausín subrayó que la competitividad del sector en España no se apoya en la productividad, sino en la contención salarial. Los datos evidencian que el diferencial salarial del sector farmacéutico en nuestro país respecto a la media industrial se ha reducido drásticamente, ha pasado de un 70% más alto que la media de la industria en 2008, a situarse en la actualidad en un 35% por encima. El crecimiento de las exportaciones se ha logrado sin un incremento proporcional en productividad.

España se ha estancado en términos de productividad

El cambio en la estructura salarial ha sido claramente identificado por Economía. El punto de inflexión se produjo en 2008, cuando se inició una orientación del sector desde una producción extensiva a otra intensiva. A este respecto, el crecimiento del medicamento genérico ha sido determinante en la evolución del sector, con aspectos positivos, al “contener el gasto público” y generar “superávit en la balanza comercial farmacéutica”; pero al mismo tiempo, ha desincentivado la decisión de “inversión en activos intangibles”, como patentes, marca o innovación organizativa. Ausín realizó un análisis de las implicaciones de intervenir legalmente en el impulso a los medicamentos genéricos o de marca y señaló que con el impulso a la compra de genéricos, los márgenes nacionales se hundieron.

Daniel Ruiz Iruela y Juan Yermo

Otro de los elementos destacados fue la evolución de la inversión en capital, ya que desde el año 2000, el sector venía aumentando su apuesta por los activos inmateriales, pero esta tendencia se detuvo tras la expansión del genérico y la crisis de 2008. Desde entonces, según dijo, la inversión se ha redirigido hacia activos materiales, como plantas de producción o maquinaria, lo que ha limitado el crecimiento de la productividad.

Pese a todo, consideró que la situación financiera de las empresas es sólida, con un nivel de endeudamiento bajo y una alta capacidad de autofinanciación. Sin embargo, Ausín explicó que la rentabilidad sigue siendo baja en términos relativos europeos, debido precisamente a la dificultad para transformar los recursos disponibles en valor añadido intangible.

Ausín cerró su intervención con tres mensajes clave: España necesita un impulso en productividad para su industria farmacéutica, alineado con otros países europeos;
el sector tiene potencial para crecer y diferenciarse, especialmente a través de la inversión en marca, diferenciación vertical e intentar trabajar más en lo que es el activo intangible. Y, por último, pidió a la industria que la inversión en  I+D+i no se limite al ámbito clínico, sino que debe extenderse a todo el modelo de negocio, incluyendo promoción, organización, expansión y gestión del conocimiento. Es decir, muchísimos otros ámbitos que trascienden del puro ámbito de la medicina y la ciencia y que son comunes a otros sectores, como el automovilístico o el turismo. “Todo ese know-how es importante que se aplique también en la industria farmacéutica”, aseguró.

Un modelo europeo en riesgo: amenazas y oportunidades

Tras la intervención de Ausín, se plantearon diversas preguntas a los participantes. La primera cuestión del coloquio puso sobre la mesa un interrogante clave. ¿Qué consecuencias afronta Europa si no consolida una industria farmacéutica innovadora y competitiva? La respuesta de los expertos coincidió en señalar que el riesgo no es solo económico, sino también estratégico, sanitario y social.

Desde el Ministerio de Economía, Víctor Ausín insistió en su mensaje alrededor de que el verdadero reto no está en competir en costes, sino en ganar en productividad. Apostar por una innovación amplia que no se limite al desarrollo científico, sino que abarque procesos, gestión empresarial y formación es, a su juicio, la única vía para mejorar la competitividad sin depender de la compresión salarial.

Thomas Allvin participó por videoconferencia

Desde el ámbito de la investigación pública, Daniel Ruiz puso el acento en el papel estratégico que desempeña el Sistema Nacional de Salud (SNS) como motor de la investigación traslacional. “La producción científica no está falta de la pérdida de competitividad”, aunque tienen muy claro que el objetivo final tiene que “impactar socialmente en las familias, en los pacientes y en vertebrar”, de modo que se alinee la investigación que se realice en los hospitales y la de los institutos de investigación sanitaria. 

Asimismo, aseguró que uno de los mayores retos es la atracción y retención de talento, así como el relevo generacional en ciencia. Ambos, se presentan como factores decisivos para sostener la competitividad, junto con una mayor integración entre innovación asistencial e innovación industrial.

Ruiz señaló que es fundamental continuar fomentando la “cultura de la innovación” y “fomentar avanzar en paralelo con la industria en innovación terapéutica y farmacéutica”. En este sentido, puso en valor la creación de proyectos pilotos en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) y pidió a los representantes de la industria presentes en el acto su apuesta por impulsar estas iniciativas públicas para mejorar la colaboración público- privada y sostenerse en el tiempo.

Thomás Allvin alertó sobre el deterioro progresivo de la posición europea en el ámbito de la innovación biomédica. En las dos últimas décadas, Europa ha visto reducir su peso en inversión en I+D+i, en ensayos clínicos y en fabricación, mientras otras regiones como Estados Unidos y, más recientemente, China, han tomado la delantera. La situación podría agravarse aún más en un escenario geopolítico tenso, con nuevas barreras comerciales y aranceles. A este respecto, Allvin recordó que “el mercado estadounidense representa una parte fundamental de los ingresos para las grandes compañías farmacéuticas. Si se aplicaran aranceles u otras restricciones, los costes se dispararían considerablemente”, señaló. Según el experto, el objetivo de estas medidas sería incentivar el traslado de la producción farmacéutica al territorio estadounidense, una estrategia respaldada por el peso dominante de EE.UU. en el mercado global del sector.

Allvin explicó que de acuerdo con los resultados de una encuesta realizada entre las principales empresas miembros de Efpia, un escenario de este tipo pondría en riesgo cerca del 85% de la inversión en gastos de capital y alrededor del 50% de la inversión en I+D. “Estas cifras son dramáticas”, afirmó el portavoz de la asociación. Aunque los aranceles afectarían principalmente a la manufactura, ya se han visto respuestas en el sector, con varias farmacéuticas anunciando nuevas inversiones en plantas de producción en EE.UU. como medida preventiva ante una posible implementación de esta política comercial. Tal y como alertó Allvin, esta relocalización no afectaría solo la producción, sino también toda la cadena de valor. “Donde se investiga y se fabrica es también donde se accede antes a las innovaciones”, recordó Allvin, apelando a una reacción política decidida por parte de la UE

Desde una perspectiva nacional, Juan Yermo sostuvo que España ya es un hub farmacéutico, tanto en producción como en investigación clínica, pero advirtió de que el país no puede conformarse. La industria farmacéutica lidera en productividad dentro de la economía española, representa casi el 2% del PIB y constituye el principal motor de exportación de bienes de alta tecnología. Sin embargo, remarcó que el estancamiento en productividad y la debilidad de la inversión en productos innovadores de alto valor, como los biológicos o las terapias avanzadas, siguen siendo una asignatura pendiente. “España peca históricamente de baja productividad”, aseveró. Asimismo, hizo referencia al “trauma que se produjo para la industria durante el periodo 2008-2009, que cambió claramente la trayectoria de la inversión en intangibles en la industria, sobre todo en la parte de producción”. No obstante, se ha mantenido una buena situación en relación al I+D+i  en relación a los ensayos clínicos.

En este sentido, reclamó una estrategia de país, basada en una visión a largo plazo y en una legislación que incentive la transformación industrial, la transferencia de conocimiento y la inversión en medicamentos disruptivos. Tomando como elemento de diagnóstico el análisis presentado por Ausín, planteó la necesidad de profundizar en esos datos para ser tenidos en cuenta ante “las decisiones regulatorias legislativas que se vayan a adoptar y que determinarán el futuro de la industria farmacéutica”. 

A este respecto, Yermo lanzó una pregunta clave, “¿qué industria queremos, una industria de bajos márgenes o una industria farmacéutica con altos márgenes donde la marca atraiga la innovación?” Para el director general de Farmaindustria está claro que es necesario “invertir más en innovación, pero es necesario contar con plantas que garanticen el suministro”, por ello, es necesario buscar un “equilibrio”, que permita “mantener la industria nacional, tanto en genéricos como en marca”, ya que es “absolutamente esencial no depender de terceros países”. 

En el ámbito clínico, Jesús García Foncillas advirtió sobre la pérdida de competitividad regulatoria que está afectando a Europa. Pese a que España lidera en número de ensayos clínicos y pacientes reclutados, la comparación con Asia es preocupante: mientras allí las aprobaciones de inmunoterapia celular se aceleran, en Europa los tiempos se alargan más allá de lo razonable. Foncillas reclamó una coherencia real entre la apuesta por la investigación y el esfuerzo inversor, recordando que el gasto sanitario en España sigue muy por debajo de los niveles europeos, lo que pone en riesgo tanto la equidad como la oportunidad en el acceso a terapias innovadoras.  Es necesario un cambio de regulación a nivel europeo, “Europa es experta en regular, pero no en facilitar la innovación”, aseveró. 

Por su parte, Álvaro Hidalgo, desde una doble mirada económica y sanitaria, recordó que las decisiones regulatorias, especialmente en materia de precios, tienen efectos a largo plazo sobre el modelo industrial. Abogó por un tratamiento diferenciado para los distintos perfiles empresariales: mientras que las multinacionales deben encontrar en España un entorno atractivo para invertir en ensayos clínicos y producción, las compañías nacionales necesitan precios sostenibles que permitan mantener su actividad y competir sin deslocalizar su base productiva. Además, Hidalgo defendió el valor del sistema sanitario español como campo de pruebas ideal para validar innovaciones digitales, tecnológicas y organizativas.

Inversión, regulación y sostenibilidad

El sostenimiento de un modelo de innovación sólido en Europa requiere no solo financiación directa, sino también un marco normativo, fiscal y estructural coherente con los objetivos de productividad y competitividad. Este fue el eje del segundo bloque del coloquio, en el que se analizaron las condiciones necesarias para consolidar un entorno atractivo y resiliente frente a otras regiones del mundo.

Víctor Ausín abordó la cuestión desde una perspectiva estructural. Reconoció que el actual modelo de fijación de precios, excesivamente presionado a la baja, condiciona el tipo de industria que se consolida en España, más orientada hacia la producción intensiva y de bajo valor añadido. Ante esto, apostó por una revisión del sistema que permita una industria balanceada en términos de calidad y cantidad y con una diferenciación vertical a través de la diferenciación por marca.

Un momento del coloquio

Ausín también consideró necesario que las regulaciones nacionales se estandaricen y homologuen a nivel europeo para evitar fragmentar los mercados y, en materia de competencia exterior, consideró necesario que todos los productores “compitan en  el mismo terreno de juego” de costes regulatorios o estándares ecológicos. A este respecto, señaló la necesidad de incorporar al cálculo de la huella de carbono de los medicamentos producidos en Asia el impacto de su transporte marítimo, por ejemplo. 

Daniel Ruiz defendió la necesidad de que las inversiones estructurales tengan continuidad. Insistió en la importancia de alinearse con las estrategias europeas para reforzar las infraestructuras de investigación ya creadas, como las plataformas de medicina personalizada o las unidades de investigación clínica. Reivindicó también el papel vertebrador del sistema público como entorno ideal para desplegar la innovación en condiciones reales, pero reclamó mayores recursos para la cohesión territorial, fortalecimiento de la atención primaria y desarrollo profesional investigador, condiciones que considera fundamentales para atraer talento y consolidar un tejido investigador sostenible. Asimismo destacó la importancia de evaluar lo que se está realizando, pero para ello, es fundamental contar con los suficientes recursos. 

Thomás Allvin recordó que la industria ya invierte más de 50.000 millones de euros anuales en Europa en I+D+i, y que su voluntad es seguir haciéndolo siempre que se generen las condiciones adecuadas. Subrayó que las asociaciones público-privadas europeas han demostrado ser herramientas eficaces para fortalecer el ecosistema de innovación, poniendo como ejemplo los avances en medicina personalizada, observatorios de resultados en salud o el propio desarrollo de vacunas contra el ébola. En esta línea, reclamó marcos regulatorios más predecibles, estándares comunes de acceso al mercado y una visión europea que reconozca las diferencias económicas entre países, pero asegurando el acceso equitativo a los medicamentos innovadores en toda la UE.

Por su parte, Juan Yermo alertó del riesgo real de desinversión en Europa. Recordó que más de 100.000 millones de euros previstos por la industria para el periodo 2025-2029 podrían redirigirse fuera del continente si no se garantiza un entorno competitivo. En el caso de España, las inversiones comprometidas por el sector podrían caer un tercio, respecto de los 9.000 millones invertidos entre 2022 y 2024 si no se refuerza la certidumbre regulatoria y se agilizan procesos como los ensayos clínicos. Yermo defendió que España es aún un país atractivo para el sector, pero advirtió de que esta posición es frágil y depende en gran medida de las decisiones legislativas que se adopten en los próximos meses.

Desde la perspectiva clínica, Jesús García Foncillas ilustró cómo la falta de inversión en investigación y diagnóstico de precisión tiene un impacto directo en la supervivencia de los pacientes. Puso como ejemplo el cáncer de pulmón y el de mama, donde el acceso a terapias innovadoras puede multiplicar por tres la esperanza de vida. Reclamó mayor equidad territorial en el acceso a la innovación diagnóstica y recordó que no se trata solo de calidad asistencial, sino de vida o muerte para miles de personas.

Finalmente, Álvaro Hidalgo planteó la necesidad de mejorar la percepción social del valor de la innovación. A su juicio, la ciudadanía no es consciente del coste real de muchos tratamientos cubiertos por el sistema público, lo que dificulta un debate informado sobre la sostenibilidad. Propuso incorporar en las evaluaciones de innovación una perspectiva más amplia, que tenga en cuenta los beneficios sociales, económicos y de productividad que aportan los medicamentos, más allá del coste directo para el sistema sanitario.

Productividad, sostenibilidad y visión de futuro

La sostenibilidad de la industria farmacéutica europea y su capacidad para seguir liderando la innovación científica pasan, según coincidieron los ponentes, por un giro estructural que refuerce la productividad, la inversión en talento y la visión estratégica a largo plazo

Víctor Ausín fue tajante al afirmar que “la clave vuelve a estar en la productividad, ya que esta es la que está detrás de la rentabilidad”. Además, indicó que para la inversión son necesarios “tres ingredientes, certidumbre, rentabilidad y financiación”, y España cada año financia al exterior con 50.000 millones de euros para financiar otros proyectos. El motivo, explicó, es porque “el resto del mundo es más rentable”. “Las ayudas no traen inversión, es una falacia de manual. La productividad sí”. A su juicio, Europa no puede competir por la vía de los subsidios ni poner trabas a la salida de capitales, sino que debe centrarse en generar un entorno que impulse la rentabilidad de las empresas. Defendió una revisión del modelo económico que deje atrás el “subsidio de baja productividad” y apueste por la transformación estructural, con mayor eficiencia, diferenciación y calidad en el tejido empresarial. 

Thomás Allvin insistió en que reforzar la cadena de valor farmacéutica europea tiene beneficios evidentes, tales como, crecimiento económico, creación de empleo de alto valor añadido y mayor autonomía estratégica. Pero para que eso ocurra, la innovación debe dejar de verse como un gasto y reconocerse como una inversión con retornos sociales y económicos a medio y largo plazo, siempre teniendo en cuenta que debe mejorarse el acceso. Allvin propuso incorporar la salud a las estrategias de defensa y seguridad de la UE, argumentando que mantener a la población sana es esencial para garantizar el crecimiento en una Europa demográficamente envejecida. 

También alertó de que los incentivos actuales no son suficientes: el mercado estadounidense, con el doble de volumen en ventas que Europa, sigue atrayendo la mayoría de las grandes inversiones internacionales.Como cierre, los ponentes explicaron que España parte con grandes activos para liderar la producción e innovación farmacéutica, pero también con frenos que hay que resolver. Víctor Ausín ve una productividad latente que sólo necesita el “empujón final”; Thomas Allvin insiste en invertir y recompensar la innovación, aunque advierte de que las regulaciones de precios pueden ahogar el impulso inversor; Álvaro Hidalgo destaca el sólido Sistema Nacional de Salud como imán, frente a la incertidumbre normativa; Daniel Ruiz Iruela apuesta por unos servicios públicos de I+D sanitaria fuertes y lamenta la escasa transferencia público-privada; Juan Yermo subraya la oportunidad de una colaboración público-privada estable y teme los efectos de una mala regulación; y Jesús García Foncillas remata señalando el talento investigador como ventaja decisiva, pero alerta de que una estructura inadecuada y la situación regulatoria pueden lastrar ese potencial.

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