Artículo de opinión de Fernando Ribot, tesorero de Asprofa.
Desde hace ya algún tiempo, venimos asistiendo a la aparición de infinidad de startups de farmacia, la mayoría de ellas de capital ajeno a la farmacia comunitaria (o con una mínima relación previa con ella que pueda facilitarles el introducirse con más rapidez en el sector).
Son empresas emprendedoras, apoyadas por business angels cuyo potencial es el inmenso músculo financiero que aportan estos mecenas, y que tienen como objetivo principal el convertirse en un modelo escalable que pudiera hacer disparar sus números en cuanto a facturación o valor de la empresa en caso de tener recorrido. Una gran cantidad de startups acaban vendiéndose tras poco tiempo a un tercero, que puede ser un fondo de inversión o una empresa con intereses totalmente contrapuestos a los nuestros.
Son casos como empresas de telefarmacia, de preparación de sistemas personalizados de dosificación (SPD) y servicio a domicilio, y muchas otras Apps lanzadas desde aseguradoras privadas, bancos, distribución o incluso laboratorios.
Alguna de estas empresas y su funcionamiento, de cuestionable legalidad si nos atenemos a la Ley del Medicamento, están pendientes de litigios a la espera de las respectivas sentencias en los tribunales sobre lo correcto de su funcionamiento. Todas ellas tienen un punto en común que, según publicitan, son el “gran avance” para mejorar la calidad de vida del paciente.
En mi opinión, bajo ese pretexto de mejorar la salud de nuestros pacientes, se esconde ni más ni menos que el cambiar el modelo mediterráneo de farmacia en España; el cual, hoy por hoy, se caracteriza por la gran capilaridad del servicio farmacéutico en España, en donde prácticamente el 100 por 100 de la población tiene una oficina de farmacia a poca distancia de su domicilio.
Muchas de estas empresas, a su vez, cierran acuerdos de colaboración con otras startups de delivery, como puede ser Glovo por ejemplo, entrando también en un terreno pantanoso (la llamada uberización de la farmacia), donde entraría en juego la más que posible ilegalidad del servicio a domicilio de medicamentos en España y la amenaza que supondría afectar la viabilidad de tantas y tantas oficinas de farmacia, que a día de hoy, con el modelo regulado que hay vigente, sí que pueden ser sostenibles.
En mi opinión, la oficina de farmacia tiene que avanzar tecnológicamente y hay infinidad de Apps que sí que han logrado beneficios para el desarrollo de la profesión: ya sea la receta electrónica, su posterior interoperabilidad, Nodofarma asistencial, todas las Apps para el paciente donde pueden acceder a su historia, prescripciones, tratamientos y últimas dispensaciones, así como los continuos avances que aparecen día a día desde la distribución, Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF), laboratorios y programas de gestión, los cuales nos facilitan el día a día de la gestión de nuestras empresas.
Pero también pienso que nos hacemos un flaco favor dándoles alas a este tipo de empresas ‘externas’ a las que me refería al principio, consiguiendo que en un futuro pasen a ser totalmente indispensables en la cadena y acabando nosotros mismos siendo rehenes de las mismas, cuando las ventajas que pueden ofrecernos no compensan en mi opinión el daño que acarrearían a nuestros negocios.
Más sorprendente aún es que algunas de estas empresas se hayan publicitado bajo el supuesto aval de nuestras patronales, teniendo que salir muchas de estas patronales provinciales, así como varios colegios a desmentirlo.
Otro punto importante es la base de datos que pueden almacenar algunas de estas empresas de telefarmacia, y lo peligroso que sería que una sola empresa pueda retener cientos de miles o millones de datos de pacientes teniendo acceso a sus tratamientos y prescripciones.
En este caso, sí que es claro que la amenaza es total para mantener el modelo de farmacia actual.
Por todo ello, sería interesante reflexionar acerca de esta problemática que nos acecha últimamente, y decidir si queremos un modelo sostenible o si queremos un nuevo escenario en donde la incertidumbre y la posibilidad del “pelotazo fácil” sea lo que nos gobierne.
Yo lo tengo claro, ¿y vosotros?...
Fernando Ribot, es farmacéutico comunitario y tesorero de la Asociación de Profesionales de la Farmacia (Asprofa).