Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma.
Ha pasado un año desde que empezamos a vivir esta situación que se ha llevado por delante la vida de miles y miles de personas. Una pandemia que nos ha condenado a la crisis económica más importante en tiempos de paz que se recuerda y me da la sensación de que, pese a eso, no se están aplicando de forma adecuada todos los recursos disponibles en aprender a manejar la covid-19.
Mucho se ha avanzado en el campo de la asistencia sanitaria y el desarrollo de vacunas. En solo un año ya hay mucho más conocimiento, y se aplica, en la atención a las personas con covid-19. Los palos de ciego del inicio han dado paso a tratamientos más eficaces que reducen las consecuencias de la covid-19. Además, en solo un año ya disponemos de cuatro vacunas autorizadas para afrontar la pandemia. A este respecto solo queda el reto de hacerlas disponibles. Un reto que se está mostrando muy relevante, pero ante el que hay que poner toda la carne en el asador. Bueno, y también el reto de la información y de evitar que la sociedad caiga en absurdos rechazos a unas o a todas las vacunas.
En lo que creo que no ha variado demasiado la situación en todo un año es en cuanto a las medidas de control de los contagios. El cierre, el toque de queda y la restricción de derechos sigue siendo el único planteamiento puesto encima de la mesa. Y, en cambio, no se está haciendo un uso intensivo, como debería hacerse, tanto de la tecnología como de los datos y de la información que se dispone para cambiar la manera de afrontar el virus.
Hace ya seis meses que está claro que la transmisión por aerosoles es clave en el caso del virus SARS-CoV2. ¿Y qué se ha hecho al respecto? Nada. Hace tiempo que parece claro que algunos tipos de mascarillas deberían estar desaconsejadas, especialmente en entornos cerrados. ¿Y qué se ha hecho al respecto? Nada. Hace tiempo que se sabe que más importante que los aforos es la renovación del aire. ¿Y qué se ha hecho al respecto? Nada.
Creo que se siguen tomando medidas por inercia y no por aplicación de la evidencia disponible.
¿De qué sirve cerrar perimetralmente las comunidades autónomas si la gente se concentra sin medidas suficientes de protección en sitios cerrados dentro de su comunidad autónoma? La mayor parte de la gente que en momentos como Semana Santa saliera de su residencia habitual sería para ir a segundas residencias donde haría una vida exactamente igual a la que hará en donde vive. ¿Dónde está el riesgo? Tal vez sea una cuestión política más que sanitaria la que se pone encima de la mesa para estos cierres perimetrales.
Durante las semanas previas se puso el foco en este cierre perimetral con motivo de la festividad de San José el pasado 19 de marzo. La teoría dominante dice que, al haber un día de fiesta, los contagios deberían crecer. Pues bien, las comunidades autónomas en las que no fue fiesta el 19 de marzo han tenido un peor comportamiento en la semana del 18 al 25 de marzo respecto de la semana del 11 al 18 de marzo que las comunidades autónomas en las que sí fue fiesta. De las siete CCAA en las que han bajado el número de casos en cada semana, cuatro tuvieron fiesta el 19M. Sé que no tiene sentido que haya una ‘protección’ pero a lo mejor tampoco tiene sentido pensar lo contrario. Al final, lo importante son las actuaciones individuales de cada uno ya que, para evitar riesgos, lo que hay que hacer es disponer de información adecuada y ser cauteloso. Y eso se puede hacer o no en el trabajo, en un comercio, en un restaurante o en tu casa de la montaña o de la playa.
Por ello, creo que muchas veces se está poniendo el foco en que parezca que se hacen cosas, que se toman medidas, aunque estas sean inútiles o, al menos, no tan efectivas como otras que además permitirían ir avanzando hacia una normalidad real. El problema principal es que no se mide ni se analizan las estrategias.
Medidas lógicas y basadas en la ciencia
Desde mi punto de vista, las medidas que se pongan en marcha deben ser lógicas, de sentido común, dictadas realmente por la ciencia y adaptadas a la situación. Es decir, se debe priorizar la vida en exterior, pero todo lo que se pueda hacer en interiores debe tener unas medidas de control y ventilación estrictas. Es ahí donde creo que hay que poner el foco. ¿Cómo va a ser lo mismo un restaurante que ha invertido en sistemas de ventilación, renovación de aire y filtrado y cualquier otra medida que reduzca los riesgos, más allá de la reducción de aforo, que otro que no ha hecho nada de eso? Pero para la administración todos son iguales y se rigen por las mismas reglas de brocha gorda. Y todos cierran o todos abren independientemente de sus circunstancias. Así que desaparecen los incentivos para que los afectados inviertan en seguridad.
Similar a esto son las normas que se dictan para los entornos privados. ¿Cómo va a ser lo mismo que alguien se junte con tres amigos en una habitación de 12 metros cuadrados, que en otra de 25 o que lo haga en un jardín? O que en una terraza se junten seis personas en una mesa pequeña de 90 cm de lado o en una de 2 metros. La norma no pone el foco en la distancia o en los metros cúbicos de aire disponibles por cada persona, como se supone que debería hacer la ciencia. No. Pone el foco en un número aleatorio y absurdo que solo tiene sentido o justificación en que sea fácil de controlar, pero no por ello es efectivo.
Las normas deberían establecer las condiciones de calidad de aire necesarias para abrir al público los sitios que se encuentren en interior y, una vez marcadas, quien cumpla podría abrir y quien no, pues no. ¿Que es más difícil de controlar? Pues claro, pero serían medidas respaldadas por la ciencia, mucho más efectivas y lógicas.
Mientras tanto, seguimos entretenidos con la limpieza de manos. Que siempre es importante, pero en un momento en que todos vamos con mascarilla… ¿cuántos fómites hay en los objetos que puedan producir un contagio? Ese ‘tiempo de pantalla’ de concienciación se debe utilizar para que la gente se ocupe de lo realmente importante: un buen uso de una mascarilla que proteja de verdad y que esté bien colocada para evitar que el aire entre, o salga, por los pliegues que se forman en muchas de ellas, además, de insistir en toda la información y necesidad de ventilación en espacios cerrados.
Llevamos un año de pandemia y seguimos enfrentándonos al virus de la misma manera que en marzo de 2020. Los intentos de utilización de la tecnología han caído en saco roto. La gran importancia que debía haber jugado aplicaciones como Radar Covid ha quedado en nada y no se ha buscado la manera de reactivarlo.
Llevamos un año de pandemia y solo somos conocedores de la situación de contagio en el 10% de los casos. ¿Así como vamos a saber si las medidas puestas en marcha son las adecuadas? Y si no se sabe la situación del contagio, ¿cómo se va a conocer a qué se ha debido el mismo? O, por ejemplo, ¿qué tipo de mascarilla llevaba el paciente para saber si es un factor relevante…?
No se pone el foco en lo esencial: medidas que de verdad sean útiles sin ser devastadoras para la economía, además de insistir en la formación e información de todos los ciudadanos. Por ello, si no llega a ser por las vacunas, podríamos seguir de ola en ola hasta que todos hubiéramos pasado la enfermedad y con la economía más que destrozada. De verdad que no lo entiendo.
José María López Alemany es director de Diariofarma.