Artículo de opinión de Manuel González Barón, director honorario de la Cátedra de Oncología y Medicina Paliativa de la UAM y jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario La Paz (jubilado)
La editorial EUNSA ha publicado recientemente la traducción a español de “Helping and Healing” (1997) el último libro de Edmund D. Pellegrino y David C. Thomasma, que el traductor ha titulado “Sanación y vocación“ con un subtítulo muy aclaratorio: “El compromiso religioso en los cuidados de salud”. Un libro singular, nuevo, de interés para los médicos y resto de profesiones sanitarias.
La obra, de algo más de 300 páginas, está constituida por una recopilación de artículos previos de los autores y una única idea conductora: cómo debe conformarse en medicina la razón natural y la fe en cualquier credo religioso. El traductor y verdadero componedor del libro es el doctor Manuel de Santiago, ampliamente conocido en la bioética española y acreditado conocedor de la vida, trayectoria profesional y obra de Pellegrino, el cual inicia el libro con un amplio “Estudio introductorio” sobre la vida y obra del maestro, que acerca al lector a la figura histórica de este eminente clínico, profesor y gestor de grandes instituciones médicas norteamericanas; hoy considerado uno de los principales estudiosos de la ética médica de todos los tiempos.
El libro consta de nueve capítulos, precedidos por una introducción a cargo de los autores. En estos capítulos los autores abordan temáticas tan importantes como “salud y enfermedad”, “sanación y cuidado”, “religión y proceso de sanación”, el “principio de vulnerabilidad”, “la religión y los principios de la ética médica”, “la medicina como llamada”, “una comunidad de sanación”, y los dos últimos sobre “amor y justicia en el ministerio de la salud: de la profesión a la vocación, la perspectiva filosófica” y “amor y justicia en el ministerio de la salud: la perspectiva teológica”.
Para Pellegrino y Thomasma la medicina es una profesión que va más allá de la simple curación de enfermedades. Pues la meta del acto médico —esto es, la plenitud del acto clínico— es la sanación, es decir, la curación y el cuidado del paciente conjuntamente, y ambos integrados en el principio del “bien del enfermo”, un clásico en la medicina desde el viejo código hipocrático. Los médicos adquieren una gran responsabilidad ante sus pacientes, superior a la de otras profesiones de ayuda, y en razón a su competencia profesional sobre la vida y la muerte. Y no solo en términos de salud física, sino también emocional y espiritual. Desde esta perspectiva, la responsabilidad alcanza a recuperar sus proyectos de vida y a superar los obstáculos que les impiden vivir plenamente; un ambicioso objetivo para el cual han de comunicarse de manera efectiva y afectiva con el enfermo, entender sus necesidades y trabajar juntos en un plan de tratamiento que aborde todos los aspectos de su bienestar personal. Así fue al menos desde el siglo XIX. Y casi imposible hoy, lamentablemente, en los modelos liberales y socializados a los que estamos acostumbrados.
Se trata de formular una nueva y actualizada doctrina de la medicina a partir del propio acto médico; es decir, desde la consideración de que el acto médico clínico no es solo un acto técnico sino también moral. Desde esta clave, la profesión médica es una “empresa moral” y como tal obligada a fundamentarse en las virtudes médicas, a lo que sumar una gran competencia profesional. Cuando los avances tecnológicos parecen dar respuesta a todo en la medicina de nuestros días, preconizando una bioética relativista y plural o una ética médica siempre en tercera persona, Pellegrino y su discípulo Thomasma, médico y filósofo, retornan a la persona del médico como agente moral principal del acto médico. A una ética secular en primera persona, centrada en la importancia de las convicciones morales y éticas del profesional y, en su caso, al compromiso con su fe. La pregunta es entonces el hilo conductor del libro: ¿qué aporta la fe, en especial la fe cristiana y el compromiso de un profesional creyente, a la práctica de la medicina? Los sucesivos capítulos van respondiendo a todas estas interrogantes, siempre sin perder de vista que ejercemos en una sociedad altamente secularizada y plural, y como es el mundo norteamericano en la vivencia de los autores.
Sanación y Vocación no tiene una dimensión apostolizante ni teológica, es mas bien la visión de un clínico —de un gran profesor de medicina y ética médica—profundamente preocupado ante la decadencia moral y deontológica que veía en sus colegas norteamericanos: en la cesión creciente a las exigencias de la política, de las compañías de seguros, del control del gasto y la autonomía radical del enfermo por un lado, y a los beneficios financieros por otro; mucho en clara colisión a la estricta doctrina del bien del enfermo. Y siempre con exclusión de las convicciones religiosas de los clínicos del debate público. Para entonces, ya en 1990, la gran obra escrita de Pellegrino (mas de 20 libros, mas de 500 artículos de ética médica y un currículo difícilmente alcanzable) se decantaba abiertamente como alternativa, enfatizando la importancia de las creencias del médico y los compromisos derivados de su fe.
El lector médico español dispone hoy de la mejor información científica, también de una profusión de teorizaciones bioéticas desde diversos ámbitos profesionales —diferentes a la genuina experiencia de la relación médico-paciente— pero escasa sobre sus propias carencias individuales. Y poco o nada sobre la importancia capital de sus convicciones morales y fe religiosa. Y sobre todo de cómo ésta modula y ordena su práctica profesional. Atentos los autores a los graves dilemas morales que se cernían en la medicina de su país, se comprende bien el avance del problema que abordan en Sanación y Vocación: la necesidad de injertar en la desorientada práctica médica que presenciaban una filosofía moral nueva a la luz de la fe. Y que, en suma, conciban la práctica médica como un servicio a los demás y como una misión moral específica de los médicos. Para los creyentes, una “vocación” y una verdadera “llamada” divina al privilegio de ser médico. Fue el gran reto que les llevó a completar —a redondear en amplio sentido— el cuerpo global de su doctrina del acto médico: el modelo internalista y esencialista de la ética médica. Lo que verdaderamente la medicina es.
Solo tengo que añadir como médico y como lector, mi agradecimiento a la magnífica traducción de Manuel de Santiago y su esfuerzo por difundir el pensamiento del maestro Edmund D. Pellegrino, del que tanto hemos aprendido muchos médicos españoles. Una obra en mi opinión muy necesaria, dirigida especialmente a médicos, pero también a los profesionales de la Enfermería, farmacéuticos, profesores de bioética y gestores de la sanidad en general. Pienso que su lectura meditada no dejará de refrescar nuestra conciencia sobre la grandeza de nuestra profesión y la belleza de su ejercicio, a pesar de las trabas y las carencias en las que hoy discurre. Y la exigencia de reflexionar cada uno, cada profesional, sobre su propia práctica y entrega, y sobre los valores que nunca, en ningún caso, debieran perderse.
Manuel González Barón. Jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario La Paz (jubilado). Director honorario de la Cátedra de Oncología y Medicina Paliativa de la UAM.