Cuidados Paliativos vs eutanasia: progreso frente a progresismo

Artículo de opinión de Manuel González Barón. Jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario La Paz (jubilado) y director honorario de la Cátedra de Oncología y Medicina Paliativa de la UAM.

Actualmente en España no está garantizado ni el derecho a tener una muerte sin dolor ni una muerte sin sufrimiento. La cobertura en España de Cuidados Paliativos está alrededor del 50%. Se calcula que hay más de 150.000 pacientes con enfermedades irreversibles, incurables y en situación terminal. La mitad de estos, es decir, entre 75.000 o casi 80.000, carecen de la oportunidad de morir en paz, ellos y sus familias. En la actualidad, en nuestro país mueren más de 4000 pacientes cada mes sin haber podido recibir las ayudas sociales de la dependencia y existe una evidente y clara falta de desarrollo de los Cuidados Paliativos y de una estratificación en las estructuras sanitarias acorde a la atención paliativa desde los hospitales de máximo nivel a centros de salud y ambulatorios o atención domiciliaria; con profesionales paliativistas bien formados, como médicos, enfermeros, auxiliares, psico-oncólogos clínicos, asistentes sociales y espirituales.

Además, la experiencia en otros países de nuestro entorno nos lleva a comprobar que hay una coincidencia entre las élites proclives a la eutanasia y la carencia de estas estructuras llamémoslas, “estructuras paliativas”. Tal ocurrió al comienzo de la legalización de la eutanasia en los pocos países (solo en Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza) donde se ha ido implantando. España será el sexto país.

No cabe pensar en la Historia como un proceso de desarrollo ininterrumpido necesariamente encaminado hacia etapas de perfección cada vez mayor. Existe en nuestra memoria acontecimientos, algunos muy cercanos, y en otros de hace ya algunos años, que han mostrado nuevamente un acontecer zigzagueante de heroicidades tras villanías casi inimaginables, avances y regresiones, fracasos frente a triunfos patentes, de tal forma que el llamado mito del progreso absoluto, ilimitado e indefinido propio del iluminismo  ha dejado paso a una concepción más realista, donde la naturaleza humana permanece inalterable, de aquí que por muchos cambios que sufre el mundo por obra del hombre, seguimos reafirmándonos en la sentencia bíblica de  nada nuevo bajo el sol.

En España existe un alarmante desinterés por desarrollar lo suficiente la docencia a nivel de formación universitaria; especialidad tipo MIR, cursos de formación postgrado para médicos, para graduados en enfermería o auxiliares de clínicas y psicólogos, que en otras publicaciones he denunciado. Podría ser fruto de una siembra a largo plazo y parece que los frutos se recogen en este momento preciso con la implantación de la ley de eutanasia.

La experiencia que tengo, de los algo más de cuarenta y cinco años, de dedicación a enfermos graves y terminales es que la eutanasia, como una solución, se desvanece entre los pacientes a los que se les trata los síntomas más significados como desesperantes: ansiedad, crisis de pánico, depresión, insomnio, tos persistentes, dificultad respiratoria, dolor físico ya sea somático, neuropático o mixto, etc. Incluso, por supuesto, todos los síntomas refractarios.

Para eso hemos dedicado mucho estudio e investigación, estudios y pruebas psicológicas, diálogos intermitentes y profundos, amabilidad, trato a las familias, atención a los problemas socioeconómicos y sociofamiliares, atención espiritual y / o religiosa, acorde a sus creencias. Incluso ensayos clínicos.

De tal manera que, una vez vencida las reticencias a la aplicación de opiodes, se dispone de diferentes formulaciones de morfinas de acción rápida o acción retardada, oral, subcutánea, intravenosa, en supositorios o parches transcutáneos de fentanilo y otros fármacos, o las técnicas y fármacos para la sedación paliativa como el midazolan, el haloperidol (en caso de agitación). Con una cuidada monitorización, usando la dosis mínima eficaz, y la elección de, en general, fármacos de vida media corta en sangre, para dejar la posibilidad de que esta sedación pueda estar abierta a la reversibilidad si cede el síntoma refractario etc.

Nada de esto se hubiera incorporado a la práctica clínica si estuviéramos inmersos en la cultura eutanásica. Con la nueva ley todo este desarrollo y los progresos aún por venir, me temo que se pierdan.

Y todo esto se debe conocer por los sanitarios, pero también por los gestores y políticos, para que hablen con propiedad y desnudos de ideologías. Porque “incurable no es sinónimo de incuidable”. No tergiversemos. No hay un clamor, lo que hay es ignorancia, falta de formación y una intención de, mediante una ingeniería social, hacer desaparecer la cultura cristiana que ilumina a Europa desde sus orígenes. Es urgente una concienciación social a todos los niveles y sectores de la población contra la visión utilitarista de la vida. “No existe un derecho a la muerte lo que existe es un derecho a la vida. El derecho emerge de la vida. Esta es anterior y de más alto rango. La vida es la fuente misma del Derecho”. En este caso, el Progreso no tiene nada que ver con el progresismo.

Manuel González Barón. Jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario La Paz (jubilado). Director honorario de la Cátedra de Oncología y Medicina Paliativa de la UAM.