Artículo de David Cantarero, profesor titular del Dpto. de Economía de la Universidad de Cantabria
La actual pandemia sanitaria ha mutado en una crisis social y de salud pública sin precedentes en nuestra historia reciente. Ante todo, lo primero es salvar vidas y dar apoyo a todos nuestros sanitarios y así como todos aquellos colectivos que garantizan nuestro día a día. Si bien lo sanitario es lo urgente, recordemos que el canal que conecta los recursos dedicados a la protección en salud comunica con el devenir económico y restricción presupuestaria.
Por ello, es necesario tener en cuenta que estando confinados a medida que se alarga dicha situación los modelos que empleamos varios investigadores actualmente considerando diferentes escenarios de contingencia nos indican que se pierde alrededor de 3.602 euros anualmente por habitante en términos de menor riqueza o Producto Interior Bruto (PIB). Asimismo, no toda ayuda pública es financiable ilimitadamente y el endeudamiento actual puede crecer este año en al menos 40.000 millones de euros si bien podemos encontrarnos con la mala noticia un día que no nos dejen sobrepasar ciertos límites bien desde Europa bien por la propia presión de los mercados financieros.
La previsión para los próximos meses es que habrá fuertes caídas del PIB y recaudación fiscal así como aumentos del déficit solapados con una regla de gasto light marcada por continuas transferencias de crédito y ajustes para destinar recursos al frente sanitario. Igualmente, al no haber ralentizado la diseminación del virus en etapas tempranas, las opciones son dos y en ambas puede incurrirse en errores marcados por intervalos de confianza desconocidos actualmente. Y es que una estrategia puede ser abrir la actividad económico-social con el riesgo de incrementar los “contagios” al desconfinar. Y otra estrategia es la actual: confinar a mucha población “sana”.
Por consiguiente, son al menos cinco las estrategias de desescalar dada la actual experiencia comparada:
1) Desconfinar según el resultado de los test pero ya sabemos los problemas con su disponibilidad y fiabilidad.
2) “Abrir y cerrar el grifo” (stop and go) pero sólo funcionaría si tenemos muchos inmunes (cosa que tampoco sabemos si bien quizás hace falta ser más optimistas realistas y asumir que los porcentajes de inmunidad no sean tan elevados como nos gustarían a estas alturas de año…).
3) Desescalar según la pirámide poblacional activa dado que el virus no dañando a todos los grupos de edad por igual.
4) Segmentación geográfica, aunque precisa de disciplina social y detallar las restricciones a la movilidad.
5) Segmentación sectorial, si bien la distorsión aquí la marca la dificultad de cumplir el distanciamiento social y que el turismo presiona al PIB pues supone un 11%.
Ante esto, somos ya varios investigadores los que apostamos por una estrategia combinada de los planes 3, 4 y 5 no descartando los planes 1 y 2 aunque no sean del todo reales ahora. Es decir, asumir cierto error en cuantos “contagiados” desconfinar pero también liberar “sanos” que siguen confinados pues activan la economía.
El virus es el objetivo a batir e importa salvar vidas y la economía. Toca decidir y asumir las consecuencias de decantarse por uno u otro tipo de plan y si hay que replegarse habrá que a hacerlo explicando bien los motivos para ello.
El tiempo no pasa como queremos y la pandemia avanza sin que tengamos una vacuna en estos próximos meses aunque la esperanza está en encontrar un tratamiento efectivo a corto plazo. Por eso, a contrarreloj, dado que la vacuna previene de un contagio (pero una vez que alguien tenga coronavirus ahí estará el sistema sanitario) puede ayudarnos en una segunda oleada tipo a la de 1918 o para brotes cíclicos allí donde se produzcan.
En definitiva, como no tenemos una maquina de tiempo para decidir con la información y evidencia científica que tendremos en 2021 o 2022 asumamos que la naturaleza es la que manda y que los actuales planes de desconfinamiento aunque imperfectos han de estar bien diseñados en base a un fuerte enfoque de salud pública y con información suficiente para así minimizar su impacto tanto en la salud como en la actividad económica.
Adelantémonos al virus pues la toma de decisiones a nivel individual y colectivo sigue siendo una responsabilidad que en esta “nueva normalidad” en tiempos de coronavirus nos sigue competiendo exclusivamente a nosotros los humanos.
David Cantarero, profesor titular del Dpto. de Economía de la Universidad de Cantabria