Zeynep Tufekci, de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.), repasa en un reciente artículo las particularidades de la pandemia de Covid-19 y las contrasta con otros expertos para sugerir métodos más eficaces de rastreo y prevención.
Su propuesta permitiría hacer las líneas de rastreo convergentes, justo al revés de lo que se está haciendo ahora, que es aislar a los contactos que serían potenciales contagiados. Sobre todo, propone que de esta forma se arrojaría más luz sobre los episodios de contagios masivos (¿en lugares cerrados? ¿sin ventilación?) y eso ofrecería estrategias preventivas más ajustadas a la realidad del virus.
Van ganando fuerza las voces de expertos que cuestionan la validez de la –ahora– famosa variable R0 (el número de casos que causa un infectado) como indicador del potencial de contagios. El problema es que es un promedio. En la realidad, se van recabando evidencias de que una elevada proporción de pacientes no contagian a ninguna otra persona, mientras que hay episodios en los que el patógeno se extiende a una velocidad vertiginosa a partir de un solo portador.
Es el caso de la expansión desde la estación de esquí Ischgl (Austria) a cinco continentes, y el de Daegu (Corea del Sur), en el cual el “paciente 31” generó más de 5.000 casos conocidos. Hay muchos episodios similares, recuerda.
Prevención adaptada a la superdispersión
Una variable que se está pasando por alto es la dispersión, que se expresa con la variable k. Tufekci explica que la definición de k es un galimatías, pero simplemente indica si un virus se extiende de una manera sostenida o en grandes brotes en los que un solo paciente infecta a muchos otros de forma casi simultánea.
Tras nueve meses de recabar datos epidemiológicos, ya puede decirse que el virus causante de esta pandemia es un patógeno que tiende a dispersarse en brotes. Es algo que aún no ha calado y que no se traduce en las medidas de prevención que serían adecuadas para este modelo de contagio “en racimo”, razona esta experta.
Un reciente estudio de Nature Medicine indica que en Hong Kong, donde se realizaron pruebas y rastreos de forma masiva, el 19% de los casos eran responsables del 80% de los contagios, mientras que el 69% de ellos no habían contagiado a nadie. Hay muchos otros trabajos que llegan a conclusiones similares.
Esto sugiere, a su entender, que un episodio inicial de supercontagio puede dar lugar a resultados muchísimo peores en un país o región, mientras que otros con características similares y próximos geográficamente no acusan el golpe de forma tan dramática.
¿Por qué usamos un modelo diferente?
El epidemiólogo Samuel Scarpino explicaba a la propia Tufekci que en occidente empezamos por usar el modelo de contagio de la gripe. Esa orientación estaba justificada al principio, pero no ahora que las evidencias apuntan a un modelo de dispersión en racimos.
Según Scarpino: “Enfermedades como la gripe tienen una evolución determinista (lineal y razonablemente predecible), y son prácticamente imposibles de contener hasta que hay una vacuna”.
Es posible –razona ella– que este no sea el caso de SARS-CoV-2, y eso sería una buena noticia si supiésemos utilizarla.
Hitoshi Oshitani, miembro del equipo de expertos que asesora al ministerio de salud de Japón, ha explicado a Tufekci que en aquel país desde el principio abordaron la pandemia como un modelo en forma de episodios de contagios múltiples (‘en racimo’, cluster en inglés…) Siempre con la elevada dispersión -volviendo a k- como clave.
Aún queda mucho por saber de este nuevo virus pero, en cualquier caso, para diseñar políticas eficaces hay que comprender cómo se propaga. Tufekci insiste en que ya tenemos bastantes indicios.
¿Cómo son los episodios de ‘supercontagios’?
“Un estudio tras otro”, reflexiona, muestra que los episodios de contagios múltiples se dan de forma abrumadora en ambientes cerrados, con mala ventilación, y en los que la gente pasa bastante tiempo (bodas, oficios religiosos, coros, funerales…), en los que se canta o se habla en voz alta, sobre todo si no se lleva mascarilla.
Muge Cevick, de la Universidad de St. Andrews y autor de una reciente revisión sobre el modelo de propagación del virus dice que tienen que combinarse varios factores clave para que se produzca un episodio de este tipo: “Contacto prolongado, mala ventilación, una paciente altamente infeccioso y acumulación de personas”.
Para Natalie Dean, de la Universidad de Florida, dado el elevado número de casos asociado a esos episodios, identificarlos sería una forma muy eficaz de reducir los números de contagios.