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Terapéutica

Panada: aportando seguridad a la inmunoterapia oncológica

Panada es un proyecto impulsado por el Servicio de Farmacia y el de Oncología del Complejo Hospitalario Universitario de Canarias que ofrece una mejora del tratamiento inmunoterápico tanto en eficacia como en seguridad analizando los resultados en función de las dosis administradas a los pacientes.
Fernando Gutiérrez, del Servicio de Farmacia y Jefe de la Unidad de investigación del Complejo Universitario de Canarias

El desarrollo de la inmunoterapia oncológica (IO), hace poco más de una década, ha cambiado curso natural de muchos procesos de neoplásicos. Patologías en las que antes fallecía el paciente en poco tiempo, ahora es relativamente frecuente encontrar pacientes considerados como largos supervivientes.

Un nuevo estudio, denominado Panada, apuesta por dar un paso más en lo que se refiere al mejora del tratamiento inmunoterápico tanto en eficacia como en seguridad analizando los resultados en función de las dosis administradas a los pacientes (dosis fijas y ajustadas por peso). Este estudio asienta las bases cinéticas para el empleo de diferentes dosis y el análisis de posibles fracasos terapéuticos.

Este proyecto está liderado por Fernando Gutiérrez, del Servicio de Farmacia y Jefe de la Unidad de investigación del Complejo Hospitalario Universitario de Canarias, y Juana Oramas, jefa del Servicio de Oncología del Centro. Gutiérrez explica la nueva propuesta, nace de uno d los pilares de la FH, en este caso medir y monitorizar las concentraciones plasmáticas de los anticuerpos, para “ofrecer al oncólogo una seguridad a la hora de tomar una decisión terapéutica en el momento de emplear IO”.

El estudio se inició hace ya cuatro años con el cuestionamiento de la conveniencia, o no,  de aplicar los tratamientos inmunológicos a dosis fijas, como medio para reducir las probabilidades de error. “es una tendencia que se ha ido instaurando poco a poco, pero no hay que olvidar que el desarrollo inicial de todos estos fármacos fue con una dosificación ajustada por peso del paciente,  explica Gutiérrez, puesto que “en algunos pacientes, sobre todo en los de bajo peso, la dosis que administramos en la actualidad son superiores a las necesarios para lograr un control de la enfermedad”.

Lógicamente esta administración, “no genera toxicidad”, pero tampoco aporta nada y además obliga a usar más fármaco del que realmente es necesario, en unos tratamientos que de media pueden oscilar entre 30.000 y 60.000 euros años.

“Hacer acciones de optimización de estos recursos sin castigar la eficacia en los pacientes, al final nos supone muchos millones de euros ahorrados al sistema”, asegura Fernando Gutiérrez quien establece que en su hospital el ahorro está en torno a los 600.000 euros anuales y, por una mera extrapolación, puede llegar a los 5 o 6 millones en Canarias y casi 10 veces más en el resto de España.

No obstante, indica este farmacéutico, “Ante estas estrategias de dosificación, a los responsables clínicos de los pacientes, les puede generar la duda de no estar haciendo lo que todo el mundo hace”. El tipo de determinaciones desarrolladas en este proyecto así como los resultados obtenidos, aporta la seguridad que necesita el oncólogo para aplicar en la práctica, “algo que ya sabe en la teoría”, siendo este el el objetivo final del  estudio PANADA. Un trabajo que responde a las siglas de pembrolizumab, atezolizumab, nivolumab, que son los fármacos utilizados, más el acrónimo ADA, (anticuerpos que luchan contra los fármacos).

El estudio a más de cuatro años de carácter prospectivo y  multicéntrico incluye a más de 150 pacientes, con medición de las concentraciones plasmáticas de los anticuerpos, así como la generación de ADAs. Actualmente, aunque ya se han publicado algunos datos, los resultados finales están en fase de redacción.

Este estudio no se queda solo en los ajustes de fármacos por razones de peso, sino que “da un salto más importante todavía”, explica Gutiérrez, al avanzar en el análisis de los fracasos y/o resistencias a estos tratamientos

El farmacéutico recuerda que “en patologías como artritis reumatoide o enfermedad inflamatoria intestinal, donde los pacientes están mucho tiempo en tratamiento con anticuerpos, es de sobra conocido que a los tres años, aproximadamente, hay una caída de eficacia en los tratamientos, porque en gran parte, los anticuerpos utilizados han activado el sistema inmune del paciente, que los empieza a destruir”. En el caso de las terapias oncológicas, “hace unos años esto realmente no era un problema, porque las supervivencias eran tan cortas, por lo que literalmente no daba tiempo a que el sistema inmune del paciente se activara contra estos tratamientos, y además, hasta hace poco, casi todos los anticuerpos empleados en oncología formaban parte de un esquema terapéutico que incluía quimioterapia convencional que “inhibia” al sistema inmune del paciente no dejándolo actuar en plenas facultades”.

Sin embargo, con el aumento de la supervivencia, gracias a la aplicación de la inmunología oncológica, se hace necesario analizar estos aspectos. Panada analiza los ADAs que generan estos tres fármacos, que según se describió en ESMO (Congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica) recientemente, tienen un perfil inmunógeno es completamente distinto. Mientras que uno de ellos, pembrolizumab, apenas produce anticuerpos, otros como el atezolizumab, los producen hasta en un 40% de los pacientes. Lo cual podría condicionar la eficacia de los tratamientos.  El objetivo de todo ello es dar oportunidades ante la progresión de la enfermedad y sopesar si se ha producido una resistencia al mecanismo de acción de la inmunoterapia o realmente es el sistema inmune del paciente el que está destruyendo al fármaco y en ese caso, potencialmente, se podría intercambiar por otra IO equivalente.

“Con este estudio somos capaces de darle al oncólogo unos niveles de plasmáticos con los cuales se siente totalmente cómodo a la hora de tomar una decisión terapéutica”, indica Gutiérrez. “Cambiar simplemente por ahorrar produce rechazo; de lo que se trata de asegurar aquello que tienes a nivel teórico, en la práctica funciona y con un respaldo científico/clínico”. De alguna manera Panada aspira a convertirse en una herramienta más “para que todos usemos los recursos de una manera cómoda y eficiente, sin perjudicar al paciente”, implicando, añade el farmacéutico a este último, puesto que este cambio se debe abordar como una decisión mutua entre médico y paciente

“En Oncología hemos dejado la Farmacología de lado, y ha llegado el momento de dar un salto cualitativo en la atención al paciente oncológico, con la aplicación de la farmacología, en la rutina diaria, en el tratamiento antineoplásico”, afirma Gutiérrez, quien asegura que este trabajo servirá para que el farmacéutico desde la monitorización de los niveles plasmáticos “pueda formar equipo con el oncólogo”, aportando seguridad pero también  bienestar del paciente. 

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