Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma
La verdad es que hay veces, muchas, en las que me asombro de lo estrictos que somos en algunas cuestiones y lo laxos que somos en otras. Y habitualmente tiene que ver con lo que sea o no políticamente correcto o lo que esté de moda.
Gran parte del auge que se vive con los movimientos antivacunas se debe a la laxitud con la que la sociedad ve sus comportamientos. Se observa como algo gracioso, pintoresco e incluso moderno. Como todos esos movimientos pro natural que intentan evitar cualquier alimento o utensilio que haya tenido cualquier contacto o transformación mediante químicos. Son algo poético y, por eso, en algunos causan una atracción digna de una secta.
Lo que no entiendo es la actitud de la mayor parte de los gobernantes occidentales. Si hay determinadas actitudes que son potencialmente peligrosas para uno mismo y, especialmente si lo son para el conjunto de la sociedad, no debería ser opcional acogerse a las acciones que lo prevengan. En el caso de las vacunas, la falta de inmunización de un individuo supone un riesgo potencial para él mismo pero, al tiempo, debilita la fuerza de la inmunidad de grupo permitiendo que haya fallos y, por tanto, que se produzcan infecciones por enfermedades peligrosas y olvidadas hace mucho tiempo en los países desarrollados.
No hay derecho a que entre Estados Unidos y Europa, haya habido 300.000 casos de paperas, sarampión, rubeola, polio o tosferina desde 2008, a pesar de que se trata de enfermedades para las que se vacuna sistemáticamente y, por tanto, deberían haberse erradicado, al menos en dichos países. No hay derecho a que haya multitud de muertes u otras graves consecuencias por la aparición de esos brotes. Tampoco hay derecho a que haya que movilizar a medio mundo y finalmente ir hasta Rusia a por un suero anti difteria porque a unos padres les dio la gana no vacunar a su hijo.
Si un individuo vacunado no se inmuniza correctamente por cualquier problema en la vacuna o por una situación fisiológica propia que la impidiera, el efecto de protección de rebaño seguiría protegiéndole. Pero, si a los posibles casos de fallos, se le suman los olvidos involuntarios y, además, las negativas voluntarias, se está incrementando innecesariamente los riesgos.
No voy a entrar en las justificaciones que tienen estos grupos porque, aunque tuvieran razón en sus alertas sobre autismos, contaminaciones por metales pesados, etc., que lo dudo, el número de casos con consecuencias sería tan bajo que los beneficios compensarían de sobra los riesgos potenciales, sin duda. Y, en caso contrario, los servicios de farmacovigilancia detectarían de modo temprano un efecto indeseable.
Pero criticaba al inicio del artículo la actitud de los gobernantes y la laxitud de la sociedad ante los antivacunas. Me sorprende la contundencia con la que los efectivos policiales de seguridad vial se esmeran, multa mediante, contra quien no lleva puesto el cinturón de seguridad, a pesar de que asume única y exclusivamente un riesgo personal. Y pongo este caso porque en un accidente también hay una serie de riesgos, de lesiones que son producidas directamente por el cinturón de seguridad. Incluso en golpes leves, entre el cinturón de seguridad y el airbag se genera más daño al individuo que si fuera sin ellos. Y aun así no se da al individuo la libertad de elegir si usarlo o no. ¿Por qué entonces sí se da esa libertad en las vacunas?
Por ese motivo, creo que habría que imitar más a las autoridades australianas y retirar beneficios sociales a aquéllos que no vacunan a sus hijos o impedir el acceso a determinados servicios a aquéllos que no acrediten haber sido vacunados. O incluso ir más allá y, como el que no tiene la culpa es el niño y habría que protegerle incluso a pesar de sus padres, tal vez habría que actuar como en el caso del brote de sarampión en Granada de 2010, cuando un juez obligó a la vacunación de todos los contactos con los casos confirmados. Si es obligatorio tener un Documento Nacional de Identidad o escolarizar a los niños, ¿por qué no va a ser obligatorio vacunarse de un mínimo de vacunas básicas?
Por todo ello, llamo a las autoridades a ser igual de estrictos en la exigencia del cumplimiento de las normas que tengan efectos similares y a no ser condescendientes con actitudes potencialmente peligrosas para la sociedad, máxime cuando está más que demostrado y avalado su beneficio, como es el caso de las vacunas.
Muy bueno el articulo. Es muy facil identificar el gasto sanitario y mas facil el de medicamentos. Lo que seria facil tambien, pero no quieren hacer es obtener y usar indicadores para saber si ese gasto es eficaz segun el objetivo que tenga el tratamiento: curativo, sosten o paliativo; sobre la calidad de vida del paciente y la comunidad. Si se apoyaran en los farmaceuticos clinicos y otros profesionales que no tengan conflicto de intereses, y en el big data, seria mas racional la toma de decisiones
Aunque el balance beneficio-riesgo sea extremadamente positivo, en el caso del cinturón de seguridad también hay daños que se producen por el mismo: http://www.binasss.sa.cr/revistas/mlcr/v5n2-41988/art10.pdf
Los medicamentos, todos, tienen efectos adversos. Pero las autoridades sanitarias se encargan de determinar si los riesgos potenciales superan o no a los beneficios esperados. En el caso de las vacunas, igual.
Distinto es que, en caso de obligar a vacunar, si se produce algún efecto adverso haya una compensación adecuada.
No entiendo la comparacion que hace usted con el cinturon de seguridad. Me parece fuera de lugar. Las vacunas tienen una larga lista de posibles efectos secundarios reconocidos y otros que aunque no vienen descritos en el prospecto han sido muy reales para mucha gente..Que pais se atreveria a obligar a la gente a someterse a estos riesgos? . Acaso usted se haria responsable de ello? Soy una persona cualificada en este campo y tengo una opinión muy distinta a la suya. Yo veo mas peligroso la alimentacion que muchos padres dan a sus hijos y estoy seguro que el… Read more »