Terapéutica

Un estudio demuestra que el mejor uso de antibióticos pasa por “una potente coordinación” entre equipos

El Grupo de Trabajo de Infecciones de Sefap ha llevado a cabo un proyecto de investigación, con el objetivo de identificar el perfil de los pacientes que reciben una alta carga de antibióticos.

El Grupo de Trabajo de Infecciones de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (Sefap) ha llevado a cabo un proyecto de investigación con el objetivo de identificar el perfil de los pacientes que reciben una alta carga de antibióticos. En el artículo, publicado por la revista científica Pharmacol Res Perspect, han participado 47 farmacéuticos de Atención Primaria de 30 Áreas de Salud de 12 comunidades autónomas, abarcando a una población de casi seis millones de habitantes.

Según los resultados del mismo, el perfil de paciente que recibe una alta carga de antibióticos sería el siguiente: media de 70 años de edad, pluripatológico y polimedicado, con una alta probabilidad de procesos complicados, objeto de frecuentes ingresos hospitalarios y con un alto riesgo de exitus.

“Estos pacientes presentan entre dos y cinco comorbilidades concomitantemente, siendo las más frecuentes patologías respiratorias (asma, EPOC o bronquiectasias), enfermedades cardiovasculares e hipertensión, enfermedades neurológicas y mentales, diabetes, situaciones que cursan con inmunosupresión y patología urológica. Para estas comorbilidades reciben entre tres y siete tratamientos crónicos”, explica Rocío Fernández Urrusuno, investigadora principal y coordinadora del Grupo de Enfermedades Infecciosas de Sefap, que señala que los procesos que justificaron los tratamientos antibióticos en este grupo de pacientes fueron mayoritariamente procesos respiratorios de vías inferiores, urinarios y de piel/partes blandas. En el 21% de los casos fueron aplicados con fines profilácticos.

Los resultados de la investigación también determinaron que los antibióticos más prescritos son las fluoroquinolonas (28%), los macrólidos (21%), las penicilinas con inhibidor de betalactamasas (19%) y las cefalosporinas (12%). Estos antibióticos, además, fueron prescritos por periodos prologados, como demuestra el hecho de que el 51% de ellos recibiese antibióticos a lo largo de todo el año.

“En conclusión, los grandes consumidores en la comunidad son personas mayores, con pluripatología y polimedicación, que reciben antibióticos de amplio espectro durante largos periodos de tiempo y presentan frecuentemente infección o colonización por bacterias multirresistentes”, explica Fernández Urrusuno, que añade que las infecciones en estos pacientes son más graves y con peor pronóstico en las personas con enfermedades crónicas, causando una gran morbilidad y mortalidad.

Para la investigadora principal, en este perfil de pacientes, que son habitualmente candidatos a tratamiento antibiótico dada su fragilidad y la alta probabilidad de evolución desfavorable, el principal margen de mejora pasa por la selección del tipo de antibiótico más adecuado y por ajustar al menor tiempo posible la duración de tratamiento. Según Rocío Fernández Urrusuno, un aspecto “especialmente controvertido” es la instauración de terapias en profilaxis durante largos periodos de tiempo: “Probablemente algunas de ellas podrían ser evitadas o acortadas utilizando otras medidas de prevención de la infección o control de la patología de base para evitar exacerbaciones”.

Por otra parte, la coordinadora del Grupo de Enfermedades Infecciosas de Sefap señala otro aspecto importante de estos pacientes: al presentar patologías crónicas avanzadas y una alta fragilidad, son pacientes tratados tanto en Atención Primaria como en Hospital.

En ese sentido y en base a los resultados de la investigación, Fernández Urrusuno destaca la necesidad de “un abordaje diferenciado en las actividades PROA dirigidas a los profesionales implicados en la atención a estos pacientes en los dos ámbitos asistenciales”. Para la investigadora principal, el éxito de las estrategias para la mejora del uso de antibióticos en este grupo de población pasa necesariamente por “una potente coordinación” entre las intervenciones PROA de ambos ámbitos asistenciales.

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