Un nuevo trabajo realizado por el Laboratorio de Neuroinmuno-Reparación del Hospital Nacional de Parapléjicos, centro dependiente del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM), publicado en la revista Journal of Neuroinflammation y financiado por el Instituto de Salud Carlos III, aporta a la comunidad médica una nueva herramienta para ayudar en la elección terapéutica de la esclerosis múltiple (EM).
Diego Clemente, director del citado laboratorio, ha explicado que “hay un buen número de tratamientos modificadores de la EM, pero en la actualidad el curso clínico y severidad de esta enfermedad neurológica e inflamatoria es difícil de predecir en cada paciente. Por esta razón, el profesional de la neurología necesita herramientas propias de la medicina personalizada que le ayuden a tomar decisiones terapéuticas acertadas y adaptadas para cada paciente desde las etapas más tempranas de la enfermedad”.
Clemente ha argumentado que “una elección más precisa evitará la exposición del paciente a diferentes fármacos, cada uno con sus efectos secundarios potenciales, así como el gasto innecesario al sistema público de salud, aumentando la eficiencia en el uso de los recursos existentes. Para ayudar a la elección se necesitan biomarcadores de respuesta a fármacos, es decir, una prueba de laboratorio que se pueda medir de manera fácil y poco invasiva (por ejemplo, en sangre), y que permita predecir la eficacia del tratamiento en cada paciente”.
El equipo del Laboratorio de Neuroinmuno-Reparación se ha preguntado si las células mieloides supresoras (MDSCs), un tipo de célula reguladora del sistema inmunitario que se encarga de controlar la inflamación para que ésta no sea dañina para el organismo, servirían como biomarcador de respuesta terapéutica a un fármaco actual de la EM denominado fingolimod.
Para ello, se analizó la sangre de ratones a los que se les indujo la EM experimental, al inicio de los síntomas de cada ratón y siempre antes de que fueran tratados o no con fingolimod. Los resultados mostraron que las MDSCs servían como una excelente herramienta para poder predecir aquellos ratones en los que fingolimod iba a ejercer un efecto terapéutico frente a aquellos en los que no iba a funcionar. Es decir, el nivel de MDSCs en sangre de cada ratón al inicio de los síntomas permitía distinguir, antes de iniciar el tratamiento, entre ratones ‘respondedores’ o ‘no respondedores’ al fármaco.
En segundo lugar, la medida del nivel de MDSCs también era capaz de distinguir, dentro de los ratones tratados con fingolimod, aquellos en los que la respuesta terapéutica era muy eficaz (los ratones presentaban unos síntomas mucho más leves que los de los animales que no recibían el fármaco) de aquellos en los que había una menor eficacia (los ratones tratados con fingolimod presentaban una enfermedad un poco más leve que los no tratados).
Con el fin de probar la posibilidad de aplicar en pacientes los resultados obtenidos con el modelo experimental en roedores, se puso en marcha una colaboración con el Hospital ‘Donostia’ y Unidad de Esclerosis Múltiple del Instituto de Investigación Sanitaria ‘Biodonostia’ de San Sebastián, el Servicio de Inmunología y Unidad de Esclerosis Múltiple del Hospital ‘Ramón y Cajal’ de Madrid, el Servicio de Neurología-Neuroinmunología del Hospital ‘Vall d’Hebron’ y Centro de Esclerosis Múltiple de Cataluña de Barcelona y la Unidad de EM del Hospital ‘Gregorio Marañón’ de Madrid.
“Analizamos el nivel de MDSCs en la sangre de 31 pacientes de EM recurrente remitente (también denominada EM en brotes) a los que se les iba a tratar con fingolimod, siempre antes de que comenzara el tratamiento. Una vez comenzado el tratamiento, determinamos la eficacia terapéutica de fingolimod al año de haber comenzado a recibir el fármaco”, ha relatado el doctor Clemente.
Los resultados evidenciaron que los pacientes que iban a ser tratados con fingolimod y que mostraron una buena respuesta terapéutica (no presentaron al menos dos de las siguientes características: nuevos brotes, nuevas lesiones, no avance de su discapacidad), tenían un mayor nivel de MDSCs en la sangre que aquellos que al año de seguimiento presentaban una mala respuesta al fármaco.
Estos resultados indican que la medida del nivel de MDSCs en la sangre podría ser muy importante a la hora de seleccionar qué pacientes son buenos o malos respondiendo a fingolimod antes del inicio del tratamiento. Además, los resultados son aún más interesantes dada la llegada al mercado de otros tres fármacos diseñados contra una diana farmacológica similar a la utilizada por fingolimod y que carecen de biomarcadores de respuesta clínica.
“Este proyecto es un ejemplo de investigación traslacional del laboratorio de investigación a aplicaciones para la práctica clínica diaria y de cómo la ciencia básica, la basada en modelos animales, puede dar respuesta a preguntas clínicas procedentes de la vivencia de los propios pacientes de EM y de los profesionales que la tratan”, ha concluido Diego Clemente.