La farmacia, ¿héroe o villano?

Artículo de opinión de Fernando Ribot, farmacéutico comunitario de las Islas Baleares y tesorero de Asprofa

En estos tiempos tan difíciles que estamos viviendo, con una pandemia mundial y con probablemente, la mayor crisis económica de los últimos cien años en ciernes, quiero hacer una reflexión acerca del papel que está desempeñando nuestra profesión, así como de la imagen que estamos dando a la población.

Desde el primer minuto que se activó el estado de alarma, la farmacia se ha ofrecido, siempre desinteresadamente, a echar una mano en la medida de lo posible, en la gestión sanitaria de esta crisis sin precedente.

Por un lado, somos el primer filtro atendiendo a las consultas de los pacientes, los cuales están sufriendo muchos de ellos una situación de ansiedad muy entendible, así como miedo y sobre todo incertidumbre frente a algo totalmente desconocido hasta ahora.

A este primer nivel, nuestro trabajo está siendo muy positivamente valorado por la población, resolviéndoles dudas, tranquilizándoles o derivando a la atención primaria a pacientes sospechosos con sintomatología de covid-19.

Este reconocimiento se ve reflejado día a día en los aplausos a las ocho de la tarde cuando toda la farmacia comunitaria, o está cerrando sus farmacias o aún sigue con sus puertas abiertas, muchas veces como único establecimiento abierto en la población.

Es un reconocimiento, el cual creo que nos llega a todos los profesionales que desempeñamos esta actividad en la oficina de farmacia, y el cual nos fortalece y nos da ánimos para vencer también nuestros propios miedos, ya que estamos bastante expuestos a un contagio. Prueba de ello son los más de 500 compañeros ingresados o en cuarentena, así como los ya 11 fallecidos desde el inicio de la pandemia.

Además, también nos hemos prestado voluntarios a dispensar los medicamentos de diagnóstico hospitalario en nuestras farmacias, evitando así el desplazamiento de pacientes más vulnerables al hospital.

Del mismo modo hemos activado el servicio a domicilio, como medida excepcional, para evitar lo mismo, que ese sector de la población, nuestros mayores, los que están más solos, tengan que venir y salir de casa arriesgándose igualmente a contagiarse del coronavirus.

Hemos puesto en marcha la iniciativa Mascarilla 19, para ayudar a víctimas de violencia doméstica que puedan acudir a la farmacia, (iniciativa de nuestros compañeros de los colegios de Canarias, y a la que nos hemos unido la mayoría de las provincias).

Por todo esto, y más servicios que no hemos dejado de dar en ningún momento, no nos consideramos héroes, pero mucha parte de la población y los medios de comunicación sí nos reconocen como tal.

No obstante, desde hace aproximadamente un mes, hay otra sensación que nos sobrevuela en el sector. Y no es más que la imagen una parte nada despreciable de nuestra población tiene con respecto a nosotros a la hora de comprar los productos de protección, tales como geles hidroalcohólicos, mascarillas, guantes, etc.

Hace ya un mes que nuestro Gobierno, al decretar el estado de alarma, ordenó que se requisasen todas las partidas de estos productos. A mí personalmente me llamó la policía municipal, para entregarles todas las mascarillas de todo tipo, así como guantes, alcohol y geles hidroalcohólicos. Con la correspondiente sorpresa por su parte al comunicarles que lo único que me quedaba era una botella de alcohol de 96 grados de medio litro.

Desde ese día, gran parte de los pedidos de mascarillas, geles y guantes se han parado o en la frontera, aduanas, o simplemente imagino que se les habrá requisado en la empresa de transportes o en el propio distribuidor, por lo que nos ha sido imposible responder a la demanda de la población facilitándoles el acceso a estos productos.

La única manera, la cual se ha acompañado de un gran dilema moral en muchos de nosotros, ha sido hacer pedidos a empresas de distribución (algunas ajenas por completo a este sector), las cuales han incrementado ellas o bien el fabricante de origen, el precio de coste en hasta 10 o 15 veces. Esto ha provocado situaciones bastante sonrojantes para nosotros, como tener que vender una mascarilla FFP2 a 10 euros o más, o bien una mascarilla quirúrgica a 1,95 euros o incluso más.

Por este motivo hemos sido señalados por parte de mucha población, la cual nos ha acusado de querernos lucrar con la crisis y con el dolor y la angustia de la gente, cuando nosotros, a través del Consejo General, hemos sido los primeros en denunciar esta situación y exigir una regulación de precios en estos productos, algo que por fin se ha conseguido después de varias semanas demandándolo.

A mí modo de ver, las redes sociales y los “alentadores de masas” como algunos influencers y en especial Jesús Candel ‘Spiriman’ han sido los que han hecho el mayor daño a la profesión que yo recuerde nunca.

Este hombre nos ha señalado a todo el sector de la farmacia. Además, generalizando todos sus ataques, aderezados con todo tipo de faltas de respeto e insultos hacia una profesión y un colectivo entero, sin informarse en absoluto de la situación que estamos viviendo y extrapolando una guerra personal que tiene abierta desde hace años con una persona, a todo un colectivo.

Me da vergüenza ajena lo que hemos vivido estos días con los vídeos en redes sociales de este señor, al cual considero un ‘elemento nocivo’ para la profesión. Es el culpable de que mucha gente haya entrado en nuestras farmacias directamente a insultarnos sin más información que la que las mentiras que él les ha ido contando en sus publicaciones.

Ojalá, en algún momento, cuando pase toda esta crisis, se exijan medidas contra este sanitario que tanto daño y tantas situaciones desagradables nos ha generado en nuestras farmacias.

En resumen: después de los políticos estamos siendo la segunda profesión más atacada en esta crisis, junto con las empresas funerarias. Algo que es del todo injusto.

No nos merecemos esta imagen, de la cual no somos responsables la mayoría, (exceptuando a algún compañero especulador, que por desgracia siempre lo va a haber)

No pedimos aplausos, pero del mismo modo que el Gobierno toma medidas para atacar los bulos, nosotros tomaremos medidas para hacer frente a este desprestigio por parte de unos pocos.

No toleraremos ni una más.

Y si de algo estoy orgulloso, es de la unidad que se ha visualizado dentro de la profesión, aunque haya tenido que ser por culpa de los ataques de un impresentable.

Por todo ello, la respuesta a si ¿somos héroes o villanos?; el tiempo y nuestro trabajo es el único que nos la dará.

Fernando Ribot es farmacéutico comunitario de las Islas Baleares y tesorero de Asprofa