Expertos de varios centros de Países Bajos han analizado el coste y el valor clínico de los ICI registrados en la EMA para tumores sólidos y usados en el país, y proponen mejorar el modo en el cual se emplean estas terapias para reducir la factura del sistema sanitario. La clave, sugieren, es evaluar en qué se gastan los fondos y asignarlos a los tratamientos con mayor valor clínico.
La partida presupuestaria dedicada a ICI se ha multiplicado por 7 desde 2017 en este país, pasando de 63 millones de euros en 2017 hasta 429 millones en 2023. Este último año, la mayor parte del presupuesto (88%, 379 millones) se dedicó a indicaciones a las cuales se había asignado ‘mayor beneficio clínico’. Solamente el 2% (8 millones) fueron invertidos en indicaciones con menor valor.
Dentro del grupo de fármacos con beneficios en supervivencia global (OS), el presupuesto dedicado a ICI con OS menor de tres meses fue de 31 millones de euros (9%), mientras que fueron 72 los millones invertidos en ICI con mejoras en OS comprendidas entre los 3 y los 6 meses, y 256 millones (71% del total) a los ICI con mejoras que superaban los 6 meses en OS.
Ángela Lamarca, responsable de comunicación de ESMO, valoraba este estudio con la reflexión de que “usar los tratamientos únicamente donde se ha demostrado un claro beneficio clínico y modular las dosis en función de la evidencia son estrategias potencialmente eficaces para reducir el coste, cada vez mayor, de los tratamientos oncológicos.
Los autores del estudio partían de la premisa de que, aunque la Sociedad Holandesa de Oncología Médica y las autoridades reguladoras evalúan las nuevas terapias en términos de beneficio clínico e impacto presupuestario, “no se sabe si el gasto guarda relación alguna con el beneficio clínico”. Para indagar sobre esa relación, utilizaron la escala de beneficio clínico de ESMO (ESMO-MCBS y la supervivencia global asociados a cada fármaco.
Para Lamarca este estudio es un buen modo de ilustrar la idea de que “cuantificar el coste de los tratamientos es crucial para construir sistemas sanitarios financieramente sostenibles, para saber en qué estamos empleando los recursos en la actualidad y sentar las bases para una planificación realista del futuro”.