Un equipo de investigadores españoles publicaba hace unos meses en The Lancet un estudio que analizaba las tendencias en la mortalidad en diferentes grupos socioeconómicos españoles durante la crisis. Aquel trabajo daba fe de un descenso en todos ellos. Uno de los autores y dos expertos en Sanidad del Partido Popular y Podemos reflexionan sobre sus resultados.
En las conclusiones, el equipo indicaba que el descenso “probablemente” esté relacionado con una menor exposición a factores de riesgo, y daba fe de que la mortalidad por cualquier causa fue menor durante los años de la crisis que antes de que ésta se desencadenara, particularmente en los grupos socioeconómicos menos favorecidos.
En general –recordaban– los estudios sobre los efectos de las fluctuaciones macroeconómicas en la mortalidad por grupos socioeconómicos no solo son escasos, sino que han ofrecido resultados encontrados.
Evolución en dos periodos
Ellos analizaron las tendencias en la mortalidad cuantificando cambios en la variable en cada grupo socioeconómico en un estudio prospectivo nacional. Para ello obtuvieron datos del censo de 2001 y realizaron un seguimiento de todos los habitantes entre el 1 de noviembre de ese año y el 31 de diciembre de 2011. Eso incluía a casi 36 millones de personas (35.951.354) de edades comprendidas entre 10 y 74 años en los cuatro años que precedieron a la crisis (de 2004 a 2007) y en los años de la crisis (de 2008 a 2011), contemplando la mortalidad por cualquier causa y la mortalidad por causas específicas en esa población.
La clasificación por grupos socioeconómicos se basó en dos indicadores: el espacio de la vivienda habitada en metros cuadrados y el número de coches propiedad de los residentes.
Con el modelo de regresión de Poisson se calculó el porcentaje anual de reducción de las tasas de mortalidad en el periodo anterior a la crisis y durante ésta en cada grupo. Así se comprobó que el declive anual en la mortalidad por cualquier causa fue de 1,7% para el grupo en peor situación socioeconómica; 1,7% para el grupo medio y 2,0% para el grupo en mejor posición entre 2004 y 2007. En el segundo periodo observado, entre 2008 y 2011, esos declives fueron de 3,0%; 2,8% y 2,1%, respectivamente, atendiendo al espacio del domicilio.
De acuerdo con el número de automóviles en propiedad en cada unidad familiar, los índices de declive anual en la mortalidad por cualquier causa fueron de 0,3%; 1,6% y 2,2% en el primer periodo, mientras que en el segundo ascendieron a 2,3%; 2,4% y 2,5%.
Factores de riesgo
José Antonio Tapia Granados, investigador de la Universidad Drexel de Filadelfia (Estados Unidos) y uno de los autores de este trabajo, explica al respecto que durante las recesiones se consumen menos sustancias nocivas, como el tabaco, y se ha encontrado también en algunos estudios que la dieta puede cambiar hacia alimentos más sanos.
Además, indica que al haber menos transporte y menor actividad industrial se reduce la contaminación ambiental “que es un importante factor inductor de enfermedad cardiovascular, como se ha comprobado en diversos estudios de hospitalización por dolencias cardiorrespiratorias comparando días de mayor o menor nivel de partículas en suspensión y otros contaminantes atmosféricos”. A esto añade que durante las crisis parece haber más actividad física, relaciones más intensas y frecuentes entre las personas que aumentan la cohesión social, un factor preventivo de todo tipo de problemas de salud. “La disminución de los ritmos de trabajo en el medio laboral pueden ser también un factor contribuyente a que haya menos trastornos de salud”, apunta.
El autor recuerda que existe una amplia bibliografía que muestra que a corto plazo los servicios sanitarios tienen poca influencia en la mortalidad, que está mucho más relacionada con las condiciones en las que se vive, se trabaja “o no se trabaja”, ya que estar desempleado es un inductor de mala salud, además de otros factores.
Javier Padilla, miembro del Área Estatal de Salud-Sanidad de Podemos, señala en una reciente conversación con Diariofarma que según la evidencia disponible, y con independencia de los ciclos, la mejora de las condiciones de vida y la protección social son lo que tiene impacto en la mortalidad.
En un artículo publicado en Colectivo Silesia, lo expresaba de la siguiente forma: “¿Estamos diciendo que las crisis económicas son buenas para la salud? Lo que estamos diciendo es que los procesos de crecimiento económico no son buenos para la salud. El crecimiento económico impulsa una maquinaria ligada al consumo que puede ser perjudicial para la salud”.
En consecuencia, razona que las intervenciones del estado en cuanto al estado de salud de la población deberían orientarse precisamente a la protección social, en mejorar las condiciones de vida.
Sus apreciaciones difieren por ejemplo en cuanto a la nutrición, ya que recuerda que se ha visto que en situaciones de falta de recursos económicos se tiende a obtener las calorías necesarias de forma más barata, muchas veces con productos de menor valor nutricional y mayor carga calórica. A este respecto, él se inclina por la aplicación de una fiscalidad saludable, que podría combinarse con incentivos a los factores asociados a un mejor estado de salud.
Jesús Aguirre, coordinador del Partido Popular en materia de Sanidad, el estudio divulgado por The Lancet , aun tratándose de una publicación seria, no encaja exactamente en la cronografía de la crisis. A su entender, aunque las cifras son llamativas, “con crisis o sin crisis, la esperanza de vida ha subido en más de un año en el último decenio”, un fenómeno que puede atribuirse a numerosos factores.
Puesto que “a pesar de la crisis, se ha mantenido el sistema sanitario”, él no definiría la crisis como una variable relacionada con las patologías ni la mortalidad.