La Federación Farmacéutica Internacional (FIP) ha designado al farmacéutico español Jaime Acosta como miembro de un nuevo Foro para analizar la potencial aplicación de tecnología en el ámbito de la farmacia. El nombramiento le viene como anillo al dedo, ya que que Acosta se ha preparado, a nivel formativo, para la búsqueda de nuevas oportunidades de negocio en el ámbito de la farmacia comunitaria y, más concretamente, en ámbitos como el comercio electrónico, el acceso a datos. Habla de todo ello en esta entrevista con Diariofarma.
Pregunta. La FIP ha creado recientemente un Foro para tratar de impulsar la implantación de las nuevas tecnologías que puedan hacer avanzar al sector farmacéutico, ¿no es así?
Respuesta. Así es. La idea es promover esa implantación desde el entendimiento de cómo se pueden aprovechar mejor. Se trata de explorar nuevas tecnologías, incluyendo nuevos modelos logísticos, y su impacto, y ver cómo los farmacéuticos pueden aprovecharse de eso. La idea es poder integrar esos avances en el trabajo diario de la farmacia comunitaria, pero también a nivel hospitalario, industrial, en la docencia, en todas aquellas profesiones donde hay farmacéuticos, pero con especial énfasis en la farmacia comunitaria. El Foro tiene la misión de detectar oportunidades, y también de asesorar a los miembros (cuatro millones de farmacéuticos, de 144 organizaciones) de la FIP en el aprovechamiento de las nuevas aplicaciones, la salud móvil o la amazonización de la farmacia.
P. ¿En calidad de qué participará usted? ¿Qué cree que puede aportar?
R. Participo como miembro, tras haber sido elegido por el buró. Hay 18 miembros, de 13 países diferentes, aunque soy el único de habla hispana. El chair del Foro reportará al buró sobre los avances que vayamos realizando en ese grupo. Yo no soy un tecnólogo como tal. Hay otros miembros en el grupo que sí lo son. La visión que yo aporto es la de un profesional con experiencia en práctica farmacéutica, especialmente en servicios que requieren tecnología, registros, acceso a datos, etc.
P. Usted ya trabajaba para el área de Proyectos de la Sección de Farmacia Comunitaria de la FIP, desde diciembre. ¿Tienen algo que ver?
R. Son cosas distintas. Desde diciembre vengo ejerciendo como consultor de proyectos para la Sección de Farmacia Comunitaria, que es una especie de Vocalía. Aunque también hay nexos de unión. Los proyectos en los que trabaja esta Sección son muy tecnológicos. Interesa mucho el tema de las nuevas tecnologías que nos permitan estar más cerca de los pacientes y modelos logísticos que nos permitan ofrecer un mejor servicio, siempre garantizando calidad y seguridad. Mi incorporación como consultor tiene que ver con mi experiencia en este ámbito.
P. Según su experiencia, ¿está la farmacia española más o menos preparada que la de otros países para aprovechar esas oportunidades?
R. Yo creo que la farmacia española tiene unas bases muy buenas para la incorporación de nuevas tecnologías. El mejor ejemplo es la implantación de la receta electrónica, con conexión directa al SNS, un proyecto en el que el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos ha jugado un papel muy importante. Puede decirse que es un líder mundial en la incorporación de tecnología, como demuestra siempre en sus presentaciones en la FIP. Ejemplos de ello son proyectos como Cismed, BotPlus… Estamos bien posicionados en relación con países desarrollados, aunque nos falta un empujón en lo que respecta a la incorporación de tecnologías a la farmacia. De cara a dar ese paso, no obstante, es importante incorporar lo que realmente tiene utilidad, porque hay que reconocer que también hay mucho humo en esto de las nuevas tecnologías. Es clave buscar evidencias que respalden la aportación que realizan.
P. ¿Considera que hay obstáculos, a nivel regulatorio, que impidan un mayor aprovechamiento de estas oportunidades?
R. Hay limitaciones, por ejemplo, en cuanto al acceso a los datos. En España, como en casi todo el mundo, la farmacia es un establecimiento privado, aunque la colaboración con el SNS sea estrecha. Así, en la medida en que somos un agente externo, tenemos difícil acceso a elementos como la historia clínica. En otros países con aseguramiento privado es más fácil. Sin embargo, hay novedades en este ámbito, como es el desarrollo, por parte de las comunidades autónomas, de carpetas de salud que nos pueden proporcionar datos relevantes. Otra cuestión en la que vamos retrasados, por nuestro tipo de aseguramiento público, es en el uso de los datos que ofrecen los wereables. Es complicado que se acepten como información para consulta de los clínicos, aunque haya evidencias sobre la calidad de los datos. También hay margen de mejora en lo que respecta a la incorporación del blockchain como sistema para evitar la falsificación de los datos.
P. Y a nivel social, ¿estamos preparados, o hace falta que se produzca aún un relevo generacional para que la salud digital termine de ser una realidad?
R. Quizás se necesite ese relevo para la generalización, pero si nos fijamos, por ejemplo, en la evolución del comercio electrónico, ya vemos muestras de que se puede funcionar de esta manera. Hay gente que ya no entiende la obligación de tener que venir a la farmacia sin necesidad… Cada vez eso será más frecuente, sobre todo a medida que se vayan comparando los servicios con colosos como Amazon.
P. ¿Qué tiene que hacer la farmacia, según usted, para no salir perjudicada de esa comparación?
R. Los titulares de entre 40 y 45 años tienen un reto importante relacionado con el desarrollo de la atención farmacéutica digital. Se nos va a comparar con otros agentes y necesitamos adaptarnos a las necesidades de los pacientes, que cada vez van a ver más normal la relación digital, también en lo que respecta a la salud. Existe una discusión ferviente en relación con los servicios de una compañía de mensajería, Glovo, que lleva medicamentos al paciente tras pedidos con su dispositivo móvil. Pero esto ya lo vivimos con la salida de los productos de parafarmacia. De lo que se trata es de dar un servicio diferencial.
P. Siempre que se habla de tecnologizar un sector como el de la farmacia comunitaria surgen las dudas por el riesgo de despersonalizar la atención. Para usted, ¿son aspectos que están reñidos?
R. La tecnología nos puede facilitar el desarrollo de procesos más eficientes, rápidos y seguros siempre que éstos se puedan sistematizar. En Reino Unido están empezando a utilizarse chatbots (robots que interactúan) para el cribado de pacientes que presentan un dolor de garganta, o un dolor de cabeza. El robot identifica, a través de inteligencia artificial, si se necesita atención de urgencias, ir a la farmacia, etc. En otros países, como Ruanda, se ha avanzado mucho en la digitalización, específicamente de la farmacia, con muy buenos resultados. En China hay empresas proveedoras de cabinas, tipo fotomatón, en la que un robot te hace preguntas y llega a un prediagnóstico. Un médico humano confirma el diagnóstico y hace una prescripción electrónica. Las cabinas incluyen un pequeño almacén para la dispensación, con algunas referencias, lo que hace que el paciente se pueda ir a su casa con el medicamento.
P. Y al farmacéutico, ¿qué le queda?
R. La tendencia es a participar cada vez más en cuestiones con implicaciones éticas, para determinar si el producto digital cumple con la normativa, y sobre todo en procesos que requieran de empatía y compasión. En estos tres ámbitos, la aportación humana va a seguir siendo imprescindible. Creo que es ahí donde tenemos que dirigir nuestro foco. En relación con la empatía, creo que va a ser un factor determinante en el futuro.
P. No le veo muy preocupado con lo que cuenta...
R. Es que soy de los que piensa que la tecnología nos puede aportar mucho y que, además, si te opones al cambio éste te termina atropellando. La adaptación lo facilita todo. Creo que hay muchos proyectos en farmacia, relacionados con la incorporación de tecnología, desde app de salud a dispositivos puramente comerciales, que podemos aprovechar. En principio, toda la tecnología que nos permita bajar costes y ofrecer un mejor servicio debería ser bienvenida. Y pongo el ejemplo de Luda: hay compañeros que discuten que esto vaya a favor de la atención farmacéutica. Yo creo que facilitar el acceso al tratamiento, evitándole al paciente búsquedas que le hacen perder tiempo, no es malo. Es solo un ejemplo de lo que trato de explicar.
P. Me gustaría terminar la entrevista pidiéndole que haga un esfuerzo de imaginación y me diga qué no hemos visto aún en España y terminaremos viendo más pronto que tarde.
R. Pues me imagino a un paciente con un problema de salud, que contacta con su asegurador; al que le atiende un robot que le va haciendo preguntas y realiza un prediagnóstico, y que le conecta por videoconferencia con un médico que le pide datos de su wereable. Ese médico receta un medicamento por vía electrónica, a través de la cual, el farmacéutico puede intervenir comprobando cuestiones como la adherencia y, en función de la evolución del paciente, proponiendo alternativas de tratamiento. Confirmada la prescripción, el paciente puede tener el medicamento en su domicilio en 10 minutos. Todo ese dispositivo le evitaría al paciente ir a la consulta médica, desplazarse a la farmacia, eliminándose así el 80% de la logística de los cuidados.