Opinión

Aprendizajes del ‘LancetGate’: ¿cómo protegernos de la ‘mala ciencia’?

Artículo de opinión de Jesús Sierra, investigador principal del Registro Español de Resultados de Farmacoterapia (Rerfar) Covid-19, sobre la necesidad de proteger a los profesionales sanitarios y la población frente estudios científicos carentes de rigor.

Artículo de Jesús Sierra, investigador principal del Registro Español de Resultados de Farmacoterapia (Rerfar) Covid-19

Jesús Sierra

La Covid-19 ha golpeado duramente a nuestra realidad en múltiples facetas, tanto individuales, como colectivas, personales y profesionales. Las respuestas ante esta asoladora pandemia han sido variadas y muchas veces he oído en foros profesionales que esta situación ha servido para exponer lo que cada uno de nosotros somos.

En el entorno sanitario, los golpes han sido muchos, y las respuestas ejemplares. Hemos hecho de todo y todo lo mejor que lo hemos sabido hacer, y esta es una visión que, aún con las voces críticas que necesariamente no pueden faltar, prevalece de forma general.

La última en ser golpeada, hace dos semanas, fue la ciencia, por una publicación que lo cambiaba todo. Una publicación en la revista The Lancet que orientaba hacia un notable incremento de mortalidad asociado a hidroxicloroquina y cloroquina y su uso en pacientes Covid-19. La conmoción alcanzaba a toda la comunidad sanitaria y los medios de comunicación generalistas se hacían eco de la letalidad asociada al fármaco. Un fármaco que, como podemos comprobar en el registro de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), ha sido utilizado como herramienta terapéutica en casi nueve de cada diez pacientes con ingreso hospitalario en nuestro país.

La losa cayó sobre los equipos asistenciales y la OMS decidió detener y analizar la seguridad del fármaco en la rama de tratamiento correspondiente del ensayo clínico SOLIDARITY. Los responsables del estudio RECOVERY, en cambio, decidieron continuar y pronto (el 26 de mayo) emitían una nota informativa en la que comunicaban la no necesidad de detener su ensayo clínico por la inconsistencia entre sus datos y los expresados por los autores del estudio observacional de la conocida revista inglesa.

En estos días, decenas de voces críticas en todo el mundo pedían a The Lancet una aclaración, ante numerosos problemas de validez identificados en el estudio. La revista comunicaba una nota de preocupación al respecto, la OMS su intención de reanudar el ensayo SOLIDARITY y, finalmente el día 4 de junio, The Lancet retiraba la problemática publicación. Lo propio hacía New England Journal of Medicine con un estudio con datos de la misma empresa.

Se puede decir que la ciencia ha sido duramente golpeada y tensionada por la Covid-19. Hemos convivido durante semanas con una toma de decisiones basadas en artículos sin revisión, con diseños y resultados que, en un contexto de normalidad, sólo podrían llegar a conformar hipótesis, y a ratos temiendo no haber hecho los deberes para fomentar y construir un espíritu crítico que nos dote las decisiones que tenemos que tomar del rigor científico suficiente.

En este caso, el llamado LancetGate bien podría interpretarse como un problema relacionado con el espíritu crítico y con un modelo de toma de decisiones que muchas veces se basa en marcas. En este caso, ese espíritu crítico ha servido para la detección, pero poco podemos hacer los que nos dedicamos al análisis crítico de la evidencia cuando los datos son falsos. No solemos trabajar en torno al fraude y el engaño. Solemos trabajar en torno a la adecuada interpretación de las pruebas científicas.

Por eso, sería enriquecedor para todos conocer, de manos de Surgisphere, la empresa proveedora de los datos del estudio publicado en The Lancet, los motivos de su fraude, pues nos ayudaría a recuperar parte de la confianza perdida, al poder conocer con más precisión cuáles son los márgenes del tejido afectado a extirpar. Sin embargo, resulta altamente improbable que lleguemos a tener esta información.

Las soluciones a todo esto no son sencillas, pero podrían estar a nuestro alcance. Una vez más, los profesionales sanitarios somos la barrera que puede contener parte del daño a la población y quienes podemos avanzar hacia las posibles soluciones.

Para empezar, debemos tener claro que la confianza en la marca de la revista no es suficiente, y a veces puede resultar contraproducente por adormecer el espíritu crítico. Resulta necesario dotar a los profesionales de unas medidas adecuadas de protección frente a la mala ciencia, que sirvan como un equipo de protección individual para el desempeño de su profesión y de barrera para su posterior diseminación hacia la población.

Estas medidas de protección deberían venir, muy probablemente, de la autoridad sanitaria y en forma de estrategia de formación, hacia los profesionales y también hacia la propia población. Porque en esta ocasión ha sido la Covid-19 quien vino a golpearnos, pero desconocemos qué o quién será el próximo que venga a golpear a la ciencia.

Lo que es seguro es que cada golpe que llegue nos exigirá estar adecuadamente preparados. Preparados para manejar de forma óptima la información y el conocimiento. Preparados para proteger a nuestra sociedad de la mejor forma que sepamos. Este cambio no está en las editoriales de las grandes o pequeñas revistas. Muy posiblemente, este cambio está en nuestras manos.


Jesús Sierra es investigador principal del Registro Español de Resultados de Farmacoterapia (Rerfar) Covid-19.

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