Opinión

Illa, ritmo de vacunación, hablar de ‘privatización’... No me lo puedo creer

Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma, sobre algunas cuestiones que están siendo de actualidad en los primeros días de 2021 en la lucha contra la covid-19.

Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma.

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Lo que se está viendo en los últimos días en relación con la lucha contra la pandemia  de la covid-19 es de lo último que me podía esperar.

Estamos en medio de una pandemia que se ha llevado por delante la vida de decenas de miles de personas en España y millones en el mundo, que nos va a arruinar para muchos años, que va a afectar a la calidad y cantidad de vida de generaciones y la política, o más bien el partidismo más abyecto, sigue marcando la agenda.

No me parece que tenga ninguna justificación la designación de Salvador Illa como candidato a la presidencia de la Generalitat por el Partido Socialista de Cataluña (PSC), pese a que desde el principio estuvo claro que la cartera sanitaria, como tantas otras veces para otros tantos ministros, era un trampolín político para el catalán. Creo que es una insensatez que, en mitad de la pandemia, con la tercera ola acechando y con el proceso de vacunación en sus inicios, el ministro de Sanidad se pase el próximo mes simultaneando su actividad gestora y política y que, además, eso genere, como ya se ha comentado, sospechas de trato de favor en materia de reparto de las dosis de vacunas que van llegando. Peor aún es que, en esta situación, se tenga que hacer cargo de la dirección de la pandemia alguien que llegue de nuevas porque como todos sabemos (aunque espero equivocarme), el próximo ministro de Sanidad será un político sin conocimiento en Sanidad y no un técnico. Y aún sería peor si el nuevo inquilino del Ministerio quisiera realizar cambios en los equipos directivos del mismo en estos momentos.

Pero si lo de Illa es algo increíble, aún peor es lo que se está viviendo con la organización de la vacunación frente al SARS-CoV2 en estos primeros momentos de la campaña. Es cierto que la autorización de la vacuna de Pfizer-BioNtech se adelantó a las previsiones y que la misma ha llegado en medio de la Navidad, con la reducción de plantillas por días libres y en medio de la tercera ola. Pero no es aceptable que el cuello de botella a la hora de afrontar la vacunación esté en el proceso de administración.

Lo mínimo que se puede exigir a las comunidades autónomas en este momento es que tengan una mayor previsión y que su gestión no añada ni un solo día al proceso de vacunación de manera que esta se ejecute al ritmo de llegada de dosis de vacunas. Cada día de retraso en poner vacunas supone miles de contagios y decenas de muertes. Por ello, ya se deberían estar poniendo en marcha planes para vacunar siete días a la semana en turnos de mañana, tarde y, si es necesario, noche para acortar lo más posible el proceso. Pero no, no se ha hecho así y, a día de hoy, solo se han administrado el 18,7% de las dosis disponibles, con varias comunidades por debajo del 10% y Madrid o Cantabria en el 5,4% y 5,1% respectivamente…. Sencillamente inaceptable.

Además, creo que es de total lógica que el SNS utilice para acelerar todo el proceso de vacunación todos los medios a su alcance, que reubique profesionales para que con la formación necesaria pueda realizar esta tarea. Y esos medios son también la sanidad privada, la Cruz Roja, el Ejército o incluso los farmacéuticos… Copiemos a países que están dando una lección al mundo, como Israel, que ha tenido la audacia (y dedicado los fondos) para asegurarse un suministro prioritario de dosis de vacunas para que su población esté protegida lo antes posible.

Por ese motivo, cuando escucho, como ha ocurrido estos días atrás, poner por delante de la salud de las personas una crítica política, además absurda, en forma de alerta de privatización por contar con la sanidad privada para colaborar en la vacunación, se me hiela la sangre. ¿En qué están pensando esas personas que prefieren retrasar la vacunación y, por tanto, que mueran más personas, con tal de que el ámbito privado, al contrario que en el resto del mundo, no participe en la vacunación en nuestro país?

Estamos en medio de la tercera ola y todos los recursos disponibles públicos o privados son pocos. No estamos para despreciar ninguna ayuda. Y todas cuestan. ¿O es que los enfermeros no cobran por su trabajo en la vacunación? Pero lo que cueste, más allá de las vidas y los problemas de salud, seguro que es insignificante en comparación con el impacto económico de cada día de retraso.

En las próximas semanas, coincidiendo con las sucesivas aprobaciones de nuevas vacunas que se van a producir, estarán disponibles muchas más dosis semanales. Espero que la estratificación de quien recibe qué vacunas y la organización necesaria esté a punto para cuando eso ocurra. De lo contrario, una vez más, volveremos a cometer errores que eran fácilmente evitables con utilizar el sentido común y estaremos, de nuevo, a la cabeza de los ranking negativos de gestión de la pandemia. Espero que no sea así y que hayamos aprendido.


José María López Alemany es director de Diariofarma.

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