Opinión

La Agencia Estatal de Salud Pública, víctima de la ‘política con minúsculas’ actual

Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma, sobre los nuevos informes sobre la situación vivida con el rechazo del Congreso de los Diputados a la Ley de creación de la Agencia Estatal de Salud Pública (Aesap) y el comportamiento tanto del PP como de la ministra de Sanidad, Mónica García.

La situación vivida el pasado jueves, con el rechazo a la aprobación de la ley de creación de la Agencia Estatal de Salud Pública (Aesap) en el Congreso de los Diputados, es un reflejo de las tensiones políticas que atraviesa nuestro país. Pero no solo eso, es más grave. Creo que es una muestra de la política cortoplacista, centrada en el zasca diario; una política de Twitter, infantil, que trata a los ciudadanos como menores de edad. Una política de la cancelación que fulmina, como la peor de las inquisiciones, a quien osa decir algo tan simple y realista como que, sin minusvalorar el drama que ha supuesto la covid-19 (yo también me tengo que cuidar las espaldas), nos podemos enfrentar próximamente a pandemias mucho más graves, con mayor transmisibilidad, letalidad y más dificultad para desarrollar vacunas efectivas; o en otro orden de cosas, que da al traste con un proyecto legislativo relevante, largamente esperado y necesario, como la Aesap.

Por todo ello, creo que ha llegado el momento de pararse y llevar a cabo una reflexión serena, de manera que, al menos en lo que se refiera al ámbito sanitario, se aparte la pugna política diaria y se piense en el largo plazo y en el beneficio de los ciudadanos. No está el horno para tratar de componer un mínimo pacto, pero, al menos, que cada uno actúe con la básica responsabilidad que merece la cuestión.

Considero que tanto el Partido Popular como la ministra de Sanidad, Mónica García, han cometido graves errores en los acontecimientos que dieron lugar al rechazo de la Aesap.

Responsabilidad del PP

En el caso del Partido Popular, creo que no ha actuado con la seriedad que se le espera. Tras haber apoyado durante meses (o años) la constitución de la Aesap, la última votando afirmativamente el dictamen sobre el proyecto de ley en la Comisión de Sanidad, de manera sorpresiva votó en contra en el Pleno. Eso no puede ocurrir, ya que da la sensación de que las leyes pasan de ser buenas, o suficientemente buenas para ser votadas a rechazables, por cuestiones distintas a lo que las mismas dicen.

La portavoz del PP, María del Mar Vázquez, sorprendió el jueves pasado siendo muy dura en la crítica de algunos aspectos, como la financiación, independencia y dirección del organismo, incluidos en sus enmiendas, y cuya no aceptación no implicó un rechazo al dictamen siete días antes. Todas esas cuestiones deberían haberse planteado de forma más clara mucho antes y, si fueran causa para no votar la ley, hay que poner esta cuestión encima de la mesa desde el principio. A pesar de todo ello, Vázquez también dijo claramente que en el Senado, con mayoría popular, mejorarían el texto, es decir, que la ley pasaría el primer trámite parlamentario del Congreso. Su voto negativo no estaba, por tanto, decidido. Y así lo dijeron representantes del PP en sus cuentas de X.

A ver cómo explica el PP su sentido de voto en caso de que el Gobierno remita un texto idéntico al sometido a votación el pasado jueves. Si cambia el voto sin variar el texto, lo único que habrá provocado es un retraso en la puesta en marcha de la Aesap y una pérdida enorme de credibilidad, como la que achacan al Ejecutivo de Pedro Sánchez con sus cambios de opinión.

Valorando mínimamente las demandas del PP, creo, por un lado, que la independencia de la Aesap debe ser una necesidad para asegurar un criterio técnico e independiente de los vaivenes políticos y, por otro, creo también necesario alejar cualquier posibilidad de que Fernando Simón la dirija, ya que es un aspecto en el que es imposible avanzar en un consenso que se antoja imprescindible. Que Simón fuera la cara visible durante la pandemia no es ningún mérito para dirigir la Aesap, especialmente si tenemos en cuenta sus múltiples deméritos, errores o cambios de opinión, tanto antes del 14 de marzo de 2020 como después. Algunos de ellos, por la falta de información y evidencia. Otros, claramente no. Y de ello, ya escribí largo y tendido a lo largo de las fases más duras de la pandemia. Uno de los ejemplos más claros fue la política de mascarillas, que pasaron de ser desaconsejadas a recomendadas y, finalmente, obligatorias y todo ello sin evidencia alguna.

Creo que se debería haber trabajado con mayor antelación para mejorar la ley y asegurar el consenso. El Gobierno debió ceder en algunas de las exigencias razonables planteadas por los grupos que deseaban apoyar la norma. Pero el PP tampoco puede hacer caer una ley tan relevante de un minuto para otro, especialmente cuando todo apuntaba a que estaba ya acordada.

Responsabilidad de la ministra

Por su parte, la ministra, en lugar de jugar un papel institucional, agradecer el apoyo del principal partido de la oposición, así como del resto que iban a votar afirmativamente, optó por una actitud poco entendible, como si siguiera instalada en su papel de oposición. Primero, se entrometió, insultando gravemente al PP (“negacionistas de la democracia”; “odiadores”: “almas de cántaro”; acusando al PP de un “interés antidemocrático latente y permanente”, dijo), en un conflicto que no le concernía entre el portavoz parlamentario del PP en el Congreso y quien presidía el debate en ese momento, y que no tenía nada que ver con la Aesap. Después, continuó menospreciando el papel del Partido Popular tanto a nivel nacional como en la Comunidad de Madrid en materia de salud pública y en el abordaje de la covid. Las palabras que utilizó Mónica García distaron mucho de ser las propias de un discurso constructivo, que debía estar centrado en poner en valor la ley y agradecer el respaldo recibido. De su discurso de 20 minutos, sobra la mayor parte de los 16 primeros: sobra todo lo que no fue leído.

En cualquier caso, la política no deja de asombrarme ingratamente. Resulta sorprendente que un Gobierno en minoría, obligado a negociar cada votación, trate con alfombra roja a Junts o ERC, por sus cuatro y siete votos, respectivamente, y, sin embargo, maltrate al PP incluso cuando este apoya sus iniciativas. Así, llega a ser entendible que sus dirigentes no vean otra salida que dejar de apoyar cualquier iniciativa legislativa del Ejecutivo. Pero no hay que olvidar que, con todo esto, los grandes perjudicados son los ciudadanos y la salud pública.

Espero que, de esta mala experiencia, ejemplo de lo peor del politiqueo, partidismo abyecto y política de bandos, se extraigan lecciones de cara a la próxima tramitación ya anunciada de la Aesap. Que unos planteen desde el primer momento lo que consideran imprescindible para su apoyo, y que otros cedan con humildad, conscientes de que no tienen los votos necesarios y que no hay margen para la prepotencia.


José María López Alemany es director de Diariofarma.

Comentarios

guest
0 Comments
Inline Feedbacks
View all comments

Noticias relacionadas

Actividades destacadas