La farmacia comunitaria se presenta como una posible aliada de las personas que padecen hemofilia, según afirma Álvaro Lavandeira, asesor jurídico de la Asociación de Hemofilia de la Comunidad de Madrid, uno de los ponentes de la mesa de Infarma dedicada a las necesidades de los pacientes.
Esta enfermedad rara, generada por un desorden hereditario de la coagulación de la sangre, que padecen unas 4.000 personas en toda España, requiere de un tratamiento, el factor de coagulación, que se dispensa únicamente en los hospitales de referencia, así como de un control y seguimiento por parte del médico especialista y la Farmacia Hospitalaria.
Sin embargo, más allá de las revisiones y el control hospitalario necesario, la dispensación de esta medicación podría realizarse desde las oficinas de farmacia, según apunta este experto siempre que se cumplieran los requisitos para poder ofrecer este servicio, que pasan por la formación específica del profesional y unos medios, por parte del establecimiento con un procedimiento logístico, coordinado con los servicios de farmacia de los hospitales, y unas condiciones de conservación en frío del tratamiento.
Cabe tener en cuenta que son los únicos pacientes (o los padres, en caso de niños) autorizados para administrarse el tratamiento de manera intravenosa en su domicilio, precisamente para evitar la dependencia del hospital. Mejorar la accesibilidad a estos tratamientos comportaría beneficios como evitar a los pacientes desplazamientos largos. “Hay personas que tienen que recorrer cientos de kilómetros para conseguir su tratamiento, e incluso hay familias que organizan su vida en torno al hospital de referencia por la dependencia tan importante que tienen respecto a éste”, subraya el Dr. Lavandeira.
“El farmacéutico comunitario, al ser un profesional sanitario, puede contribuir a informar y colaborar en el tratamiento integral de la persona afectada sobre la medicación, y acercarles el tratamiento favorecería la adherencia al mismo”, opina Lavandeira. A pesar de que estos enfermos suelen conocer bien su patología, “sería positivo que el farmacéutico pudiera informarles sobre diferentes aspectos: como que no pueden tomar ácido acetilsalicílico, o que mientras se administran el fármaco no se les puede poner una vacuna, especialmente en el caso de los niños, puesto que puede provocar inhibidores”, explica como ejemplo.
Además, la conservación de la medicación en la oficina de farmacia en las condiciones necesarias aportaría seguridad al producto, que en algunos casos, cuando el paciente reside alejado del hospital, se encuentra almacenado en los domicilios de los pacientes.
Al parecer de Lavandeira, habría que potenciar la colaboración entre farmacia hospitalaria y comunitaria, puesto que las propias características y necesidades de los pacientes hacen muy aconsejable que ambos ámbitos interactúen, con el objetivo de acercar el conjunto del sistema sanitario a estas personas. Las aplicaciones informáticas disponibles podrían, en su opinión, contribuir a esta mayor colaboración.