Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma
En los últimos tiempos se está hablando cada vez más de resultados terapéuticos de los medicamentos en términos absolutos de o funciona o no funciona. Se trata de una situación que considero que puede provocar importantes daños en la innovación farmacéutica y el desarrollo de avances terapéuticos en el futuro.
Algunos Acuerdos de Riesgo Compartido actuales se realizan en esa dualidad y, si funciona, se paga o, si no, no se paga nada. Eso, desde mi punto de vista no tiene nada de riesgo compartido. El riesgo es asumido únicamente por una parte que se juega a todo o nada el éxito, mientras que la otra nunca pierde.
Del mismo modo, el debate del acceso a la innovación que se está propiciando a partir del ‘Informe Cabezón’ que lidera la eurodiputada socialista Soledad Cabezón, aborda el acceso y el pago por la innovación solo en caso de que aporte valor al sistema y supere a las terapias existentes.
Creo que implantar un sistema de este tipo puede desincentivar de forma importante la innovación farmacéutica, y el riesgo que supone, ya que en muchos casos no tendrá clara la financiación pública de los tratamientos. Estoy de acuerdo que no se pague más por lo que no aporta nada adicional, pero creo que hay que valorar esa aportación desde múltiples perspectivas ya que determinadas innovaciones menores pueden ser de gran importancia para algún tipo de paciente.
Las innovaciones incrementales han protagonizado gran parte de las innovaciones farmacéuticas a lo largo de la historia. Así surgen las grandes familias de grupos de antibióticos, analgésicos o antihipertensivos. Más recientemente hemos visto el desarrollo de numerosos medicamentos del grupo de las estatinas que, aunque todas parecidas y con un mismo mecanismo de acción, tienen efectos y potencias muy diferentes.
Por ello, creo que todas esas innovaciones deben ser valoradas, en su justa medida eso sí, para que el conocimiento y la rueda de la innovación no se pare.
Para mí la solución pasa por repensar la prestación farmacéutica. No podemos pretender seguir incorporando innovación manteniendo todo lo anterior a costa de bajar los precios de lo nuevo y lo antiguo. Los estados tienen que empezar a priorizar realmente y evaluar sus carteras de servicios y de medicamentos y, en el caso de estos últimos desfinanciar aquello que aporte menos valor y lo que los ciudadanos puedan asumir con su bolsillo.
Sé que mucha gente no podría acceder a determinados medicamentos que en un momento determinado sería importante para ellos, pero al igual que en el caso de pensionistas que no puedan acceder a pagar los 8 euros de copago mensual, habría que buscar una solución más allá del ámbito sanitario, en los servicios sociales.
En cualquier caso, creo que el diálogo con todos los agentes y, en este caso, especialmente la industria farmacéutica, es imprescindible para evitar los males mayores que podrían aparecer en caso de obviar su punto de vista. Lo que nos jugamos es nada menos que el avance terapéutico, casi nada.