La Comisión Europea ha emitido una Comunicación, dirigida al Parlamento y el Consejo europeos, así como al Comité Económico y Social, con el nuevo Modelo Estratégico para la Gestión de Medicamentos en el Ambiente, en el que plantea que, pese a ser fundamentales para el tratamiento de muchas enfermedades, existe un problema emergente asociado a los fármacos, por la polución que se genera en todo su ciclo de vida, desde su producción, a su uso (en humanos y en animales) o su deshecho, que puede suponer en serio riesgo para el medio ambiente y para la propia salud humana.
A este respecto, señalan que la mayoría de los medicamentos están diseñados para actuar en bajas concentraciones, de modo que puedan ser tolerados por organismos animales y humanos mostrando a la vez los efectos deseados. El problema es cuanto estos se acumulan, como consecuencia de una liberación continuada, de lo que pueden derivarse riesgos por toxicidad. Así, hacen mención a estudios que han demostrado que peces macho puede hembrizarse como consecuencia de la exposición a residuos de pastillas anticonceptivas, lo que amenaza su capacidad reproductiva. También se ha demostrado el impacto en la salud de estos animales de algunos antidepresivos.
Éstos son solo algunos ejemplos de los casos demostrados en animales. En humanos todavía no se habrían demostrado estos efectos, aunque hay un informe reciente de la OMS que apuntaría la necesidad de mantener la vigilancia con respecto a este tema. Sobre este particular, el informe de la CE reconoce que se han encontrado restos de antimicrobianos en las aguas y el subsuelo, lo que puede dar lugar, explican, "a la aparición de resistencias". También se ha llamado la atención sobre el efecto que podría estar teniendo la liberación de residuos desde plantas de fabricación de antibióticos en este fenómeno.
Así, aunque la Comisión reconoce que queda mucho por investigar para determinar el impacto real de esos residuos en el medio ambiente y la salud humana, consideran fundamental comenzar a actuar. Para ello, plantean ahora cuatro objetivos: identificar acciones, o comenzar a evaluarlas, para hacer frente a los riesgos potenciales que se derivan de la emisión de residuos de medicamentos al medio ambiente; promover un tipo de innovación que ayude a minimizar riesgos, con la aplicación, por ejemplo, de la conocida como economía circular; identificar las lagunas de conocimiento y trabajar en soluciones que sirvan para dar respuestas, y asegurar que las acciones que se tomen no suponen una amenaza para el acceso a medicamentos seguros y eficaces.
Cinco líneas de acción
A partir de estos cuatro objetivos, proponen cinco líneas de acción. La primera tiene que ver con la necesidad de incrementar la concienciación y promover un uso prudente de los productos farmacéuticos. "Los Estados y los profesionales sanitarios tienen un rol crucial en este contexto, aunque la Comisión también puede contribuir, por ejemplo, con la financiación de programas formativos, asegurando así que se cumplen las normas establecidas", indican. Para ello, se comprometen a promover el desarrollo de guías para fomentar ese uso prudente; explorar, junto con otros agentes, cómo incorporar los aspectos medioambientales en la formación de los profesionales, fomentar la reducción del uso preventivo de antibióticos veterinarios, en línea con lo que dispone la regulación que rige sobre los medicamentos en salud animal; impulsar el intercambio de conocimientos sobre buenas prácticas entre Estados, y reforzar la cooperación con la OMS y otros organismos internacionales para fomentar la sensibilización y la búsqueda de soluciones.
La segunda tiene que ver con dar apoyo al desarrollo de medicamentos menos perniciosos para el medio ambiente, para lo cual se plantean promover mecanismos de financiación, dentro del Marco Financiero Multianual, que contribuyan al desarrollo de medicamentos verdes, es decir, que se degraden más fácilmente, y que estén compuestos por sustancias menos lesivas; trabajar directamente con los laboratorios su implicación en el tratamiento de aguas; establecer, junto con los Estados, estándares de calidad para fármacos que puedan suponer un riesgo a nivel de Unión Europea, y también valorar la posibilidad de incorporar los criterios de sostenibilidad medioambiental en los procedimientos de compra, así como fomentar el diálogo y cooperación para llevar a cabo acciones en terceros países en los que las emisiones de residuos podrían estar contribuyendo a la generación de resistencias que terminan convirtiéndose en un problema global.
Seguidamente, proponen una serie de medidas dirigidas a mejorar la evaluación y revisión de riesgos, en colaboración con la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), que pasan por mejorar el conocimiento de los evaluadores en cuestiones relacionadas con el impacto medioambiental de los fármacos; la posibilidad de desarrollar guías acompañadas con recomendaciones de gestión de riesgos; mejorar el acceso a los datos sobre los peligros existentes y animar a los solicitantes de una autorización de comercialización a que la acompañen de un plan de gestión de riesgos, entre otras medidas. Algunas de estas medidas irían a los medicamentos de uso humano, pero también hay propuestas específicas para los de uso animal.
Reducir el despilfarro
Asimismo, de cara a reducir el despilfarro de medicamentos, proponen una colaboración con los Estados y con la EMA para explorar nuevas vías que ayuden a controlar el desperdicio de medicamentos con una optimización de las presentaciones, de modo que se dispensen las medicinas que realmente se necesitan, y, también, con una extensión segura de la gestión de caducidades que permita que fármacos que ahora tiramos se puedan terminar de consumir. Por otro lado, proponen desarrollar fórmulas de reutilización de fármacos que no se han llegado a usar, así como diseñar programas que contribuyan a un tratamiento adecuado de los fármacos inutilizables y los residuos.
Finalmente, abogan por una extensión de la labor actual de monitorización de la concentración de restos de medicamentos en el ambiente, para lo cual proponen la utilización de nuevas técnicas, la extensión de la la vigilancia en aquellos casos en los que los medicamentos no están sujetos a un plan de gestión de riesgos, o el desarrollo de nuevas investigaciones sobre la relación entre la presencia de antimicrobianos en el ambiente y la generación de resistencias, así como sobre el impacto sobre la salud de la exposición a la concentración de sustancias activas esparcidas por el medio ambiente.