Artículo de opinión de Fran Rosa, periodista especializado en el sector farmacéutico.
La Real Academia de la Lengua Española define el término humanizar como el proceso de "hacer humano, familiar y afable a algo o alguien". O sea que, trasladado al ámbito de la sanidad, se puede decir que la humanización tiene mucho que ver con cuidar al paciente. Cuidarlo en el sentido más amplio del término, no solo con la mera presencia, sino con una presencia con calidad humana, que le haga sentirse acompañado y comprendido en su proceso de enfermedad, el cual, a veces, le sitúa en un estado de gran vulnerabilidad.
Para poder humanizar, por tanto, parece importante que los profesionales sanitarios desarrollen esas capacidades para el buen cuidado. Se pueden incluir en este saco habilidades como la escucha activa, la empatía y la humildad. Si hay algo importante en el proceso de ayudar a otros a estar mejor, sea uno sanitario o no, eso es conocer cómo esa persona vive por dentro su proceso, a nivel físico y mental, poniendo en cuarentena nuestro propio diagnóstico sobre su situación. ¡Qué fácil suena, pero qué difícil es ponerlo en práctica! Por eso es especialmente relevante que la dimensión emocional esté presente en los programas universitarios de los profesionales de la salud.
Pero más allá del desarrollo de estas capacidades, sin las cuales será imposible avanzar en esa pretendida humanización, hay otro aspecto a tener muy en cuenta, que tiene que ver con las condiciones en las que esos profesionales desempeñan su labor. Creo interesante destacar, a este respecto, la afirmación que hacía esta semana el jefe de Servicio de Farmacia del Hospital Clínico San Carlos, José Manuel Martínez Sesmero, en una entrevista que publicábamos en Diariofarma, en relación con esto.
Así, preguntado por la importancia de dimensionar adecuadamente las plantillas de los centros sanitarios para poder dar un trato humanizado a los pacientes, opinaba que, "para humanizar, el capital humano es importante". A su juicio, "la humanización es una cuestión de calidad y de cantidad. La calidad es la clave, pero la cantidad también es importante. Si en Pacientes Externos mis compañeros ven a 60-70 pacientes al día, la posibilidad de humanizar es menor".
Parece bastante evidente. Y, en línea con esto, cabe recordar también las palabras del CEO de la American Society of Health-System Pharmacyst (ASHP), Paul W. Abramowitz, que en una visita reciente a España aludía a la situación de estrés que viven muchos profesionales en el sistema sanitario americano, entre ellos los farmacéuticos de hospital, y que se traducía, en el caso de estos últimos, en los resultados de una encuesta en la que el 61% se declaraban sobrepasados y el 53% exhaustos emocionalmente. "Otro problema, además de que están exhaustos", subrayaba Abramowitz, "es que muchos se sienten solos". En el caso de los residentes, reconoció que algunos cumplían jornadas de casi 60 horas semanales, de las que estaban empezando a derivarse elevados niveles de estrés, depresión y hostilidad.
Como consecuencia de esta realidad, la National Academy of Medicine (NAM) ha puesto en marcha una iniciativa orientada a mejora el bienestar y visibilizar el estrés de los profesionales, y pretende desarrollar soluciones colaborativas para reducir la presión asistencial. La ASHP, que colabora con la NAM, ha tomado buena nota de esta tendencia y ha incluido un punto en su Plan Estratégico, orientado a "mejorar el cuidado de los pacientes a través del fomento al bienestar de los farmacéuticos, los que están en ejercicio y también residentes, así como los técnicos de Farmacia".
Volviendo a España, no se puede decir que la situación de los profesionales sanitarios sea mucho mejor. No hay muchos datos que demuestren los estragos de la carga asistencial en los profesionales, pero el déficit de personal es un mal endémico, reconocido por todos, que se agravó especialmente como consecuencia de la crisis y los consiguientes recortes presupuestarios en Sanidad.
Déficit de personal
En el último Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS), el déficit de personal, sobre todo en Atención Primaria, fue uno de los temas sobre el que más incidieron los consejeros, y lo vincularon, como no podría ser de otra manera, a la necesidad de mejorar la financiación autonómica para poder invertirla en sanidad. Cabe destacar, a este respecto, que llevamos años por debajo de la media europea en lo que se refiere a gasto sanitario público. Los últimos datos oficiales lo situaron en el entorno del 5,8% del PIB en 2018. Hay muchos expertos que hablan de que, para alcanzar cotas aceptables de calidad en la asistencia sanitaria, habría que ganar un punto más, como mínimo. Incluso así seguiríamos por debajo de muchos otros países de nuestro entorno.
Mientras eso no cambie y se mantenga la presión asistencial que existe actualmente, va a ser difícil que se pueda avanzar en la humanización de la atención sanitaria. Como se decía al comienzo de este artículo, ésta requiere de unas capacidades que los profesionales, aquellos que no las tenga, deberán desarrollar. Pero con eso no basta. Es fundamental que los profesionales dispongan de tiempo para que la atención que ofrecen sea de calidad y eso implica elevar el gasto en capital humano y, con ello, el número de efectivos. Sin eso, la humanización se quedará en una mera declaración de intenciones.
Francisco Rosa es periodista en Diariofarma