Ministerio de Sanidad y comunidades autónomas ha aprobado la actualización de la Estrategia del Ictus del Sistema Nacional de Salud, que se publicó en 2009 y estableció los objetivos de mejora en todos los niveles de la atención sanitaria de esta enfermedad. Este documento en el que han participado sociedades científicas y asociaciones de pacientes está orientado a conseguir una mejor prevención, atención y rehabilitación del ictus, basadas en la excelencia clínica y en condiciones de igualdad en todo el territorio.
En 2013 se realizó una primera evaluación y en 2021 la segunda, poniendo de manifiesto que se han alcanzado un gran número de los objetivos marcados, entre los que destaca la reducción significativa de la mortalidad por ictus en España, el aumento de la autonomía de los supervivientes, así como la disminución en la variabilidad en los resultados en las diferentes comunidades autónomas.
El ictus sigue siendo un problema de salud pública en todo el mundo, asociado a una elevada mortalidad y discapacidad si no se trata adecuadamente. Unas 120.000 personas sufren un ictus y alrededor de 25.000 fallecen cada año en España a causa de un ictus. Además, es una enfermedad que trae consigo un enorme sufrimiento y un impacto en todas las esferas de la vida.
Se calcula que una de cada seis personas en el mundo padecerá un ictus a lo largo de su vida, siendo la primera causa de discapacidad en Europa y una de las principales causas de muerte. Puede ocurrir a cualquier edad. De hecho, en los últimos años se ha incrementado su incidencia en un 25% en edades comprendidas entre 20 y 64 años, si bien es más frecuente a partir de los 65 años.
Aumento de la incidencia.
Todo ello ha llevado a la publicación de planes de actuación internacionales, integrales, destacando el Plan Europeo de Acción para el Ictus 2018-2030 y el Plan de acción de la Organización Mundial del Ictus para una asistencia sanitaria de calidad. En ambos se incide en dos aspectos fundamentales: el ictus se puede prevenir y tratar de manera efectiva.
Esta enfermedad se puede prevenir en un 80-90% de los casos, actuando sobre estilos de vida y factores de riesgo modificables. Además, se han desarrollado métodos de diagnóstico y tratamientos muy efectivos, basados en la evidencia científica, que mejoran, de manera muy significativa, el pronóstico de las personas con ictus.
Para ello se requiere de una actuación rápida y especializada por equipos interdisciplinares, coordinados por Neurología, así como una adecuada organización asistencial y asignación de recursos. Los tratamientos de neurorrehabilitación y la atención de las necesidades en la vida después del ictus son también cruciales para disminuir la discapacidad funcional y mejorar la calidad de vida de las personas con ictus.
La Estrategia integra las directrices de la OMS y se alinea con los principales objetivos y recomendaciones recogidos en el Plan de Acción Europeo para el Ictus 2018-2030.
Se aborda la complejidad de la enfermedad cerebrovascular desde una perspectiva integral de la atención, interdisciplinar, coordinada y centrada en la persona. En este sentido, considera la equidad, la sostenibilidad, el respeto de los derechos humanos y la bioética como pilares fundamentales.
También procura la participación de las personas afectas y sus familiares en la toma de decisiones y en el autocuidado y aborda la importancia del acompañamiento y el apoyo en todas las fases para lograr la máxima autonomía y calidad de vida.
Por último, la Estrategia aborda la necesidad de una coordinación adecuada entre los numerosos profesionales implicados y una continuidad en la atención.