Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma.
Desde este domingo nos adentramos en una nueva época de la lucha contra el SARS-CoV-2 en la que se pone el foco en el ocio nocturno, las reuniones familiares y los desplazamientos vacacionales y de fin de semana, así como la libertad de movimientos en general. Contra estas situaciones es contra las que se han definido las medidas que podrán implantar las comunidades autónomas a partir del nuevo estado de alarma.
A la vista de estas posibles medidas, es necesario analizar si las mismas serán o no útiles. No cabe duda de que la limitación de movimientos es la herramienta más eficaz contra el virus, pero los efectos que tiene sobre la economía hace necesario modularla. Y eso es lo que parece que se propone en este nuevo estado de alarma.
El toque de queda viene a buscar la limitación de las reuniones ‘ilegales’, botellones y fiestas que pudieran producirse. No obstante, cabría pensar si esa limitación surtirá algún efecto o si solo se logrará que esas juegas se alarguen hasta las 6:00, cuando ya puedan salir a la calle los festeros, incrementando el tiempo de contacto en entornos cerrados y, por tanto, elevando las probabilidades de contagio.
También dudo de la eficacia de la limitación de reunión a un máximo de seis personas. Resultará muy difícil asegurar el cumplimiento de las mismas, especialmente en el ámbito privado. Aquí, la única solución es la información y la concienciación acerca de los riesgos de las reuniones, sin medidas de protección, como sería de suponer en ambientes familiares o incluso de amistades, de un elevado número de personas.
Y, por últimos estarían las limitaciones a la movilidad que las comunidades autónomas podrán modular y restringir movimientos en las zonas tan pequeñas o grandes como deseen. Incluso abarcando al total de su territorio.
Yo no sé qué información tiene el Ministerio de Sanidad y el Gobierno para haber pensado que estas medidas son las necesarias para reducir el impacto de la pandemia. Pero no hace más que incidir en la misma receta que el estado de alarma de marzo, eso sí un poco más suave.
En este sentido, echo en falta medidas que obliguen a los establecimientos a incrementar la capacidad de ventilación de los locales, una mayor exigencia en la calidad de las mascarillas y una mejor formación e información sobre su uso correcto por parte de los ciudadanos o el fomento de medidas que permitan reducir la acumulación de personas en el transporte público. Eso sí para acertar en las medidas a proponer deberíamos tener información adecuada sobre los lugares y circunstancias en las que se están produciendo los contagios. Y creo que no la tenemos.
Solo un 11% de los casos asignado a un ámbito
El Ministerio de Sanidad ha empezado a publicar los dos últimos viernes la información relativa a los brotes detectados y el ámbito donde se producen. Aunque resulta una información muy interesante, no deja de ser poco reconfortante que solo se asigne a un ámbito concreto el 11% de los casos totales de la semana. Es decir, que de casi el 90% de los casos no hay información acerca de las circunstancias en las que los pacientes adquirieron el virus.
Si esto es así, resulta muy difícil poner en marcha medidas que resulten verdaderamente eficaces contra el virus. Medidas que atajen realmente dónde se producen los contagios y que no afecten, o lo hagan lo menos posible, a la vida ‘normal’ tanto social como económica más allá de lo imprescindible.
Pese a ello, de la lectura de los datos publicados por Sanidad quedaría claro que las reuniones familiares serían la principal fuente de contagio identificada, con un 24% de los brotes y el 21% de los casos identificados. Por detrás, estaría el ámbito familiar, con un 21% de los brotes y el 17% de los casos y los centros educativos con el 13% de casos y brotes. Resulta, por tanto, que en el ámbito familiar se concentrarían el 45% de los brotes y el 38% de los casos. Y, ante esta transmisión, ¿tendrá efecto un estado de alarma? ¿Y un toque de queda?
Dada la conocida evolución temporal que tiene la historia natural del virus, cabría preguntarse por los días en los que se producen las infecciones. ¿Se producen realmente de viernes a domingo, como sugeriría la causa de festejos familiares? Sería muy fácil determinar los días de mayor riesgo de contagio y, en función de si hay o no concentración en el fin de semana, empezar a dirigir mejor las medidas. Aparte de eso, creo que lo relevante sería evitar el origen del contagio de cada paciente ‘cero’ en cada brote, porque está claro que en el ámbito familiar o las reuniones de amistades se bajan las medidas de protección y son mucho más fáciles los contagios.
Por otro lado, cabe señalar que, según los propios datos de Sanidad, solo el 1,5% de los brotes y el 1,7% de los casos se deben a locales de ocio, como discotecas y pubs o cafeterías y restaurantes. En este sentido, no parecería que estuviera muy justificado, en función de los datos y la ciencia, el cierre nocturno que busca impedir gran parte de la actividad de estos locales.
A lo que se está poniendo poco foco es al ámbito educativo. Según los datos de Sanidad, el 13,5% de los brotes se han producido en los centros de educación, con un 13,1% de los casos. Además, en una sola semana se ha producido un incremento del 37,7% de los brotes y un 65,1% de los casos. Esto hace que la situación empiece a ser preocupante. A este respecto, tampoco veo que se estén ofreciendo medidas que realmente favorezcan una menor transmisión de la covid-19 en el ámbito educativo. Por ejemplo, aprovechar que hay muchos padres que están en teletrabajo, o lamentablemente en paro o ERTE, para permitir, de forma voluntaria, que los alumnos que quieran y puedan asistan telemáticamente a las clases lo hagan. Además, esta práctica debería ser la norma en bachillerato y universidad, con plataformas que permitan, incluso a través de un teléfono móvil, seguir las clases. Eso reduciría los riesgos de forma importante al incrementar las distancias y el espacio entre alumnos que sí o sí deban acudir presencialmente a las clases.
Medidas nuevas
Por todo ello, creo que seguimos aún bastante ciegos en relación con la evolución de la pandemia y la manera de atajarla. Sigue faltando concienciación entre los más jóvenes, a los que habrá que convencer por las buenas o por las malas; no se utilizan todo lo posible las herramientas telemáticas para educación; no se escalonan lo suficiente las entradas al trabajo para permitir reducir la afluencia al transporte público; tampoco se favorece el uso del vehículo privado con eliminación de zonas de pago por aparcar; ni se avanza en regulaciones que obliguen a mejorar los sistemas de ventilación y filtrado en los locales e instalaciones de todo tipo pese a las evidencias de la transmisión por aerosoles; y tampoco se avanza en procurar un uso correcto de mascarillas adecuadas, como las FFP2 o KN95, prohibiendo el uso de toda la panoplia de trapos de colores que se ven por las calles en forma de mascarilla y que son muy limitados en cuanto a protección.
El estado de alarma y las limitaciones impuestas funcionarán. Eso es seguro. Pero la cuestión que nos tenemos que plantear es si sería posible alcanzar el mismo, o incluso mejor, resultado poniendo en práctica otras medidas más adecuadas, más próximas a la ciencia y más respetuosas con la economía y con los derechos fundamentales de los ciudadanos.
A ver si para la tercera ola…
José María López Alemany es director de Diariofarma.