Opinión

Carta abierta a la nueva ministra de Sanidad

Carta Abierta de Ignacio Riesgo, gestor sanitario y consultor en salud, a la ministra de Sanidad, Carmen Montón, sobre las prioridades que debería tener el Ministerio de Sanidad

Artículo de opinión de Ignacio Riesgo, Gestor sanitario y consultor en salud.

Ignacio Riesgo

Estimada ministra:

Coincide el encargo de mis amigos de Diariofarma de elaborar una breve nota sobre el libro Qué está pasando con tu sanidad, del que, con Jordi Sevilla, soy co-autor con tu toma de posesión como la nueva ministra de Sanidad.

Aprovechando la actualidad, trataré de hacer el resumen del libro utilizando el formato de carta abierta a la nueva ministra. Dejando claro que de las afirmaciones del libro somos responsables ambos autores, pero esta carta es exclusivamente mía.

Antes de nada desear a la ministra suerte y todos los éxitos, ya que éstos serán los de todo el sector sanitario.

Vuelvo al libro. Lo que decimos, muy en resumen, es que, como consecuencia de la crisis y los recortes que la acompañaron, se ha ido consolidando la idea de que para solucionar los problemas del Sistema Nacional de Salud bastaría con recuperar el gasto previo a la crisis y revertir las 'privatizaciones'. Decimos que esto es totalmente falso y no arreglaría nada, ya que el Sistema Nacional de Salud requiere reformas en profundidad. El peligro no es el 'enemigo exterior', sino las resistencias al cambio y la ausencia de dirección estratégica, que ha venido caracterizando la situación del sistema en estos últimos años.

En el libro definimos un plan de cambios basado en siete ejes y 30 líneas de acción, que constituyen un programa de reformas del Sistema Nacional de Salud, enmarcado en una Estrategia Nacional de Salud. La envergadura de los retos nos lleva a recomendar un Pacto de Estado, entendiendo este no solo como pacto entre Administraciones, sino contando con los muy diversos grupos de interés en el sistema, en primer lugar los pacientes y los profesionales. Entendemos que las propuestas que hacemos son posibilistas y van en la línea de refuerzo y defensa de la sanidad pública.

Somos conscientes de que un Gobierno que se constituye a mitad de una legislatura y con reducido apoyo parlamentario tendrá dificultades para embarcarse en un programa de cambios de ese estilo. Sin embargo, sí que creemos que se pueden dar pasos en esa dirección.

En esa línea, entenderíamos y aplaudiríamos, en primer lugar que el nuevo Gobierno derogara los aspectos más sangrantes del Real Decreto-ley 16/2012, que en el libro denominamos contrarreforma. Nos referimos al concepto de titulares y beneficiarios, algo insólito en un sistema de financiación vía impuestos generales; y, a la exclusión de los inmigrantes irregulares de la cobertura. Ya tenemos demasiados problemas como para además incorporar un problema humanitario dentro de nuestras fronteras. No diríamos lo mismo en cuanto al copago farmacéutico de los pensionistas, al menos sin evaluar lo que va a significar esta medida en el crecimiento del gasto farmacéutico y los hipotéticos beneficios de su anulación.

En segundo lugar, creemos que el Ministerio de Sanidad y el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud no puede estar ajeno a los problemas de financiación del sistema, como lo han estado a lo largo de los años de los recortes, como si esto fuera un tema exclusivamente del Ministerio de Hacienda.

En tercer lugar, el Ministerio de Sanidad tendrá que decir algo en cuanto a las previsiones del Programa de Estabilidad, que contempla un peso decreciente de los gastos públicos en sanidad en el porcentaje del PIB, alejándonos de los países avanzados de Europa, todos ellos con porcentajes de PIB para sanidad por encima del 7%, mientras que en nuestro Programa se contempla un 5,59% en el 2021, lo que nos acerca más bien a Lituania o Rumanía. En una línea opuesta, la Oficina para la Responsabilidad Fiscal del Reino Unido acaba de establecer para el Servicio Nacional de Salud británico la necesidad de incrementos presupuestarios del 4% anual, mínimo requerido para responder a la creciente demanda de servicios, realizar inversiones en áreas prioritarias y continuar la transformación de los servicios.

En cuarto lugar, creemos que el Ministerio debe interesarse más por el sector privado y recuperar un nuevo marco de relaciones con él. Hacer sinónimos universalidad y servicio público con gestión pública nos parece un error. Defendemos la universalidad, pero el servicio sanitario público, como en toda Europa, puede ser dado por instituciones públicas y privadas. Nos preocupan unas recientes declaraciones de la recién nombrada ministra en las que trata de manifestar su apertura al sector privado, pero siempre con un rol complementario. Eso no es lo que ocurre en Europa. En todo Europa, y también en España, el sector sanitario privado, tanto desde la provisión como desde el aseguramiento, cumple un papel también sustitutivo. Nos sorprenden estas manifestaciones procedentes de un Gobierno que se presenta como europeísta.

En quinto lugar, nos parece difícil avanzar en estos temas sin un acuerdo de amplio espectro, sin excluir al Partido Popular. Algo similar a lo que representó el acuerdo de la Subcomisión Parlamentaria de 1998, con la Ley General de Sanidad o la ley 15/1997 de habilitación de nuevas formas de gestión. En sanidad no estamos para Pactos del Tinell.

Por último, aunque el momento político no haga fácil un Pacto de Estado, sí que se puede avanzar en esa línea definiendo grandes áreas de entendimiento entre el conjunto de los actores del sistema. Ahí sí que el Ministerio podría tener un papel de liderazgo.

Lo dicho, todos los éxitos del mundo.


Ignacio Riesgo es gestor sanitario y consultor en salud.

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