Para la presidenta de MSD en Europa y Canadá, Louise Houson, la innovación incremental tiene una importancia enorme, “sobre todo considerando la posición de los pacientes en el centro de las organizaciones”. A su modo de ver, la innovación disruptiva puede tener un carácter espectacular, “pero si desarrollas algo que evita al paciente acudir al hospital un determinado número de veces, la mejora en la calidad de vida puede ser sustancial”, explica.
No se trata únicamente de determinar, “con evidencias robustas” lo que es innovador, sino qué innovación es importante para los pacientes, añade.
El plan de reforma legislativa de la Unión Europea, va a desempeñar una función importante en cuanto a puesta en marcha de incentivos (o falta de ellos) para la innovación incremental. Houson cree que, tal como está previsto, no va a ser un estímulo para que las compañías aporten innovación de este tipo: “Mejoras que no parecen enormes, pero pueden cambiar la vida de los pacientes”.
MSD, como otras compañías, recopila evidencias sobre el impacto de la innovación incremental en la calidad de vida, “pero no es algo a lo que los reguladores presten una atención especial”, indica.
El momento de la evaluación colaborativa
Houson también ha hablado sobre el Proyecto Orbis y otras iniciativas de evaluación colaborativa para mejorar el acceso a las terapias innovadoras. Si bien aprecia la disposición de las agencias para trabajar juntas, matiza que en último término las decisiones siguen adoptándose en el plano nacional.
El propio Proyecto Orbis y el Consorcio para el Acceso demuestran esa voluntad. Uno de sus objetivos es que las evaluaciones sean coherentes y tengan una base científica tan sólida como sea posible.
Orbis es una forma de abordar la regulación innovadora en el área de oncología que permite a las agencias reguladoras coordinar sus respectivas revisiones de nuevas terapias para que el acceso de los pacientes a las mismas sea más ágil. En su opinión, ha permitido a los reguladores alinearse y ganar en eficacia.
En junio de este año, el Proyecto Orbis incluía 75 aprobaciones de las autoridades estadounidenses (FDA) que han servido para respaldar las de otros mercados o están en curso. El Reino Unido ya forma parte de la iniciativa, mientras que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) está sopesando si lo hará en el futuro o no.
Houson cree que “son iniciativas diferentes a las que hemos visto en el pasado; trabajar juntos para encontrar las mejores metodologías de evaluación de nuevas terapias es nuestra mejor opción”.
Al tiempo, subraya que agilizar los procesos no significa de ningún modo que la calidad de las evaluaciones vaya a verse comprometida. Es un mensaje clave para la sociedad y los pacientes.
Evitar duplicidades
La armonización de la evaluación de tecnologías sanitarias (HTA, por sus siglas en inglés) en la Unión Europea sería una estrategia útil para mejorar el acceso a la innovación, pero “requiere un compromiso para evitar la repetición de evaluaciones”, razona Houson.
Si se acepta que haya un procedimiento riguroso y válido para toda la UE, las evaluaciones sucesivas deberían evitarse ya que, pese a las posibles diferencias en términos de población o características de los sistemas de salud de cada país, “no siempre es necesario lleva a cabo otra evaluación”.
Es otra de las posibilidades que ofrece, al menos en teoría, la reforma legislativa del mercado farmacéutico europeo. El establecimiento de un marco estable y que favorezca la innovación es otro de los objetivos que deberían orientar esa reforma.
La colaboración estrecha entre todos los agentes para que Europa ostente una posición mundial de liderazgo en innovación y competitividad es un camino que Houson apoya decididamente. “Es algo que beneficia a los pacientes, y creo que es lo que todos queremos, así que trabajar juntos para conseguirlo será clave”, concluye.