En el actual entorno obesogénico, la prevención de la obesidad requiere “un enfoque poblacional y social, con la implementación de políticas que faciliten el acceso a alimentos saludables y promuevan la actividad física” y “el tratamiento farmacológico debe reservarse para personas con obesidad o sobrepeso y comorbilidad relacionada con el peso, en las que no se ha conseguido una pérdida de peso de al menos el 5% con la intervención sobre estilos de vida”.
Esta es una de las conclusiones que aporta el último boletín farmacoterapéutico INFAC, elaborado por un comité multidisciplinar en el que participan profesionales de Osakidetza (farmacia de atención primaria, medicina de familia, pediatría y medicina interna), del Departamento de Salud (y de la Universidad del País Vasco (EHU-UPV) y que bajo el título ‘Fármacos para la obesidad’ aborda los criterios de seguridad indicaciones y aspectos críticos de la utilización de fármacos para afrontar el abordaje de la obesidad desde la farmacia.
“Para que los fármacos sean efectivos, deben acompañarse siempre de cambios en el estilo de vida”, asegura la publicación que considera que “la decisión de iniciar el tratamiento farmacológico ante un caso de obesidad debe ser individualizada, tras una cuidadosa valoración de los potenciales beneficios y riesgos de las distintas opciones de tratamiento (incluyendo modificación de estilos de vida, fármacos o cirugía-dispositivos).
El tratamiento farmacológico sólo está indicado en personas con obesidad (IMC≥ 30 kg/m2) o con sobrepeso (IMC≥ 27 kg/m2) y comorbilidad relacionada con el peso (hipertensión, dislipemia, enfermedad cardiovascular, apnea obstructiva del sueño, prediabetes o DM2) en las que no se ha conseguido alcanzar una pérdida de peso de al menos un 5% con una intervención integral de modificación de estilos de vida en 3-6 meses, asegura el informe, que considera además “imprescindible” que los fármacos se utilicen acompañados de una dieta saludable y restricción calórica, aumento de la actividad física y modificación de la conducta, ya que “la medicación sin estos cambios generalmente es inefectiva”.
De cara a la atención al paciente, la publicación recomienda como importante comunicar que “la respuesta individual es muy variable y no todos los fármacos funcionan en todas las personas”; que los objetivos de reducción de peso “deben ser realistas”. En ese sentido considera que una pérdida de peso del 5 al 10% es “una respuesta muy buena, y la pérdida de peso superior al 10%, excelente”.
Igualmente, resulta importante informar que “cuando se finaliza el tratamiento farmacológico es esperable una recuperación del peso” y en todo caso, “se debe considerar finalizar el tratamiento si no se alcanzan los objetivos propuestos en un tiempo determinado”.
Enfoque poblacional
En relación al enfoque poblacional que se recomienda desde la publicación, se insiste en que la prevención “es crítica” en la infancia y en la adolescencia y que el tratamiento fundamental de la obesidad se basa en intervenciones sobre estilos de vida que combinen dieta saludable con restricción calórica, aumento de la actividad física y modificación de la conducta.
Igualmente, en relación a las aplicaciones farmacológicias indican que “si bien fármacos como liraglutida, semaglutida y tirzepatida (esta última aún no se ha autorizado en obesidad sin diabetes) pueden suponer un avance en personas que necesitan perder peso, no sustituyen a las políticas de mayor alcance necesarias para prevenir la obesidad y las enfermedades asociadas”. En ese sentido indican, “existe incertidumbre en relación a la seguridad de utilizar estos fármacos en sectores amplios de población y a largo plazo”.
Por todo ello, la prevención de la obesidad requiere un enfoque social y poblacional, “que vaya más allá de la responsabilidad individual”, con la implementación de políticas públicas que mejoren el acceso a alimentos saludables asequibles y promuevan la actividad física.
El boletín incluye entre estas políticas “los impuestos a las bebidas azucaradas, acciones regulatorias sobre la industria alimentaria, intervenciones sobre comedores escolares o cambios en la planificación urbana que promuevan la movilidad a pie o en bicicleta”.
Igualmente, recuerdan, la OMS propone un nuevo marco de referencia para la provisión de servicios de salud que abarque la prevención y manejo de la obesidad, que sea universal, accesible, asequible y sostenible, y que incluya el autocuidado, la intervención comunitaria, atención primaria y servicios especializados en obesidad.
En ese sentido destacan que a nivel comunitario y de atención primaria, “las actividades preventivas incluyen la intervención oportunista breve para prevenir el sobre[1]peso y la obesidad, el consejo en el autocuidado, los grupos de apoyo, ofrecer oportunidades para acceder a recursos de actividad física o reforzar la adherencia a estilos de vida saludables, entre otras.
Finalmente, el informe asegura que “todas las guías comparten la idea de que el abordaje del sobrepeso y la obesidad debe ser multidisciplinar, incluyendo la promoción de estilos de vida saludables y la modificación de conducta y, en algunos casos, farmacoterapia o cirugía bariátrica.