El modelo de atención al paciente con VIH “es radicalmente distinto” al que existía hace años. De una enfermedad aguda se ha pasado a atender una enfermedad crónica que requiere de herramientas para orientarse hacia la multidisciplinariedad y el empoderamiento del paciente.
En este contexto, se ha desarrollado la iniciativa ‘Cápsulas de Innovación CiViiV’, desarrolladas por la compañía ViiV Healthcare y el aval de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, bajo la coordinación de Ana Lozano Blázquez, directora de la Unidad de Gestión Clínica de Farmacia del Hospital Universitario Central de Asturias y José Manuel Martínez Sesmero, jefe del Servicio de Farmacia del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Este cambio en la atención al pacientes con VIH, según José Antonio Pérez Molina, especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Universitario Ramón y Cajal ha llevado a pasar de de una infección aguda, en la que la atención era solo hospitalaria, centrada en fármacos, “a un tipo de paciente con pronósticos vitales entre 40 y 60 años desde el diagnósticos, lo que supone poca diferencia con las personas no infectadas”.
En ese sentido, este experto señala que los cambios en la atención a una enfermedad “fundamentalmente crónica”, necesita del apoyo de un grupo de profesionales. “Los pacientes necesitan a sus médicos, pero es básica la intervención de otros profesionales sanitarios e incluso no sanitarios, siendo fundamental la relación con los profesionales de enfermería, con los psicólogos de apoyo y con la farmacia hospitalaria entre otros”.
Joan Carles March, codirector de la Escuela de Pacientes de Andalucía se ha mostrado de acuerdo con Pérez Molina y ha añadido además el valor el papel de las asociaciones, que son “fundamentales en el abordaje de la enfermedad, para fomentar la formación y ayudar a cambiar y mejorar la atención”.
“El trabajo entre iguales es clave para ayudar a mejorar la atención sanitaria·”, por lo que Marcha apuesta por un modelo de “pacientes activos, empoderados y formados que deseen ayudar a otros”, asegura.
“Un paciente activo y formado es mejor paciente”, asegura March, quien además ha puesto de relieve que “el paciente activo tiene una mayor confianza en el sistema sanitario, mejor comunicación, coordinación y menos reingreso“.
Diego García Morcillo, director de la asociación Adhara Checkpoint, también ha señalado la importancia de contar con pacientes formado para hacer frente a la “infoxicación”. Los pacientes, señala, recibimos informaciones muy diversas y a veces contradictorias”. “Carecemos de las guías necesarias para saber cuál es información relevante y cuál no”.
Es por ello que García Morillo pone el foco en la farmacia hospitalaria como parte de la solución de este problema. “El farmacéuticos hospitalario puede encauzar esa información para que el paciente tenga los conocimientos adecuados”, ha señalado.
Igualmente el directo de la asociación de atención a personas con VIH considera que el papel de estos profesionales pueden tener para “hacer frente, mediante la dispensación y a la fática que despierta la cronicidad de la medicamento”.
Toni Poveda, gerente de Cesida, ha destacado también la necesidad de la personalización del paciente, y por tanto, los profesionales tienen que tener en cuenta la situación demográfica, la edad, el tiempo que llevan en tratamiento o el nivel cultural del enfermo crónico, entre otras cuestiones.