En la era de la atención multidisciplinar y los tratamientos basados en múltiples fármacos, los profesionales de la farmacia son un activo clave, y su labor más necesaria que nunca, explica Tom Ollis, director de la unidad de farmacia de RCCA.
La situación nace de tres tendencias “muy positivas” en el área de oncología. La primera es la mayor cantidad de opciones terapéuticas (17 aprobaciones de nuevos medicamentos para tumores sólidos y cáncer hematológico en el país el año pasado, además de 28 nuevas indicaciones). La complejidad de las decisiones terapéuticas es mayor, y los expertos en medicamentos, imprescindibles.
La segunda es la mayor supervivencia de los pacientes, que requieren medicamentos y atención para otras comorbilidades durante periodos más prolongados de tiempo.
La tercera es la consolidación de los equipos multidisciplinares para ofrecer una atención realmente completa a los pacientes, lo que hace que cada vez más se trabaje de la mano de profesionales con diferente formación, incluyendo personal de enfermería, nutricionistas y otros.
En esos equipos, los farmacéuticos desempeñan -al menos- cinco funciones esenciales: respuesta a los problemas de suministro, evaluación de los nuevos tratamientos, atención al paciente con una perspectiva integral, mitigar los efectos adversos de las terapias y recopilar (y compartir) información relevante en la relación con fabricantes y pagadores.
Ollis sugiere a los profesionales que desarrollan su trabajo en el campo de la oncología que analicen esos cinco aspectos para aprovechar al máximo el valor de la labor de los farmacéuticos.
Ante los problemas de suministro, “nuestros hematólogos y oncólogos han confiado en los servicios de farmacia en periodos difíciles para identificar las mejores alternativas terapéuticas”, escribe. Esta tarea requiere una evaluación detallada para comparar los mecanismos de acción, farmacocinética y farmacodinámica, además de los perfiles de seguridad y otras características clave de los medicamentos, añade.
En cuanto a la evaluación, una función crucial, menciona de forma específica la creciente disponibilidad de biosimilares y la necesidad de conocer y usar adecuadamente estos agentes.
La atención integral se presenta en la columna como un aspecto clave, entre otros aspectos porque según el Instituto Nacional del Cáncer (NCI), la edad media de los pacientes de oncología en EEUU es de 66 años. Aunque la variabilidad es considerable según el tipo de tumor, el hecho es que cada vez más pacientes con cáncer padecen otras condiciones, como hipertensión, diabetes tipo 2 o nefropatía. No siempre ha contraindicaciones estrictas, pero sí la necesidad de una monitorización más estrecha.
En cuanto a su papel para mitigar efectos adversos, hace hincapié en que esta función mejora además las tasas de adherencia terapéutica, celebrando además que “la capacidad de evitar o manejar de forma adecuada los efectos adversos de muchas terapias oncológicas ha mejorado de forma drástica en los últimos años”.
Aunque la última función, centrada en fabricantes y pagadores, puede tener más sentido en el esquema sanitario estadounidense, la valoración de Ollis en cuanto a la dimensión económica del acceso a los tratamientos tiene también sus implicaciones en nuestro entorno, aunque el marco sea diferente.
Toda esta labor es una contribución a la excelencia en la atención a los pacientes, que es el objetivo de todas las organizaciones, concluye.