Artículo de opinión de Gonzalo París, profesor Investigador Honorífico. Departamento de Ciencias Biomédicas. Facultad de Farmacia. Universidad de Alcalá de Henares
A fecha de 12 de abril de 2020, el número de contagios ha sido 166.019 casos confirmados y 16.972 muertes por Covid 19. No entraré en la discusión de las cifras, siempre frías, contabilidad trágica, aunque cada número es una vida truncada, una biografía acabada, una familia mutilada, una pérdida para la sociedad. A estas alturas del confinamiento y con todo el daño irreparable que se está produciendo, me martillea la pregunta de si estas cifras podrían haber sido menores.
Habrá que aceptar que nos enfrentamos a una crisis de salud pública de dimensiones extraordinarias. Velar por la salud de los ciudadanos es una obligación del Estado como se reconoce en la Constitución. Por ello no es de extrañar que exista una ley específica sobre este tema. La Ley General de Salud Pública (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2011-15623) y aunque parezca que no es el momento de revisar el BOE, merece la pena comparar las actuaciones gubernamentales con los principios que deberían regirlas. Dos artículos, entre otros, llaman poderosamente la atención, el Artículo 3: De los principios generales de acción en salud pública, que cita los de equidad, salud en todas las políticas, pertinencia, precaución, evaluación, transparencia, integralidad y seguridad. Es difícil expresar mejor los fundamentos que deben regir las actuaciones en salud pública, pero las imprudencias, imprevisiones, carencia de información, cambios de criterios en el manejo de esta crisis no parecen ajustarse a esos principios. Hay otro Artículo, el 47: Centro Estatal de Salud Pública, que propone la creación de un centro estatal que vele por la salud pública y la coordinación de las actuaciones en esta materia. Este centro no ha sido creado a esta fecha.
El resto de la ley es muy ilustrativo del gran alcance de la salud pública y cómo debe articularse, pero el interés por su desarrollo ha sido muy escaso desde su promulgación en 2011. Sólo se hizo una actualización en 2014, lo que pone de manifiesto la dejadez de las Administraciones, a pesar de los enormes desafíos de salud pública a los que habremos de enfrentarnos en el futuro.
Las crisis sanitarias a veces son inevitables, pero si se está preparado, con un buen sistema de salud pública, el impacto será menor. Actualmente, ni siquiera existe nombramiento del Director General de Salud Pública en el Ministerio de Sanidad. Seguro que con un sistema de salud pública menos fragmentado (recordemos que la competencia de Salud Pública está transferida a las Comunidades Autónomas), más dotado y mejor coordinado, todo sería más fácil. Se ha optado por anteponer lo político a lo científico y poner toda la carga en el Sistema Asistencial del Sistema Nacional de Salud Público y Privado, Farmacias, industrias esenciales y sus trabajadores, Ejército, Guardia Civil, Policías, voluntarios y población general, comprometiéndose, en numerosas ocasiones la salud individual al no disponer de los equipos de protección personal.
Se comenta que no ha habido precedentes para estar preparados frente al COVID19, pero merece la pena refrescar la memoria. En 2002-2003 irrumpe la pandemia del Síndrome Respiratorio Agudo Grave SARS, causada por el coronavirus COV-SARS, con una clínica y trasmisión muy similares a las del COV-19. En 2012, irrumpe la pandemia del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio causado por otro coronavirus, el COV-MERS, con clínica y trasmisión similar al COV-2019.
Volvamos al 2003, surgen los primeros casos en humanos de infección por el virus de la influenza aviar A (H5N1) de origen asiático. La infección se trasmite por contacto animal, existiendo la amenaza de transformarse en una pandemia global. La clínica es principalmente respiratoria. La Organización Mundial de la Salud recomendó a los países la puesta en marcha de Programas para la Preparación de la Pandemia. El Ministerio de Sanidad de España pone a punto su primer programa en 2005 (Ministerio de Sanidad y Consumo. Plan Nacional de Preparación y Respuesta ante una Pandemia de Gripe. MSC, 2005), última actualización 2006.
El 11 de junio 2009 la OMS declaró la pandemia causada por el virus pandémico (H1N1) 2009. El cuadro clínico es típico gripal con afectación pulmonar y fallo respiratorio grave. La existencia de protocolos de actuación basados en el plan del 2006 ayudó a una respuesta eficaz y coordinada. Salud Pública y el sistema asistencial actuaron con prontitud, se aplicaron protocolos clínicos, se veló por la disponibilidad de equipos de protección personal, aparataje de soporte respiratorio, reserva de antivirales y adquisición de vacunas (gracias a la adaptación del prototipo de vacuna frente al H5N1), entre otros elementos del plan.
Las improvisaciones y los errores en el manejo de la actual pandemia son incomprensibles después del conocimiento y experiencias adquiridas en las pandemias anteriores, teniendo en cuenta las similitudes existentes entre ellas. Todas causadas por coronavirus, todas con cuadros respiratorios agudos graves, misma vía de trasmisión, mismas necesidades de aparataje hospitalario y mismas necesidades de protección individual. Cierto es que la infectividad del COVID 19 es mayor y la epidemiología tiene diferencias notables, pero, con las experiencias precedentes parece difícil aceptar que las autoridades no hayan actuado con más anticipación para cortar la propagación del virus y no se haya previsto el material imprescindible.
La OMS alerta permanentemente de la inminencia de una nueva pandemia, se desconoce qué microorganismo la producirá, cuándo y dónde surgirá el brote, pero hay certeza de que aparecerá. La única manera de reaccionar rápidamente y mitigarla es disponer de un plan de preparación listo para ser desplegado con prontitud.
Surge una duda razonable, el Ministerio de Sanidad disponía en 2006 de un Plan de Preparación y Respuesta a la Pandemia, que funcionó en 2009 ¿por qué no se ha seguido en 2020? Malo es no haberlo actualizado desde 2006, mucho peor no mantenerlo vigente, con todas sus partes activadas, aunque durmientes, para estar listos para hacer frente a la próxima pandemia de forma inmediata.
Muy relacionado con la velocidad de respuesta, está el tema de la escasez de equipos imprescindibles para la protección de sanitarios y no sanitarios esenciales, aparatos y equipos de soporte vital, entre otros. La escasez de esos materiales 5 semanas después del confinamiento induce a pensar que no había un Plan de Pandemia listo y que la capacidad de compra de España es muy pequeña. Lo que no es de extrañar con las políticas de compras del Ministerio de Sanidad que prioriza el menor precio posible a los criterios de calidad y garantía de suministro. Cuando la demanda es alta y la oferta es escasa, la política del menor precio no funciona, más bien lastra las negociaciones. Tienen prioridad los países con mayor disponibilidad a pagar, los que reconocen y retribuyen el carácter innovador de los productos y consideran a la industria como un colaborador necesario.
Esperemos que no se sigan cometiendo los mismos errores con la adquisición de la futura vacuna y que las autoridades estén ya trabajando codo con codo con la industria farmacéutica para encontrar la fórmula para que España disponga de ella lo antes posible.
Merece la pena destacar el esfuerzo y las respuestas encomiables de la industria farmacéutica y de la no farmacéutica instaladas en España, volcándose con todo tipo de medios a su alcance, compartiendo todo tipo de recursos o conocimientos para facilitar medicamentos o equipos que ayuden a salir de esta crisis lo antes posible y con el menor sufrimiento.
Y respondo a la pregunta del título del artículo, sí, en mi opinión, se podría haber reducido el número de muertes.
Gonzalo París, profesor Investigador Honorífico. Departamento de Ciencias Biomédicas. Facultad de Farmacia. Universidad de Alcalá