El avance tecnológico y el incremento del conocimiento que permitirá favorecerá cada vez más la confianza en los biosimilares e impulsará su desarrollo y uso futuro. Esta es la conclusión que se podría sacar de diversas intervenciones que tuvieron lugar en la II Jornada de Biosimilares organizada por la Asociación Española de Biosimilares (Biosim) el pasado 21 de febrero.
Ambos aspectos, tecnología y conocimiento, son las barreras actuales que, con toda seguridad se derribarán en poco tiempo, para la caracterización completa y exacta de los biosimilares, al igual que se realizan en moléculas químicas más sencillas, así como para entender a la perfección los mecanismos de acción con los que los medicamentos biológicos realizan su actividad terapéutica. De este modo, se podrá asegurar que un medicamento biológico y su biosimilar son idénticos y, por otro lado, se permitirá la extrapolación de indicaciones.
En la actualidad, la caracterización de un medicamento biológico sigue una lógica contraria, pirámide invertida, a la que se utiliza en un medicamento innovador a la hora de su evaluación. Lo que en un medicamento innovador resulta de menor importancia, como son los aspectos analíticos, no clínicos y de farmacocinética y farmacocinética, frente a la clínica; en un biosimilar es al revés y de lo que se trata es de establecer el máximo de semejanzas a nivel analítico, no clínico y de farmacocinética y farmacodinamia y la parte clínica puede llegar incluso a obviarse de cara a conseguir una licencia de autorización por parte de la Comisión Europea. Así lo explicó el director de Operaciones de mAbxience, Francisco Olivera, durante su intervención, en la que explicó de forma exhaustiva cuál es el desarrollo que, en su empresa, focalizada en el desarrollo de anticuerpos monoclonales, realizan para llegar a comercializar un biosimilar.
Por parte de la Agencia Española de Medicamentos (Aemps), su jefe adjunto del Departamento de Medicamentos de Uso Humano, Antonio Blázquez, quiso poner en valor las autorizaciones de biosimilares que realiza la Comisión Europea, o las agencias nacionales en caso de que no sean biotecnológicos, y trasladar un mensaje de confianza: “Los evaluadores son los mismos que han evaluado el producto original”, explicó.
Este experto, consideró que la complejidad de desarrollo de los biosimilares “es cada vez menor por los avances tecnológicos que hay en la caracterización” y, por ese motivo, consideró factible que “en algún momento lleguemos a que las pruebas de caracterización pudieran llegar a sustituir a las de biosimilitud”.
En relación a la polémica existente en relación a la extrapolación de indicaciones, Blázquez explicó que “surge porque no se tiene en cuenta la pirámide de caracterización”. Cuando se tiene “la certeza de que un producto puede actuar igual en unas indicaciones que en otras se extrapolan las indicaciones, no es necesaria la realización de ensayos clínicos por indicación”. Por el contrario, para el representante de la Aemps, “solo se duda de la extrapolación si no se conoce a fondo el mecanismo de acción”.
Blázquez también abordó el tema de la intercambiabilidad y sustitución, que consideró que el reglamento de la EMA “no exige que el producto sea intercambiable porque la autorización se otorga cuando la relación beneficio-riesgo es positiva”. Igual que “no se pidió a etanercept ser intercambiable con infliximab cuando se autorizó”. En cualquier caso, consideró necesario “actuar con precaución” ya que la Aemps entiende que “una sustitución masiva y descontrolada podría ser problemática”. Por ese motivo, consideran necesario que el médico y el paciente estén implicados en la decisión. Eso sí, esta precaución “no debe servir como una barrera para introducir a los biosimilares” puesto que, tal y como señaló, “se da de bruces con la práctica clínica de cambiar de principio activo, que son mucho más diferentes que los biosimilares y los originales”.
La jornada se cerró con una ponencia de José Mª Giménez Arnau, jefe global de Desarrollo Clínico de Biofarmacéutico de Sandoz, quien planteó los retos de desarrollo de un biosimilar. Entre otras cuestiones, resultó curiosa la dificultad que tiene una compañía de ajustarse a lo que dice el dossier de registro del original cuando la muestra que se puede obtener de dicho medicamento ha sufrido a lo largo del tiempo una serie de modificaciones que le hacen diferente a lo inicial.
En relación a los diferentes requisitos que se piden a originales y biosimilares para lograr la autorización, Giménez Arnau puso de manifiesto que en el original el peso de la evidencia clínica es fundamental; mientras que en biosimilares lo más relevante es el ámbito analítico, el peso de la evidencia de la farmacocinética y farmacodinámica es el 80%. “Ambas tienen el mismo objetivo: obtener la máxima evidencia para que uno u otro fármaco sea aprobado”, consideró.
El representante de la industria consideró que hasta ahora, cuando se han aprobado por la EMA 41 biosimilares, se ha recorrido “un camino que era de pioneros” pero ahora estamos “en un camino de madurez y los biosimilares son parte de la cuarta revolución tecnológica sanitaria”. Por ese motivo, anunció que hay un concepto que “está encima de la mesa” y se tendrá que empezar a gestionar y es el de ‘biobetter’ es decir, un biosimilar que no es igual, sino que es mejor que el original. Como ejemplo, citó que el biosimilar logre indicaciones aprobadas que no las tiene el original.