Salvador Peiró, investigador de la Fundación de Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana, especializado en el estudio de los sistemas de salud, ha publicado un artículo titulado 'Comparación crítica de las distintas respuestas de salud pública ante la Covid-19', donde trata de arrojar un poco de luz sobre la forma en la que los gestores de los distintos países y, dentro de España, de las distintas regiones, han hecho frente a la pandemia. Entre sus conclusiones está que "la contención, más o menos estricta, mejor o peor planteada, ha sido la respuesta imperante en la fase inicial de la primera onda epidémica y ha tenido el efecto de reducir el daño y la mortalidad en todos ellos, aun a costa de paralizar sus economías".
Opina también que en "demasiados" países se podría haber descuidado "la prevención y control de los brotes nosocomiales", como consecuencias de haber puesto el foco en "el control de la transmisión comunitaria". Apunta, como posible causa, a las carencias de información para conocer los fallecimientos que se estaban produciendo a nivel extrahospitalario.
Dicho esto, recuerda que "la pandemia no ha finalizado" y opina que, a partir de ahora, "las respuestas de Salud Pública, incluyendo a todo el sistema sanitario y a todos sus profesionales, serán tan o más determinantes que en los primeros meses de la primera oleada". Subraya, además, que la situación actual no sirve para mostrar el resultado final de las diferentes estrategias de Salud Pública, y que será "en las fases de desescalada y cohabitación con el SARS-CoV-2 cuando se muestre la capacidad de los sistemas sanitarios (con su atención primaria en los países que tienen una estructura consolidada, con tracers en los países con menor estructura) de mantener la epidemia controlada mediante la detección, aislamiento, trazado de contactos y, muy importante, el soporte clínico y social a los pacientes y sus familias".
"Los nuevos rebrotes dirán más de la respuesta sanitaria y de Salud Pública de cada país que la primera ola, a la que (más allá del manejo clínico de los pacientes en centros sanitarios desbordados) solo hemos podido hacer frente con el confinamiento", concluye.
A la hora de comparar las respuestas de los diferentes países, recuerda, en primer lugar, que "la difusión de la pandemia ha sido muy heterogénea", como lo han sido los momentos de irrupción de la misma, tanto entre continentes, como entre países y entre regiones del mismo país. Incluso entre diferentes localidades de la misma región. Como consecuencia, el daño sería igualmente heterogéneo, tanto como lo han sido las respuestas. Entre otros aspectos, habrían condicionado la severidad y el momento de aplicación de las medidas de confinamiento. En este sentido, recuerda que hay países que "impusieron confinamientos cronológicamente posteriores a otros, pero anteriores en su curva epidémica, consiguiendo entrar en fases de aplanamiento sin un gran daño".
La respuesta de España
En el caso de España, recuerda que el Gobierno aplicó una respuesta muy homogénea en todo el territorio, y plantea la dificultad de "deducir que las comunidades autónomas con mejores cifras, como Andalucía, Baleares, Canarias o Murcia, hayan empleado estrategias diferentes a las CCAA con los peores datos, como Cataluña o Madrid".
La intervención española habría consistido, según su análisis, en "intervenciones similares a las de otros países durante las semanas finales de febrero y primera de marzo de 2020 (con controles limitados en aeropuertos, aislamiento de casos sospechosos, basando la sospecha en el país de procedencia, y similares), seguidas por una actuación vacilante cuando la epidemia empezó a emerger con claridad en las dos primeras semanas de marzo, con mantenimiento de fiestas y otros eventos de riesgo hasta fases avanzadas, del transporte público y pre-anunciando el confinamiento (aspecto que se asoció a una gran movilidad de estudiantes desde los principales focos de la epidemia, Madrid y Barcelona, hacia sus residencias, y de familias hacia segundas residencias en localidades menos afectadas)".
El autor estima como "previsible" que el SARS-CoV-2 circulara "ampliamente" desde semanas previas al confinamiento, y que "pacientes contagiosos (en muchos casos asintomáticos de patología respiratoria, aun con otros problemas de salud) acudieran a urgencias, centros de salud, consultas o las propias hospitalizaciones, contagiando a profesionales y éstos a otros pacientes". "Es probable que el SARS-CoV-2 alcanzara las residencias de ancianos, desde los propios centros sanitarios", opina.
Señala también que la falta de equipamientos de protección podría haber alimentado ese circuito de infección "hasta muy avanzado el periodo de confinamiento". Todo esto le lleva a concluir que es posible que en España, y prácticamente en todas sus CCAA, "se ha combinado una epidemia de transmisión comunitaria (que por los avances de los estudios serológicos ha sido discreta, incluso en las provincias con mayor transmisión) y una epidemia de brotes nosocomiales (con elevada incidencia en centros sanitarios y centros sociosanitarios)".
En cuanto a las medidas de confinamiento, considera que fueron "de las más estrictas de Europa", aplicándose a a todos los territorios por igual, con independencia de su situación epidémica. Esta estrategia homogénea para las diferentes situaciones que se estaban dando en el territorio podría haberse traducido, "en una importante contención en las CCAA que aún mantenían R0 bajas".
La comparación entre países
Yendo a la comparación entre países, un ejercicio que considera complejo, por la falta de homogeneidad de las fuentes de información (él se ha basado en Cambridge Core Blog o el Coronavirus Government Response Tracker, y el Our World in Data , además de los datos del Instituto de Salud Carlos III, fundamentalmente del Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria MoMo).
Destaca cómo los países nórdicos, con inicio de epidemia más tardío que Italia o España, "introdujeron medidas de contención a mediados de marzo con gradaciones muy diferentes: desde un confinamiento estricto en Noruega, a confinamientos suavizados o muy suavizados en Dinamarca y Finlandia, así como una estrategia muy poco intervencionista en Suecia, aun con recomendaciones de distancia social". Tomando en consideración los datos de las bases previamente citadas, señala cómo, excepto en Suecia, la mortalidad se ha mantenido por debajo de los 100 fallecimientos (atribuidos a la Covid-19) por millón de habitantes en estos países. En su opinión, además de esas medidas más laxas, basadas en el distanciamiento social y la prohibición de eventos masivos, la peor posición de Suecia podría explicarse, al menos en parte, por los brotes nosocomiales en residencias sociosanitarias.
En cuanto al comportamiento de la epidemia en Portugal y Grecia, "los países del sur de Europa con menor mortalidad (aun con distancia entre ellos)", éste podría deberse a "la introducción de confinamientos estrictos que, aun cronológicamente posteriores a los de Italia o España, resultaban muy tempranos en relación a la difusión del virus en su territorio". El autor destaca, además, "la reticencia de las poblaciones de estos países a acudir a sus sistemas sanitarios públicos, que, de ser así, podría haber contribuido a reducir la transmisión nosocomial hacia las poblaciones vulnerables".
De Alemania, destaca sus medidas de contención tempranas, con énfasis en el testado de sospechosos, contact tracing y aislamiento de casos, un modelo que se ha sostenido, aclara, en su "industria de testado, a la que se restringió la capacidad de exportar a otros países". Igualmente relevantes habrían sido las medidas de contención, como el cierre de colegios, eventos de masas, restaurantes, actos deportivos y sociales, así como el confinamiento familiar, que, aunque menos estrictas que en otros países, se introdujeron de forma temprana atendiendo a su curva de difusión. Rusia ha combinado confinamientos en Moscú, su principal foco, con políticas más laxas en otros lugares, y, aunque el incremento en los casos diarios continúa, las tasas de fallecimientos siguen siendo "muy bajas".
Finalmente, se refiere a los países de la Unión más azotados por la pandemia, como son Bélgica, España e Italia, seguidas por Reino Unido y Francia. Recuerda que Bélgica "inició el confinamiento un par de días antes que España y lo endureció una semana después". Considera que su alta mortalidad "viene probablemente determinada por su capitalidad europea y un sistema de información que cuenta más fallecidos por Covid-19 que otros países".
En cuanto a Italia y España, apunta que fueron "los primeros países en introducir confinamientos en Europa, pero también los más tardíos en relación al inicio de su curva de difusión". Opina que, en ambos casos, "la mortalidad nosocomial parece haber jugado un notable papel". Finalmente, en lo que respecta a Reino Unido, con un confinamiento muy tardío, indica que "más de la mitad de su mortalidad se ha producido en residencias de personas mayores". Sobre Estados Unidos, defiende que, a pesar de las críticas, mantiene tasas de mortalidad por debajo de las de Suecia u Holanda, y considera que sus resultados están "muy marcados por el brote en Nueva York y los brotes residenciales".