Sara Blanco, farmacéutica especialista del Área de Ensayos Clínicos del Servicios de Farmacia del Complejo Hospitalario de Santiago, terminó el FIR hace dos años. En medio de su residencia, inició una investigación que le ha servido para presentar su tesis y doctorarse. ¿El objeto de estudio? Evaluar la utilidad de la aplicación de la farmacogenética y la farmacocinética para la optimización del tratamiento antifúngico. Como resultado, ha logrado generar un conocimiento que a día de hoy se está empleando en el abordaje farmacoterapéutico de los nuevos pacientes que inician tratamiento con voriconazol.
El por qué de su interés por este ámbito puede encontrarse en las reuniones que, durante su etapa como residente, tenían varios miembros del Servicio de Farmacia con los de la Unidad de Genómica. "De ahí surgieron varios proyectos de investigación para la aplicación de la farmacogenética", confirma. Con los antifúngicos, concretamente, existían ciertas sospechas de la posible incidencia del perfil genético. "Había algunos pacientes que no respondían muy bien al tratamiento. Había mucha variabilidad y queríamos saber por qué. Había referencias previas y, concretamente con este fármaco (voriconazol), teníamos alguna evidencia de que podía ser así", explica.
Para esta investigación, optó por poner en marcha un estudio observacional prospectivo, lo que supone que los participantes eran "los nuevos pacientes que iban recibiendo este fármaco". Además, debía ser multicéntrico, ya que, aunque el de Santiago es un hospital de dimensiones considerables, no les llegaba para reunir una n lo suficientemente grande como para obtener unas conclusiones extrapolables.
Finalmente, consiguió incluir en el estudio la información de 78 pacientes, gracias a la participación de todos los hospitales gallegos y alguno de fuera de esta comunidad autónoma. Blanco se encargó personalmente de coordinar la labor, tras establecer una red de FH de referencia en cada hospital, que le avisaban cuando les llegaba un nuevo paciente con estas características. "Normalmente, eran los farmacéuticos responsables de farmacocinética y/o Enfermedades Infecciosas, que son los que validan estos tratamientos", aclara.
Confirma que esa labor de coordinación le ha supuesto "un gran reto", lo que se explica "por la carga asistencial" que soportan actualmente los servicios de Farmacia de los hospitales. Eso complica todo el proceso. Entre las motivaciones destaca el saber que, gracias a estudios como éste, se está contribuyendo a la generación de un conocimiento que puede tener mucho valor para estos pacientes. Este fármaco está indicado para infecciones invasivas graves, algunas de las cuales pueden suponer una amenaza para la vida.
Una vez recogido el aviso, Blanco activaba el proceso para la recogida de muestras de sangre. Con ellas se podían "detectar polimorfismos que pudieran afectar al tratamiento (un total de 11 relacionados con el gen CYP2C19) y evaluar el nivel de concentración del fármaco en plasma, para ver la correlación entre cinética y genética". Adicionalmente, se recopilaba la información sobre los tratamientos concomitantes para analizar las posibles interacciones.
Sobre las facilidades para hacer determinaciones genéticas, reconoce que en este caso ha contado con la ventaja de trabajar en un hospital grande, con Unidad de Genómica propia. En el caso de los hospitales más pequeños, la dificultad podría haber sido mayor, por su dependencia, para la realización de estas pruebas, de otros centros.
Toda esa información quedaba recogida en la historia clínica electrónica, "que por suerte, en Galicia, la tenemos bastante desarrollada", confirma. De la explotación estadística de los datos reunidos sacó la conclusión de que hay un 30% de los pacientes, con unos polimorfismos determinados, que metabolizan el fármaco rápidamente, lo eliminan antes. "Eso puede significar que con la dosis normal no sea suficiente y habría que elevarla para optimizar la efectividad del tratamiento", indica.
Mejorar la efectividad garantizando la seguridad
Para cerciorarse de que esa actuación es adecuada, la determinación genética se complementa con ese análisis farmacocinético, donde se ve si el nivel del fármaco es alto o bajo. Es a partir de ahí desde donde se optimiza la dosis. Pero eso ha llegado a la conclusión de que "la aplicación combinada de farmacogenética y farmacocinética es clave para garantizar la efectividad, que en estos pacientes es lo que más nos preocupa, y también la seguridad, que es algo que hay que tener siempre en cuenta".
Sobre las posibles interacciones, ha observado que el tipo de inhibidor de la bomba de protones que se use en cada caso puede influir en la actividad del tratamiento antifúngico. "Dependerá del paciente, pero es posible que en unos funcione mejor omeprazol y en otros pantoprazol", apunta, aunque matiza: "Esto debería ser corroborado con nuevos estudios". Lo que tiene claro es que hay que tener muy en cuenta la farmacoterapia concomitante para optimizar el tratamiento en estos pacientes.
Blanco ha concluido la investigación con una satisfacción doble. Por un lado, le ha servido para doctorarse, un detalle que, a día de hoy, cuenta bastante para encontrar salidas profesionales en el sector de la Farmacia Hospitalaria. Además de eso, los resultados de su estudio se están aplicando en el Servicio de Farmacia, donde se están pudiendo optimizar los tratamientos con voriconazol a partir de esas determinaciones farcogenéticas y farmacocinéticas. "Esto sirve para cambiar el abordaje terapéutico, contribuyendo a considerar la determinación genética como una opción a tener en cuenta para la optimización", concluye satisfecha.