“Entre todos debemos procurar que los avances derivados de los ensayos se puedan traducir lo antes posible en la disponibilidad de los nuevos tratamientos en la vida real”, así lo asegura los expertos que se han dado cita en el 4º Encuentro de la Asociación Española de Amiloidosis (Amilio), celebrado en el Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid).
La cita, punto de encuentro entre profesionales y pacientes, participaron su inauguración César Hernández, director general de Cartera Común de Servicios del Sistema Nacional de Salud y Farmacia del Ministerio de Sanidad; María del Carmen Nadal, presidenta de la Asociación Española de Amiloidosis; Ana Vallejo, directora de Comunicación de Myeloma Patients Europe y de forma online Juan Carrión, presidente de Feder.
“El beneficio clínico en términos de mejoría de la calidad de vida, supervivencia libre de progresión y supervivencia global es cada vez mayor con los nuevos fármacos. Igualmente, el uso optimizado del trasplante autólogo de progenitores hematopoyéticos y un adecuado tratamiento de soporte es fundamental, en un contexto de obligado abordaje multidisciplinar”, afirma Ríos Tamayo.
En este sentido, para AMILO resulta fundamental la aprobación en España de dos fármacos que cuentan con el visto bueno de las Agencias Europea y Americana del Medicamento. “No estamos muy contentos en este sentido”, ha dicho María del Carmen Nadal. En la actualidad, ya existen tratamientos para algunos tipos de amiloidosis, mientras que otros están pendientes de aprobación y otros ya se encuentran en fases avanzadas de investigación.
Por otra parte, según indica Ríos Tamayo, en el caso de la amiloidosis primaria sistémica o amiloidosis de cadena ligera (AL), la afectación cardiaca es el principal factor pronóstico, por lo que resulta vital la coordinación de los equipos de Cardiología y Hematología, junto con otras especialidades implicadas como Anatomía Patológica, Nefrología, Neurología, Medicina Interna, Laboratorio, Farmacia, etc.
Para estos pacientes el diagnóstico precoz es esencial para evitar el daño orgánico y su avance. “Por ello, toda la comunidad sanitaria, y especialmente los médicos de Familia, deben estar implicados en este proceso”, indica Rafael Ríos Tamayo, especialista de la Unidad de Gammapatías Monoclonales del Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid).
Por su parte, Ana Vallejo, directora de Comunicación de Myeloma Patients Europe, subraya que “el retraso en el diagnóstico tiene un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes, así como en sus opciones de tratamiento y su pronóstico”.
En este sentido, los resultados de una encuesta realizada por la asociación europea muestran que tanto pacientes como hematólogos están alineados en cuanto al retraso en el diagnóstico, aunque con alguna variación. Así, el 47 % de los pacientes que respondieron a la encuesta afirmaron que esperaron cinco meses o más para ser diagnosticados. El 22 % señaló que tuvo que esperar más de un año; sin embargo, el 62% de los hematólogos afirmó que sus pacientes tardan cinco meses o más en recibir el diagnóstico.
Con respecto al número de especialistas y número de consultas por las que tienen que pasar los pacientes con amiloidosis primaria, más de la mitad (51%) vieron hasta tres especialistas distintos (por ejemplo, médico de Atención Primaria, nefrólogo, neurólogo y cardiólogo) antes de ser diagnosticado, generalmente, por un hematólogo, profesional que, en colaboración con los especialistas de los demás órganos afectados, suele coordinar la atención de estos pacientes.
Una cuestión decisiva para mejorar el diagnóstico es identificar los síntomas que, generalmente, son inespecíficos y, en muchos casos, pueden atribuirse a otras causas como al propio envejecimiento. De hecho, el 73 % de los pacientes señalaron que esperaron tres meses o más en consultar estos síntomas. Para ello, hay que sospecharlo desde un principio.
Para conseguir un diagnóstico más temprano, Ana Vallejo apunta a diversas propuestas, como una mayor formación en amiloidosis para los médicos de Atención Primaria, nefrólogos, cardiólogos o neurólogos, y una mejor comunicación entre la Atención Primaria y la Hospitalaria, o incluso entre las diferentes especialidades médicas.
Mejoras
“El beneficio clínico en términos de mejoría de la calidad de vida, supervivencia libre de progresión y supervivencia global es cada vez mayor con los nuevos fármacos. Igualmente, el uso optimizado del trasplante autólogo de progenitores hematopoyéticos y un adecuado tratamiento de soporte es fundamental, en un contexto de obligado abordaje multidisciplinar”, afirma Ríos Tamayo.
En este sentido, para Amilo resulta fundamental la aprobación en España de dos fármacos que cuentan con el visto bueno de las Agencias Europea y Americana del Medicamento. “No estamos muy contentos en este sentido”, ha dicho María del Carmen Nadal. En la actualidad, ya existen tratamientos para algunos tipos de amiloidosis, mientras que otros están pendientes de aprobación y otros ya se encuentran en fases avanzadas de investigación.
Por otra parte, según indica Ríos Tamayo, en el caso de la amiloidosis primaria sistémica o amiloidosis de cadena ligera (AL), la afectación cardiaca es el principal factor pronóstico, por lo que resulta vital la coordinación de los equipos de Cardiología y Hematología, junto con otras especialidades implicadas como Anatomía Patológica, Nefrología, Neurología, Medicina Interna, Laboratorio, Farmacia, etc.
“Entre todos debemos procurar que los avances derivados de los ensayos se puedan traducir lo antes posible en la disponibilidad de los nuevos tratamientos en la vida real”, apunta.
La amiloidosis primaria sistémica y el mieloma múltiple (MM) son dos entidades distintas, aunque en ambos casos subyace un clon de células plasmáticas aberrantes. Ambas están incluidas en la clasificación de tumores linfoides de 2022, en la categoría de neoplasias de células plasmáticas y otras enfermedades con paraproteínas. Sin embargo, el MM está incluido en la familia de neoplasias de células plasmáticas porque el aspecto fundamental es su comportamiento como tumor maligno.
Por su parte, la AL pertenece a la familia de enfermedades con deposición de inmunoglobulina monoclonal, porque su característica más relevante es la transformación de la cadena ligera en amiloide que se deposita en los tejidos ocasionando fallo orgánico.
“Ambas entidades pueden coexistir”, ha explicado Ríos Tamayo. “La frecuencia con la que esta asociación ocurre es variable en las distintas series, pero, en cualquier caso, muy significativa, tanto por su frecuencia como por el impacto del pronóstico negativo que conlleva”, añade.
Respecto a las novedades terapéuticas, este especialista indica que vienen derivadas de la inmunoterapia, que incluye un abanico de anticuerpos monoclonales dirigidos contra dianas terapéuticas como los anti-CD38 (daratumumab, isatuximab) o terapias anti-BCMA (belantamab, anticuerpos biespecíficos o las células T con receptor antigénico quimérico, CAR-T). Además del tratamiento anti-clonal, en la amiloidosis se está ensayando el tratamiento anti-amiloide con otros monoclonales (CAEL-101, NEOD001).
Esther González López define la amiloidosis cardiaca como “una enfermedad producida por el depósito de proteínas en el corazón”. La especialista de la Unidad de Cardiopatías Familiares e Insuficiencia Cardiaca del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid) comenta que el depósito de proteínas da lugar, principalmente, a hipertrofia ventricular, es decir, a un engrosamiento de las paredes del corazón.
Este engrosamiento condiciona el desarrollo de insuficiencia cardiaca; es decir, cuando el corazón no es capaz de llevar a cabo su principal función. La incidencia de amiloidosis cardiaca en España no es bien conocida y varía según el tipo de proteína que se deposite en el corazón.
En cuanto a las novedades terapéuticas, González López señala que el tratamiento específico de la amiloidosis cardiaca se centra en tratar la causa del depósito de proteínas en el corazón, más allá de simplemente paliar las consecuencias del depósito a nivel cardiaco. En el caso de la amiloidosis cardiaca por transtiretina, actualmente existe tratamiento que estabiliza la proteína y previene el depósito.
“Afortunadamente, en los últimos años se ha producido una revolución en el campo de las terapias específicas para la amiloidosis cardiaca”, ha dicho la especialista. “Tanto en las formas por transtiretina como en la forma AL, se está estudiando el empleo de anticuerpos para favorecer la eliminación del depósito de amiloide ya existente. Además, está en estudio el uso de silenciadores genéticos de la proteína transtiretina en pacientes con amiloidosis cardiaca. Asimismo, la amiloidosis por transtiretina hereditaria ha sido la primera enfermedad en la que se ha estudiado el empleo de terapia basada en la edición génica”.
Los pacientes con amiloidosis también pueden tener afecciones neurológicas, como apunta la Lucía Galán Dávila, especialista en Neurología y en amiloidosis del Hospital Universitario Clínico San Carlos (Madrid). Se estima que, probablemente, más del 70 % de los pacientes con amiloidosis tiene manifestaciones neurológicas.
“La neuropatía asociada a la enfermedad provoca dolor, desequilibrio, debilidad y dificultad para andar en estadios más avanzados. Los afectados también pueden sufrir otras manifestaciones del control de los órganos internos (diarrea, estreñimiento, desmayos, síncope o hipotensión ortostática). Además, algunos pacientes pueden tener manifestaciones del cerebro (ictus, sangrados, epilepsia…), aunque esto es más raro”.
Respecto al tratamiento, Galán Dávila explica que depende de las variantes de la propia enfermedad. “En amiloidosis por transtiretina la presencia o ausencia de neuropatía modifica el tratamiento que se pueda utilizar. Así, para la neuropatía por amiloidosis por transtiretina hay ya aprobados estabilizadores e incluso tratamientos inhibidores que actúan sobre el RNA como patisiran e inotersen”, señala.