Análisis de José María López sobre el documento "Medicamentos: Visión Social y Clínica" de la Organización Médica Colegial (OMC)
La Organización Médica Colegial (OMC) lo ha vuelto a hacer. De nuevo ha cargado contra la industria farmacéutica, pero en esta ocasión ha metido en el saco en el que ha centrado su ataque a las administraciones y especialmente a las agencias reguladoras, el modelo de investigación y de patentes y el uso que se hace de los medicamentos.
En un documento profundamente ideologizado, denominado Medicamentos: Visión social y clínica, texto que increíblemente fue aprobado por unanimidad en la asamblea general de la organización, los médicos analizan y dan su opinión de todos los aspectos que afectan al medicamento, desde su investigación y desarrollo, su autorización y fijación de precio así como su utilización en la práctica clínica.
Los médicos hablan de medicalización de la vida, como si eso en sí fuera malo. Yo creo que dependerá de los resultados. Está claro que si hoy tenemos una sociedad medicalizada, que ha duplicado su esperanza de vida a lo largo del último siglo, esa medicalización, no será tan mala, aunque la mayor parte del avance se deba a políticas de salud pública. La OMC asegura que el deseo de satisfacer una vida más fácil o con mejor calidad es propio de la sociedad de consumo, que genera una "demanda ilimitada de deseos y exigencias difíciles de satisfacer". Y yo me pregunto que qué es lo malo, que haya deseos de mejorar o que sean difíciles de satisfacer. Hay que diferenciar ambas cuestiones. Es lícito y deseable que todo el mundo quiera satisfacer sus deseos, también es lógico que los deseos de uno no sean compartidos por el resto de la sociedad, y eso no implica que su satisfacción deba ser a través de fondos públicos.
Según la OMC, "la medicalización de la vida se ha transformado en un serio problema, por lo que la investigación y desarrollo de medicamentos debe responder a las verdaderas necesidades de salud". Pero hay una cuestión clave, ¿quien determina cuáles son esas verdaderas necesidades de salud? ¿los políticos? ¿la OMC? Además de que creo que la OMC debería volver a leer la definición de salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), creo que esta manera de sentenciar qué es lo que necesitan los pacientes y, por tanto qué es lo que debe hacer la industria farmacéutica en su I+D supone, desde mi punto de vista, un intervencionismo brutal. Con ello no quiero decir que cualquier producto que una compañía farmacéutica investigue y desarrolle haya que utilizarlo en el ámbito público. La administración y el poder político debe determinar qué es lo que el Sistema Sanitario va a financiar. Pero también es lógico que cada uno debe ser libre para investigar y desarrollar aquéllos productos que considere que pueden cubrir una necesidad y, por tanto, además tener un mercado, púbico o privado al que dirigirse.
En relación a la autorización de nuevos medicamentos, la OMC acusa a la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y al resto de agencias reguladoras de incurrir al mismo tiempo en sesgos de beneficencia y de no maleficencia en la aprobación de medicamentos. De este modo, en algunos casos autorizarían medicamentos con un balance beneficio/riesgo negativo, mientras que en otras ocasiones se retrasarían, "por falta de diligencia" las decisiones de autorización de medicamentos buenos. En primer lugar me parece una acusación muy grave la que realiza la organización que aglutina a los médicos. Una cosa es que el sistema tenga fallos y sea mejorable y otra que esos errores estén detectado y se mantengan. La mayoría de los problemas relacionados con medicamentos se detectan cuando se extiende su uso a poblaciones mayores que las de los ensayos clínicos, por lo que va a ser muy difícil adelantar la obtención de información relevante previa a no ser que se incrementen las exigencias de los ensayos clínicos, con lo que se alargaría su duración y coste y, por tanto el de los medicamentos. Me parece un interesante debate, pero que hay que acometer en su totalidad. Por otro lado, la OMC considera que el punto de equilibrio a la búsqueda del balance beneficio/riesgo "se infiere fácilmente" pues las agencias deben encontrar un balance que justifique "los inconvenientes y los costes para alcanzar los resultados en salud que importan a los usuarios". No creo yo que sea fácil, ni que estén determinados los resultado en salud que importan a los usuarios, al igual que no termino de ver qué tiene que ver las agencias reguladoras con los costes. Es una información que no manejan.
En ese afán intervencionista que se constata en el documento, la OMC insta a que la autorización de medicamentos, pruebas diagnósticas o productos sanitarios se deben analizar, probar, evaluar y comercializar "exclusivamente con el objetivo de garantizar la seguridad del paciente, la integridad de la ciencia y la salud individual y pública". Vuelven, desde mi punto de vista, a pecar de querer dirigir no solo la sanidad, sino la economía, la libertad de empresa y de mercado y vuelven a olvidar la definición de salud de la OMS.
No obstante, en relación a los comparadores para la autorización de nuevos medicamentos, sí que estoy de acuerdo con que los nuevos medicamentos se deban comparar con el mejor tratamiento disponible. Es la mejor manera de hacer que la ciencia avance y de aportar a los médicos la mejor información para tomar sus decisiones. También es la mejor manera para tomar decisiones en relación a la financiación pública y precio de los medicamentos.
Y en relación a esta investigación de nuevos medicamentos, la OMC comete su enésimo ataque a la libertad. En una nueva propuesta de intervención en el mercado, los médicos creen que hay que obligar a que las empresas privadas dediquen un porcentaje de inversión para la financiación de proyectos públicos. El objetivo, según la Organización Médica Colegial sería asegurar que se investiga de forma cofinanciada en "prevenir y controlar las condiciones pre-patogénicas que condicen a las enfermedades prevenibles, con fármacos o sin ellos", centrando en "dirigirse activamente a los problemas que tienen gran impacto en salud pública". Yo creo que hay un modelo de incentivo de la investigación farmacéutica hacia problemas concretos y de baja rentabilidad para la industria que ha dado un excelente resultado. Se trata del modelo de medicamentos huérfanos. Coincido con la OMC en que es necesario investigar en prevención, pero no en la forma de conseguir que se realice. Si por cualquier motivo no resulta rentable para las compañías farmacéuticas y, por ello no investigan, creo que hay alternativas mejores que expropiar una parte de los beneficios de la industria para invertirlo ahí. O la administración deriva recursos públicos a eso que teóricamente va a tener una muy buena relación de coste-efectividad y, por tanto, se ahorrará costes futuros, o incentiva que la industria investigue ahí, creando un modelo de exclusividades y beneficios fiscales como el que se ha elaborado con los medicamentos huérfanos. Todo menos una obligación que no daría tampoco los resultados buscados.
El tratamiento que la OMC realiza a este asunto de la investigación, desarrollo y comercialización de nuevos medicamentos se tiñe de nuevo de ideología al asegurar que es urgente revisar y reformar el sistema de patentes de medicamentos para que el beneficio comercial "no eclipse los verdaderos beneficios clínicos ni ponga en peligro la viabilidad económica de los sistemas nacionales de salud". Yo creo que todos debemos tener claro que quien arriesga su dinero para investigar es, en el 99% de los casos, el capital privado. Si alguien no quiere que el beneficio comercial "eclipse" los beneficios clínicos, lo que debe hacer es arriesgar su dinero y no poner por delante el beneficio comercial. Pero no puede pedir eso al resto. Si el sector público no es capaz de llevar al mercado medicamentos y esa labor la realiza el sector privado casi en exclusiva, tendrá que pagar por ello. Y eso no significa que los sistemas sanitarios tengan que pagar por los medicamentos más de lo que aportan. Pero para hacerlo de forma justa y coherente, es necesario establecer programas serios de evaluación de medicamentos.
El análisis de la OMC continúa con su versión del gasto en medicamentos. Según explican el gasto en medicamentos es excesivo al tiempo que se reducen los gasto en recursos humanos. Olvidan que en los últimos cuatro años se ha reducido en un 30% la factura pública en medicamentos y que ahora supone aproximadamente el 15% del gasto sanitario total, en la media de la Unión Europea. Además, en relación al impacto que un nuevo medicamento supone para el sistema, los médicos indican que la ausencia de vías extraordinarias de financiación hace que si un medicamento se incorpora al sistema cuando los presupuestos anuales se han aprobados, "es probable que otras partidas como la de personal o la de gastos generales queden mermadas", esta creo que es la cuestión que más preocupa a la OMC, legítimo, pero no lo es que lo vistan de defensa del paciente. La aprobación de un medicamento no llega de un día para otro. Las administraciones conocen los plazos que se manejan para la autorización de medicamentos a nivel europeo y luego está el procedimiento nacional de financiación y fijación de precios, con lo que no es una sorpresa para nadie cuando un medicamento llega al mercado. En cualquier caso, coincido con la OMC en que con la autorización de algunos productos sería importante incorporar financiación adicional para evitar problemas de falta de equidad.
Por otro lado, la OMC también reclama que exista un grupo de medicamentos esenciales que sean gratuitos para los usuarios. La propuesta, según indican, se financiaría con impuestos "justos y progresivos" y sería una respuesta a "copagos irracionales". Doble ración de ideología. Con la propuesta inicial de la gratuidad para medicamentos esenciales podría estar de acuerdo, con lo otro no, especialmente por su intencionalidad, pero eso es para ser tratado en otra ocasión. Creo que es necesario seguir avanzando en el modelo de copago, pero considero que, además de ser algo que está en nuestro SNS y en la mayoría de los del mundo desde hace años, es algo necesario de mantener. Eso sí, también creo que hay margen de mejora, para matizarlo en función de la efectividad de los medicamentos de cara a que el copago sea variable en función de lo que aporte el medicamento y, por tanto haya algunos que puedan tener 0% de copago; en función de la capacidad económica del usuario, como está ahora; y en función de las comorbilidades u otras situaciones sanitarias como la cronicidad.
En resumen, me parece que el documento de la OMC es un compendio de elementos que ven el grano en el ojo ajeno pero nada de la viga en el propio. El principal agente que dirige el uso de los medicamentos es el médico y todos los riesgos que el documento expone podrían ser solventados por este profesional. No obstante, no hay nada de autocrítica en el texto y se dedica a criticar a todos los estamentos involucrados en el desarrollo y regulación de los medicamentos. Creo que el documento adolece de propuestas que el propio colectivo médico pueda llevar a cabo. Se limita a pedir que otros hagan pero los médicos, desde su posición pueden avanzar mucho en mejorar las deficiencias del sistema.
Por todo ello, más allá de algunos otros errores, como el cálculo de muertes atribuidas a los problemas relacionados con medicamento o la posibilidad de publicidad de medicamentos que requieren de prescripción, creo que la OMC haría bien en analizar los datos que posee y hacer propuestas reales pensando en los intereses de los pacientes y no pareciendo un sindicato corporativo. Eso sí, para ello deberían olvidarse de dogmas ideológicos y de intervencionismos y analizar las cuestiones desde una perspectiva más pragmática y realista.