Según las últimas estimaciones, 20.000 científicos españoles desarrollan su actividad en el extranjero. Teniendo en cuenta que la formación de cada uno de ellos ha supuesto para el país una inversión de medio millón de euros por persona, “da como resultado la escalofriante cifra de diez mil millones de euros que han salido volando al abrir la maleta del éxodo”, recoge el número 487 de la Revista de Occidente, publicada por la Fundación Ortega Marañón (FOM) y la Fundación Lilly, en la que bajo el título de ‘España y la media ciencia’ se reflexiona sobre la situación de la ciencia en España y los pilares sobre los que debería sustentarse la necesaria transformación de la ciencia española.
Aunque el ‘exilio’ de los científicos españoles es solo una de las circunstancias que hacen que la expresión “media ciencia” procedente de Santiago Ramón y Cajal siga siendo aplicable 123 años después, las soluciones, según los participantes en la presentación de esta publicación, pasan por “hacer atractivo el sistema para que los científicos quieran venir a trabajar a España y, en consecuencia, por una mayor inversión a todos los niveles”.
“En otros países los científicos se encuentran con una situación mejor: mejor sueldo, mejores condiciones de trabajo, laboratorios, equipamiento apropiado…”, explica María Vallet-Regí, catedrática Química Inorgánica, de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid. Aunque en España hay ejemplos muy destacables entre los que se encuentran el ICREA o IkerBasque, entre otros, esta investigadora recuerda que “hace falta más y mejor financiación” para ciencia, ya que hasta ahora «por motivos económicos, por falta de rentabilidad inmediata y por falta de divulgación a la sociedad, entre otros, la ciencia nunca ha sido una prioridad en España”.
Desde la Universidad, Ricardo Rivero, catedrático de Derecho Administrativo y rector de la Universidad de Salamanca, coincide en que “las universidades públicas españolas hacen esfuerzo de investigación notables con los recursos de los que disponen, pero necesitaríamos una política del incremento de la financiación, tanto pública como privada, y posibilidades de reconocer e incentivar las dedicaciones más intensas a la investigación, con resultados”. Y es que, desde su punto de vista, el sistema de carrera y retributivo español de investigación no permite o no hace fácil generar incentivos a esa dedicación. “La universidad tiene que investigar necesariamente. No se puede llamar universidad a una institución que no investigue”, insiste en su artículo Misión de la Universidad española en el siglo XXI.
En este contexto, el rector de la Universidad de Salamanca apunta a la necesidad de que se incorporen más incentivos a la investigación y a medidas como “la posibilidad de contratar investigadores de excelencia con sueldos competitivos o el sexenio de excelencia para reconocer trayectorias investigadoras sobresalientes”. En su opinión, “una combinación de la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU)-actualmente parada- y el anteproyecto de la Ley de la Ciencia podría dar lugar a la incentivación y promoción de las dedicaciones investigadoras”.
Por su parte, Mariano Barbacid, profesor AXA-CNIO de Oncología Molecular, director del Grupo de Oncología Experimental del CNIO y presidente del Consejo Científico de la Fundación Lilly, concreta en tres las medidas fundamentales para situar a España en el nivel científico que se merece: financiación, meritocracia y flexibilidad. “Es esencial una mayor inversión acorde con la que disfrutan los países de nuestro entorno. También es necesario que se gestione mediante criterios meritocráticos sobre todo los de la cultura anglosajona. Y por último una mayor flexibilidad. Nunca he visto un estudio que valorara el tiempo y el esfuerzo perdido por las estrictas normas de control a que nos vemos sometidos los científicos”, añade.
Escéptico ante proyectos como una Ley de la Ciencia, Mariano Barbacid, que en su artículo en Revista de Occidente explica el modelo del CNIO como un ejemplo de proyecto científico innovador en España, considera que, en países como Estados Unidos, la ciencia “se desarrollaba y se sigue desarrollando gracias al interés y a la inversión que en ella hacen tanto el Gobierno como las principales industrias del país”.
Según ha recordado José Antonio Sacristán, director de la Fundación Lilly, “la ciencia es, hoy más que nunca, un tema fundamental de nuestro tiempo. Sin ella, será imposible abordar los grandes retos que tiene por delante la humanidad, como el cambio climático, la rápida transformación asociada al uso de las nuevas tecnologías, o la transición energética, entre otros”.
Por ello, desde la Fundación Lilly, y en línea con su compromiso con el fomento de la ciencia, han impulsado un número de Revista de Occidente en el que se analiza, a través de 10 artículos, la situación de la ciencia en nuestro país desde perspectivas diversas como la gestión, la universidad, la historia, la diplomacia o el género. “Ha llegado la hora de dejar de decir lo que vamos a hacer y empezar a hacerlo, de tener el coraje para dar un salto cualitativo que nos sitúe de una vez en el lugar que nos merecemos como país, de dejar atrás nuestra histórica ‘media ciencia’. Es mucho lo que nos jugamos. No podemos volver a perder el tren del progreso», concluye el director de la Fundación Lilly”.
En su intervención, el presidente de la Fundación Ortega-Marañón, Gregorio Marañón, destacó el propósito ya casi centenario, en 2023 cumplirá 100 años, de Revista de Occidente, como es el de abordar los grandes temas de nuestro tiempo “cercanos a la realidad y tratados con amplitud y rigurosidad”. Para Marañón, es necesario “crear conocimiento, construir una inteligencia colectiva que nos permita afrontar los retos del futuro”.