Las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de ser diagnosticadas de enfermedades autoinmunes, depresión, osteoporosis o Alzheimer, entre otras patologías. Además, casi el 40% de las mujeres padecerán una enfermedad crónica, en comparación con el 30% de los hombres. Según el Estudio mujer, discapacidad y enfermedad crónica, realizado en 2020 por la Universidad Complutense de Madrid y la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), las pacientes crónicas son más y se les diagnostica más tarde, lo que acarrea un mayor impacto negativo en su vida social, el ámbito laboral y su situación económica.
La evidencia científica ha demostrado que existen diferencias de género entre hombres y mujeres en cuanto a la salud, y que es necesario hacer estudios teniendo en cuenta esta variable para garantizar la prevención, la mayor precisión en el diagnóstico y la igualdad de derechos de las mujeres a ser atendidas y tratadas eficazmente.
La industria biofarmacéutica asegura que dispone de más de 600 los medicamentos en investigación dirigidos a enfermedades que afectan exclusivamente o en mayor medida a las mujeres, como indica un informe de la patronal americana de la industria farmacéutica Phrma. De estos fármacos en investigación, destacan los 200 para cánceres exclusivos de la población femenina, como los de mama, ovario, útero y cuello uterino; más de 130 para trastornos neurológicos, como Alzheimer, migraña o esclerosis múltiple, o los casi 90 para enfermedades autoinmunes -que tienen el doble de prevalencia en las mujeres-, como lupus, miastenia grave, esclerodermia o Síndrome de Sjogren.
Si bien la pandemia de Covid-19 ha tenido un impacto negativo en la salud mental de todas las personas, el informe apunta que las mujeres se han visto especialmente afectadas por los roles de género y las responsabilidades familiares de cuidado de niños y mayores, combinados con su participación en el mercado laboral. Para el área de salud mental, que engloba patologías con el doble de prevalencia entre las mujeres, son 45 los medicamentos en investigación, incluidos trastornos de ansiedad, depresión, depresión posparto y trastornos alimentarios.
Esta incorporación de la perspectiva de género en la investigación biomédica ha tenido ya un importante impacto, como en la mejora de la esperanza de vida del cáncer de mama -el segundo con más mortalidad entre las mujeres-, cuyas tasas de mortalidad se han reducido hasta un 42% en las últimas tres décadas. En el cáncer de cuello de útero -directamente vinculado al virus del papiloma humano-, el uso generalizado de la vacuna contra el VPH en Estados Unidos ha reducido la prevalencia de la infección en niñas y adolescentes un 86%, y un 71% en mujeres adultas.
A pesar del progreso biofarmacéutico logrado, son muchos los desafíos que quedan por abordar. Por ello, el próximo sábado, 28 de mayo, se conmemora el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, que busca visibilizar, denunciar y hacer frente al escaso conocimiento de la salud de las mujeres y de sus necesidades actuales en toda su diversidad.
Uno de los retos está en el ámbito de los ensayos clínicos, fundamentales para que los nuevos medicamentos lleguen a los pacientes. Desde la industria farmacéutica innovadora ya se está trabajando en la mejora de la diversidad de los participantes en estos estudios, lo que conducirá a una mejor y más completa recogida de datos y un mayor conocimiento de los resultados en salud y uso de los medicamentos (mujeres embarazadas, lactantes…). De hecho, la semana pasada, la Federación Internacional de la Industria del Medicamento (Ifpma) hizo público el documento Diversidad e inclusión en ensayos clínicos: perspectiva y principios bioéticos.
Los miembros de Ifpma, entre los que se encuentra Farmaindustria, “creemos que el conocimiento obtenido de los ensayos clínicos debe utilizarse para apoyar el desarrollo y uso de medicamentos, vacunas y otras terapias innovadoras, con el fin de desarrollar el tratamiento adecuado para el paciente adecuado. Consideramos que las poblaciones de pacientes en los ensayos clínicos deben reflejar la epidemiología y la demografía de quienes se beneficiarán de las nuevas terapias. Con este fin, defendemos que la diversidad y la inclusión en los ensayos clínicos es una cuestión tanto de equidad como de rigor científico y, como tal, todas las personas deben tener las mismas oportunidades de participar en ensayos clínicos”, apunta el informe.