Política

El sector da la bienvenida al primer ministro farmacéutico

Las entidades del sector ofrecen a Miñones su apoyo para hacer frente a la complicada agenda que deberá resolver en los próximos meses
José Manuel Miñones Conde, nuevo ministro de Sanidad

Con independencia de otras cuestiones, para el sector farmacéutico ha sido una noticia grata que el nuevo ministro de Sanidad, José Manuel Miñones tenga la titulación sea doctor en Farmacia. Con independencia de lo que el momento político le permita hacer en estos próximos nueve meses como máximo, para la profesión resulta una novedad contar con un compañero como nuevo ministro.

Así lo veía el presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF), Jesús Aguilar, quien a través de las redes sociales afirmaba que “es un orgullo para toda la profesión contar con un compañero farmacéutico como ministro de Sanidad; el primero”.

Desde Farmaindustria también se daba la bienvenida Miñones, al que deseaban, nuevamente a través de las redes, “muchos éxitos en esta etapa”. La patronal aprovechaba la felicitación para para indicar que “nos ponemos a vuestra disposición para afrontar los retos que tenemos en este año tan importante para el sector”.

Desde la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria se daba la bienvenida al nuevo responsable de la cartera sanitaria, y se hacía el ofrecimiento para “seguir trabajando por la sostenibilidad del SNS y lograr los mejores resultados para los pacientes”. El mensaje de la SEFH coincide bastante con el que se manda desde Aeseg, cuyo director general, Ángel Luis Rodríguez de la Cuerda, manifiesta que la entidad "se pone a su disposición, para mantener los encuentros que sean necesarios y establecer los nexos de
colaboración que sean posibles, de manera que se puedan poner en marcha actuaciones conjuntas
para mejorar la situación del medicamento genérico en España".

También se han enviado felicitaciones  y buenos deseos desde otros colegios y consejos autonómicos, como el andaluz, que insistían todos ellos en la capacidad de colaboración y participación para hacer frente, en el tiempo que le queda, a una agenda abultada de compromisos, realizados por sus predecesores y que siguen en el aire en buena media.

El nuevo ministro de Sanidad deberá hacer frente a su agenda, dentro de un marcado clima preelectoral con dos citas fundamentales, como son las elecciones autonómicas y municipales en varias comunidades en prácticamente dos meses y en el horizonte el panorama de las nacionales que como muy tarde se deben celebrar en noviembre.

En su llegada al cargo, el nuevo ministro, que no se distingue por un papel especialmente activo en la gestión sanitaria, sino más bien en el ámbito político dentro del PSOE, deberá hacer frente a los compromisos adquiridos con el sector, los compromisos con las comunidades autónomas y también los realizados a la ciudadanía en general. Todo ello además dentro de un Consejo de Ministros con un ambiente como mínimo complicado, en el que las dos formaciones políticas que lo componen (Podemos y PSOE) tratan, estos meses previos a los comicios, de marcar perfil propio.

Dentro del plano autonómico Quiñones se enfrenta a la obligación de convertir en hechos, las palabras de sus predecesores en materia de profesionales y recursos humanos, especialmente en todo lo tocante a la formación. Aunque es verdad que en este campo y se han aumentado las plazas de formación, menos las de Farmacia, los datos indican que al menos un centenar de plazas FSE en el plano médico, han quedado sin cubrir. La incentivación de la jubilación parcial, tampoco ha acabado de cuajar, al menos en la medida que requieren las necesidades que señalan profesionales y comunidades autónomas.

El plano farmacéutico es también una referencia importante para el nuevo ministro, especialmente en cuestiones vinculadas a la accesibilidad. La diferencia en tiempo y en número de autorizaciones y financiación de nuevos fármacos que tiene España respecto a los países de la Unión Europea sigue siendo abismal. Además siguen subiendo. En 2019 el tiempo medio que trascurre entre aprobación de un nuevo fármaco y su incorporación a la cartera de servicios era aproximadamente de 14 meses, según la Efpia; en 2021, de 24.  

Además, sin hacer una relación pormenorizada, queda aún pendiente la nueva ley de Garantías, prácticamente ya sin tiempo en esta legislatura, la adaptación de las convocatorias del Perte Salud de Vanguardia, el papel de los profesionales de la farmacia, y de las oficinas, como agentes de salud pública, en el contexto de la nueva Agencia, de la que aún tampoco se sigue sin saber mucho, entre otros. Por no saber, no se sabe aún si el Ministerio volverá a reunir a las dos especialidades farmacéuticas en una sola, como dejó intuir en una respuesta parlamentaria a principios de este año.

Todo ello además, en el contexto de una importantísima renovación de la legislación farmacéutica europea, que probablemente cogerá al ministro a caballo entre dos campañas electorales y a España en plena presidencia de la UE. Innovación, genéricos, biosimilares, cadenas de suministro, prevención ante nuevas crisis sanitarias, coordinación continental... Adaptar todo ello a la situación española no será precisamente un reto fácil.

Otras tareas pendientes que también quedan son la puesta en marcha de un Comité de Evaluación del SNS del que sólo se conocen los expertos que lo formaran, sigue faltando un plan para el control del tabaquismo y la ley de alcohol para menores. Además, la regulación del uso terapéutico del cánnabis tampoco avanza a pesar de la decisión del Congreso de los Diputados.

Por si todo ello fuera poco, uno de los puntos fuertes de este tramo final de legislatura para el nuevo ministro serán las relaciones con los socios de Gobierno. Procedente de las filas socialistas, como todos sus predecesores en la Sanidad de Pedro Sánchez, Miñones tendrá en Podemos a uno de sus mayores problemas políticos en este tramo final de la legislatura.

Con dos partidos empeñados en marcar perfil propio de cara a los próximo comicios, Sanidad tiene aún  pendiente la tramitación de la Ley de Equidad. Si esta norma ya trajo importantes disensiones entre los socios  en el pasado, hasta el punto que su debate parlamentario ha quedado sistemáticamente pospuesto, en estos momentos se revela como un elemento de alta disensión, que a buen seguro aportará no pocos quebraderos de cabeza al nuevo ministro.

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