Representantes de los distintos agentes que participan en la generación, evaluación y consumo de la innovación terapéutica y tecnológica que se incorpora al sistema sanitario participaron en una mesa de debate organizada en el marco del IV Congreso de Organizaciones de Pacientes y ofrecieron definiciones más o menos convergentes del concepto de innovación. En general, todos coincidieron en que para otorgar tal consideración a un nuevo producto, servicio proceso, éste debe aportar valor. Cumplida esa premisa, será difícil su no incorporación al Sistema Nacional de Salud, aunque el coste, más aún en un contexto marcado por la infrafinanciación, puede ser un obstáculo. Por eso, varios participantes en la mesa coincidieron al apuntar la necesidad de dotar de más fondos a la Sanidad, así como aplicar una visión integral a la hora de evaluar dicha incorporación.
Iñaki Gutiérrez-Ibarluzea, presidente Red Española de Agencias de Evaluación de Tecnologías Sanitarias y prestaciones del SNS (redETS), se refirió a la definición de innovación dictada por la Organización Mundial de la Salud, que distingue lo nuevo de lo innovador. La clave, dijo, está "en la aportación de valor", y éste debería ser medido, a su juicio, en relación con las necesidades del sistema, no considerando de forma aislada el producto, servicio o proceso en cuestión.
En una línea similar se expresó María Jesús Lamas, directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, quien apuntó que la innovación, para considerarse como tal, tiene que "aportar un valor que no se conseguía con las alternativas disponibles". "Aplicado a los medicamentos, parece bastante evidente que una innovación debe cubrir una necesidad médica no cubierta, o cubrir la misma, pero en vez de administrar el medicamento a través de un proceso de infusión, hacerlo a través de un comprimido oral. Eso tiene valor", dijo, un argumento que defendió también el presidente de Farmaindustria, Martín Sellés, que puso el acento en la relevancia de la innovación incremental, como complemento de la transformacional, como fuente de soluciones terapéuticas y de recursos para la alimentar la inversión en investigación de alternativas disruptivas por parte de las compañías. Para Sellés, "innovación es todo aquello que mejora la vida de los pacientes, bien porque les permite vivir más años, o bien porque les permite vivirlos mejor".
Lamas ahondó en esta cuestión más conceptual y remarcó que "lo que no es correcto es utilizar innovación como una marca, haciéndonos caer en la fascinación tecnológica". Se refirió, en este punto, al discurso "con tintes comerciales" que pretende "asociar medicamentos originales, o de referencia, a medicamentos innovadores". Aclaró, a este respecto, que estos medicamentos que consiguen protección por patente a veces "no aportan valor añadido sobre lo que hay disponible" y avisó de que "si le quitamos el valor real a la innovación, dejaremos de ver lo que de verdad importa". Vaticinó, durante su intervención, que es posible que las grandes disrupciones en los próximos años sean "combinaciones de productos sanitarios y medicamentos, o medicamentos asociados a sistemas de recogida de datos, etc.".
El presidente de Farmaindustria aceptó que es posible que los distintos agentes puedan "entender diferentes cosas sobre lo que es innovación". Por eso, opinó que la forma de acercar estas visiones es "sentando a todos en la misma mesa, a compartir puntos de vista, y conocer, entre otras cosas, cómo vive el paciente la enfermedad, cómo vive el tratamiento, etc.", ya que, en su opinión, "todos y cada uno de los agentes pueden aportar".
Esta multiplicidad de visiones también fue puesta encima de la mesa por María Luz López Carrasco, presidenta de la Federación de Empresas de Tecnología Sanitaria, quien consideró, no obstante, que todas ellas podían ser "complementarias". A su juicio, esa complementariedad pasa por poner las necesidades del paciente en el centro, teniendo en cuenta aspectos como la calidad de vida, "aunque siempre garantizando la sostenibilidad".
En la mesa estaba también Tomás Castillo, vocal de la Junta de la Federación de Asociaciones de Enfermedades Raras (Feder), quien defendió la integración de los pacientes en ese proceso de discusión sobre la aportación de valor que realizan los productos, procesos y servicios en el ámbito sanitario, y opinó que ésta participación puede ser beneficiosa para el sistema. Raquel Yotti, directora del Instituto de Salud Carlos III, puso como ejemplo algunas iniciativas de evaluación de proyectos en las que ya se está integrando la voz de los pacientes, muestra de que es posible y de que "pueden aportar valor".
Las claves para incorporar la innovación al SNS
Una vez definido y puesto en común lo que cada agente considera como innovación, y quedando establecida la aportación de valor del producto, servicio o proceso en cuestión, el sistema se seguirá enfrentando al reto de incorporar unas innovaciones cuyo coste, en ocasiones, es alto. Sellés recordó, en este punto, que anualmente se venden al SNS 550 unidades de medicamentos a menos de 3,2 euros tratamiento/mes, pero eso no quita que los servicios de salud vean como un reto la incorporación de los pocos tratamientos que cuestan decenas e incluso centenas de miles de euros por paciente.
El presidente de Farmaindustria defendió su ya clásica postura, por un lado, de que el gasto en innovación terapéutica "debería ser considerado como una inversión", lo que implica tener en cuenta su impacto sanitario, pero también el social y el económico. Puso como ejemplo la dimensión que pueden adquirir los tratamientos y vacunas contra la covid-19, "que podrían posibilitar el alivio de la crisis sanitaria y, con ello, de la crisis económica".
Además, mantuvo que "para que algo sea sostenible, debe estar bien financiado", y se preguntó si puede considerarse esto en el caso del sistema sanitario español, al que se dedica solo un 6% del PIB, o si deberíamos transitar, como ha prometido el Gobierno de coalición, a un 7%. Desde Fenin, Carrasco está de acuerdo en que haría falta "más financiación", pero también "una mejor gestión" de la misma, asignando los fondos a la innovación que más valor genera. En ese sentido, pidió a las autoridades presentes que tengan en cuenta los estudios de coste-efectividad que les hacen llegar las empresas y también la exploración de nuevas fórmulas de contratación que tengan en cuenta el valor.
Coincidió con la consideración de ambos, en lo que respecta a la falta de fondos, María Jesús Lamas, quien hizo alusión a la falta de renovación de equipos que acusan muchos centros sanitarios y a algunos problemas de acceso. "Tenemos que mirar a los países del entorno. Estamos por debajo en financiación del sistema sanitario. Viendo el déficit en renovación de equipos y en acceso, parece necesario ese punto más de financiación para el sistema público", dijo.
Discrepó ligeramente Gutiérrez-Ibarluzea, quien opinó que, en general, "las innovaciones reales están introducidas". No obstante, sí que observa carencias en el modelo de incorporación de la innovación, pero términos de "diálogo, de sistematización de procesos deliberativos y participativos". Reconoció, a este respecto, su envidia de países como "los escandinavos o Canadá, que, con base en toda la información disponible, activan una discusión para la incorporación de la innovación en la cartera de servicios". De cara a esa deliberación, considera que puede ser enriquecedora la presencia "de todos los grupos de interés si se hace poniendo sobre la mesa los conflictos de interés de cada uno".
Para Yotti, otra de las claves en la incorporación de la innovación pasa por "una adecuada planificación, más allá de que el coste sea accesible o no". En este sentido, apuntó a tecnologías que se están introduciendo en hospitales, por considerarse innovadoras, pero que "no se está haciendo de la forma adecuada para que funcionen de la forma óptima", lo que está generando algunas ineficiencias.